Simón
Creí que ella nunca volvería, pero me equivoqué. Creí que la olvidaría, pero nunca la olvidé. Creí que la protegería, pero ahí está, enojada, decepcionada, a tan sólo unos metros de mí, pero más cerca de él, como si estuviese de su lado, como si yo fuese un peligro. Alina siempre ha sido para mí un gran misterio, uno que tantas veces creí haber resuelto, pero que ahora mismo creo nunca poder resolver. Su mente es un laberinto tan atractivo como peligroso, y aunque siempre fue mi atracción favorita, jamás logré salir de allí ileso y sin mareos.
La comisaría 14 se encuentra algo retirada del centro de la ciudad, y la media hora que llevamos en la sala de espera ha sido de lo más tensa y silenciosa. Mi vista está puesta en Alina, esperando que me devuelva una mirada de perdón. Ella sólo está centrada en Iván, quizás esperando lo mismo de él. Iván sólo ha permanecido serio y en silencio mirando a un punto fijo delante de él, aunque sólo esté enfrentado a una insulsa pared.
—Adelante —se escucha decir al comisario de turno. Los tres nos ponemos de pie al unísono, e ingresamos a una pequeña habitación preparada para que todos ocupemos nuestro lugar en una de las tres sillas simétricamente enfrentadas a la persona que procederá a interrogarnos. —Chicos, lo de ustedes es bastante confuso. Vos..., —dice dirigiéndose a mí— denuncias contra alguien asegurando que existe un antecedente que la señorita se empeña en negar. Sin mencionar que, por lo que dice acá... —revisa algo en su computadora—, son ustedes dos los que cargan con antecedentes.
Se escucha a Iván dar un gran suspiro como si toda esta situación lo pusiera en un lugar completamente incómodo. Por su parte, Alina sólo permanece tensa cruzando sus dedos en el intento de tranquilizarse.
—¿Alguno de ustedes puede explicarme qué es lo que está pasando?
Un silencio ensordecedor acapara todo el ambiente, pero la voz firme de Alina rompe con él.
—Yo.
—La escucho, señorita.
—Se trata de un triángulo amoroso.
Iván y yo nos volteamos a mirarla confundidos. Supongo que ambos nos esperábamos cualquier otra confesión excepto esa.
—Somos apenas unos chicos jóvenes, confundidos, celosos —dice antes de lanzarme una mirada fulminante—. No hay nada de qué preocuparse. Todo está en orden, sólo déjenos ir.
—Según sus documentos tienen una edad considerable como para tener la madurez de resolver las cosas de forma decente y sin involucrar a la policía en estos juegos de adolescentes; algo que ya están dejando de ser.
—Perdón —dice Alina dejando en evidencia que es la única dispuesta a hablar.
—Pueden irse. Y espero que no vuelva a ocurrir.
Alina, Iván y yo abandonamos nuestros asientos y nos retiramos del lugar. Una vez fuera, y habiendo comprobado que el anochecer es un hecho consumado, el primero en huir es Iván, quién tras dedicarnos una mirada tan cansada como triste a la vez, comienza a alejarse.
—¡Iván! —grita Alina captando su atención y logrando que detenga su paso—. Te juro que yo no...
Él la interrumpe.
—Ya lo sé. Que tengas buena vida —concluye, demostrando que no está dispuesto a seguir hablando, para luego desaparecer de nuestra vista; quizás esta vez para siempre.
Sé que lo que siente Alina no es más que culpa, la misma culpa con la que carga hace años.
—Dejame acompañarte —Me animo a decir.
Ella se voltea. Luce tan cansada como Iván, y seguramente yo me veo de la misma manera. Cansancio de la vida, de los problemas, de las ataduras del pasado, del peso de los errores.
