Era otro día, cada día más, seguro se acercaba a la elección, y yo aún no he hablado con mi padre. Tengo que hablar con él, sin importar como pueda reaccionar. Mi padre está afuera, los demás aún duermen, cuando mi padre vuelva, hablaré con él.
Y de la nada, ese momento llegó.
—Padre... buenos días... —dije seria, no había sonrisa en mi rostro.
—Kazal... hija ¿Cómo estás? —preguntó él.
Estoy terrible...
—Bien... nada fuera de lo normal...
Tengo que decirle, por lo menos debo intentarlo...
Mi padre se sentó, yo también lo hice.
—Aún es temprano... y ya estás despierta... —rió.
—Me acostumbré —le serví agua —¿Cómo estas?
—Bien... pero te noto algo rara...—me miró preocupado.
—Quiero decirte algo...—dije.
—Te escucho...
Es hora de comenzar....
—Dos mujeres vinieron a casa, Judith y Ana —tragué saliba —Ellas dijeron, que la Princesa Henutmire necesita una Dama, y... estube pensando que... yo puedo asistir a la elección...
—¡¿Qué dices!? —me miró serio.
—Sí... solo asistiré a la elección, no está en mis planes quedarme allí, quiero conocer a mi abuela...—afirmé.
—No irás...—respondió.
—¡¿Qué!?¡No papá!¡Necesito ir!—me paré de la silla.
—No lo harás... no irás a la elección —hizo lo mismo que yo, él parecía calmado.
—¡No! —dije.
—¡No irás! —mi padre estaba enojado, demasiado.
—¡Claró que voy a asistir!¡Voy a ir! —grité.
—¡Que no!¿¡No entiendes!?¡No irás! —gritó él también.
No sé que hacer ahora...
Solo eran gritos...
—¡Por favor papá! —rogé.
—¡No iras! —gritó de nuevo.
Y estallé...
—¡Voy a ir!¡Eso haré!¡Es lo último que voy a decir!¡Yo no necesito tu permiso!¡Puedo tomar mis decisiones sola!¡Ya soy adulta! —grité.
Ahora era un silencio total, mi padre empezó a reír.
—¡¿Qué!?¡Eres aduta!¡¿Cuándo creciste!?¿¡Eh!?—me tomó de mis brazos.
—¡Sueltame! —me solté.
—¿¡Por lo menos sabes que es ser un adulto!? —me gritó —¡No sabes!¡No eres ningún adulto! -entonces me mostró sus manos, todas lastimadas -¡Esto es ser adulto!¡Esto!¡Hice todo para que ahora estén bien! -se apartó -¡No iras!
—¡Voy a ir!¡No me importa lo que digas!¡No te necesito! —grité otra vez.
Entonces me dí media vuelta para ir a mi cuarto, y ví a mis abuelos, a mi tía y a mis hermanos, todos me miraban asombrados por mi actitud. Volteé de nuevo a ver a mi padre.
—Lo siento... por no ser lo que deseabas —dije, entonces vi a mi padre, una lagrima rodaba por su mejilla.
—Yo no dije eso... nunca lo diria...
No sentía arrepentimiento, solo quería salir de aquí, quería llorar, gritar.
Vi a mi familia y a mi padre, entonces salí de allí, de mi casa.
Jamás lograré olvidar esto...
Jamás...