El sol iluminaba Egipto, yo fui a buscar agua, mientras los demás trabajaban en casa. Mi padre fue con mis hermanos a la casa de mi tío, yo no pude, pues tenía que llevar agua a casa.
—¡Ya llegué! —dije entrando a la casa, con jarrones en las manos.
—¡Kazal!¡Te ayudo! —dijo mi abuela, agarrando un jarrón.
Cuando entré a casa, estaba mi abuela sola, no estaba nadie más que ella.
—¿Y los demás? —pregunté.
—Tu tía fue a la casa de una amiga, y tu abuelo —suspiró —En la obra... ya sabes...
Sé que ella tiene fe en que algún día seremos libres... pero yo ya no creo en eso... es difícil hacerlo en las circustancias en la que nos encontramos.
Le serví un poco de agua, a lo que ella aceptó con gusto. En ese momento escuchó que alguien golpeaba la puerta.
—Yo abro —mi abuela se dirigió a la puerta y la abrió, dejando ver a una mujer con otra mucho más joven, parecían egipcias.
Seguro son madre e hija...
—¡Jocabed! —dijo la mujer mayor, ingresando a la casa con la otra joven.
—¡Judith!¡Ana!¡Que gusto! —mi abuela las abrazó, rato después las soltó —. Sientensé —pidió mi abuela, ellas obedecieron.
—Gracias —dijo la joven sentandose.
—¡Que bueno que están aquí! -mi abuela se sentó —¡Ah!¡Esperen!¡Kazal!¡Ven aquí! —me llamó, rapidamente me acerqué a ellas.
—Y ella ¿Quién es? —preguntó la mujer, supongo que se llama Judith, no sé.
—Ah... bueno... sientate Kazal —pidió mi abuela, yo obedecí —. Kazal... ellas son Judith y su hija... Ana... —las presentó.
—¿Y qué pasó? —preguntó la joven, Ana.
—Kazal... es hija de Moisés... —mi abuela sonrió.
—¿Moisés? —dijo Judith sorprendida.
—Moisés está bien, está vivo —mi abuela sonrió de nuevo.
Judith se tapó la boca con las manos, y después las dejó caer en la mesa.
—Moisés... vivo... —dijo, aún estaba sin creerlo.
—Dios lo trajo de nuevo... —sonrió mi abuela.
—Pero... entonces... tú eres su hija —Judith me miró sonriéndo.
—Sí... también están Gersón y Eliezer, son los menores... —sonrió.
—Aún no lo puedo creer, es algo... increible... Moisés está vivo —Judith miró a mi abuela emocionada —. Admito que llegó a pasar por mi cabeza... la idea de que Moisés estaba muerto... no lo puedo creer...
—Pues creelo Judith...—mi abuela sonrió.
—¿Y dónde está tu madre?—me preguntó Judith.
—Mi madre falleció —dije —. Viviamos en Madián... mi padre quería volver... aquí estamos ahora.
Recordé a mi madre en ese momento, tenía un nudo en la garganta, quería gritar, desahogarme, pero no podía hacerlo, algo dentro de mi lo impedía.
Mi madre era sabia, me encantaría que mi madre este aquí conmigo, la hecho de menos, la necesito demasiado.
—Tu madre... enserio lo siento... no quise... yo lo sien... —Judith estaba nerviosa, yo la interrumpí.
—No importa...—sonreí.
—Ay jovencita -sinrió también —. Y...¿Cómo es Madián?—preguntó Judith.
—Es más o menos como aquí, pero... —paré de hablar.
—No hay esclavitud ¿No? —continuó Judith, después sonrió —. Yo sé lo que es la esclavitud, con todos esos años que fui esclava...
—¿Esclava?¿Tú?—pregunté.
—Sí... yo no soy egipcia, las joyas, la ropa, no cambia mi origen, soy hebrea... te entiendo... —sonrió Judith.
—¡Ya llegué!—mi tía había regresado —¡Judith!¡Ana!—se dirigió a ellas para saludarlas —. Hace tiempo que no las veía, especialmente a ti, Ana —se sentó —¿Cómo están?—sonrió.
—Yo estoy bien...—respondió Ana.
—Ana...¿Que haces aquí?¿No deberías ir a trabajar?—preguntó mi tía.
—Si lo sé, pero es que ya no creo que siga trabajando para la Señora Thaís...—respondió Ana sonriéndo.
—¿Porqué?—preguntó mi abuela sorprendida.
—Es que, en el Palacio, estan buscando una nueva Dama, para la Princesa Henutmire, y pienso asistir...—Ana sonrío.
Cuando escuché “Princesa Henutmire” presté más atención a la conversación. Es la Princesa Henutmire, mi abuela egipcia, si logro asistir a la elección, podré quedar como su Dama, y conocerla.
—Su Dama anterior era Hebrea, y renunció... —continuó Ana.
—Entonces... ¿yo podré ir? —dije y sonreí, haciendo que mi abuela me mirara sorprendida —Voy a poder ir... —Judith me miró preocupada.
—No... no podrás hacerlo Kazal, solo permiten egipcias, y tú... no lo eres, si te llegaran a descubrir, te cortarían la cabeza... —Judith tomó mis manos.
Mi sonrisa se desplomó al oírla...
—Ahora, el Faraón, declaró que la proxima Dama debía ser Egipcia... el Soberano no confía en los hebreos, la Reina no quiere ninguna hebrea sirviendola a ella o a un integrante de la familia real —dijo Ana seria.
—Pero...¿Porqué?—pregunté dudosa.
—Escuché que la Reina, fue engañada por una de sus Damas, su Dama era hebrea, pero cuando la Reina se enteró de su origen la mandó ejecutar, pero logró escapar, jamás supieron de ella...—respondió Ana.
No creo que lo logré...
Necesitaré ayuda...
Ana...