—No necesito que me sigas cuidando. Ni siquiera pudiste respetar mi decisión de cerrar la historia con Iván a mi manera. Y no sé si sos consciente, pero él si está vivo, y era la única manera de reponer aunque sea un poquito de todo lo que hicimos. No quiero que sigas pendiente de mí, no quiero que pienses en mí ni que vuelvas a intentar acercarte. Tenemos que entender que esto se terminó, Simón. Son demasiadas las cosas que pasaron como para que nos sigamos negando a darnos cuenta de algo que tenemos frente a nosotros desde el principio. Aunque el destino se empeñe en juntarnos, vos y yo no estamos hechos para estar juntos.
La conozco, y sé que está enojada y decepcionada, pero también sé que hay algo de cierto en lo que dice. Quizá en todo, pero me rehúso a aceptarlo.
—Lo sé —Es lo único que mi garganta cargada de angustia me permite decir—. Sólo que... como vamos para el mismo lugar y es de noche...
—No me hables, es lo único que te pido.
Y así es. En el trayecto hacia el edificio en que ambos vivimos ninguno de los dos emite una sola palabra. Sumidos en nuestros pensamientos y a paso lento como si quisiéramos inmortalizar posiblemente el último momento que compartiremos a solas, nos acercamos hacia el final de, al menos, una parte de nuestra historia.
Cuando la fachada del lugar aparece frente a nuestros ojos, la figura de Valeria me saca de mis reflexiones. Allí está, con la espalda apoyada frente a la pared del edificio y el semblante transformado en pura confusión al vernos llegar juntos.
—Valita —Alina la saluda con un cálido beso en la mejilla y sin dar ninguna explicación ingresa rápidamente, dejándome a mí toda la responsabilidad de aclarar el asunto.
—Hace dos horas que estoy tratando de comunicarme con vos y no lo consigo. Quedaste en llamarme y no lo hiciste. ¿Qué está pasando?
—Nada, es largo de explicar.
—No me digas que nada, Simón —exclama Valeria frustrada—. No me trates como si fuese idiota, sé que algo les pasa. ¿De dónde vienen y por qué traen esas caras?
—La acompañé a reencontrarse con Iván, me lo pidió y no podía dejarla sola. Era peligroso así que antes convoqué a la policía y fue un desastre.
—¿Hay algo que yo no sé?
—No sé a qué te referís.
—¿Por qué defendes tanto a Alina?, ¿por qué te preocupás tanto por ella? Apenas la conoces.
—Conozco a Iván y sé de lo que es capaz. Eso es todo —miento, dejando a Valeria poco conforme con mi aclaración.
Pero claro que eso no es todo, sino sólo un detalle de lo que hay detrás. Sin embargo, ¿cómo le digo que es Alina el amor de mi vida, que haría lo que sea con tal de protegerla, que a pesar de las tormentas vividas seguiría bailando con ella bajo la lluvia por mis años más? ¿Cómo le cuento que mi corazón está destruido al sentir que es el final, al entender que hagamos lo que hagamos el mundo se empeña en destruir lo que tenemos, y que no creo poder sacarla de mi cabeza por más que me mude a otro planeta? ¿Cómo le confieso que es muy probable que jamás logre quererla a ella como lo hice antes?
No puedo hacerlo, así que sólo la tomo por la cintura y me digo a mí mismo que tengo que superar mi pasado y avanzar. Quizás no pueda olvidar. Tal vez haya personas y recuerdos que quedarán grabados en mi mente para siempre, pero sí que espero el advenimiento de cosas nuevas, e incluso mejores.
Es la hora de aferrarse al futuro, de dejarse llevar hacia la lejanía de todo aquello que tanto dolió.
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Les pido perdón por el retraso. Estuve de viaje y a mi vuelta me invadió un gran boqueo creativo. Gracias por la paciencia y les cuento que la historia está próxima a terminar.• Pueden seguirme en mis redes sociales:
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Por culpa de un secreto [COMPLETA EN EDICIÓN]
RomanceAlina regresa a su pueblo natal tres años después de haber huido de manera repentina y misteriosa, dejando atrás su pasado, sus errores, y sus miedos. En su regreso a casa deberá enfrentarse a un viejo amor, con quien comparte un trágico secreto que...