| Capítulo 4: Una noche a solas |

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    Tan pronto se fueron, se levantó la pequeña Evelyn, una niña bajita de piel caucásica y ojos verdes, dulce, inocente, y bastante tranquila a apenas cinco años de edad, ya despertada se había peinado, cepillado los dientes y bajado a desayunar, pero... tenía la mirada perdida.

    —¿Evelyn? —le llamé colocando los huevos en el plato blanco de antes y volviendo a la mesada, dejando el sartén en la cocina.

    —¿Hm...? —levantó vagamente su mirada.

    Tenían que haberle visto, su mirada perdida, casi atravesándome y habrán pasado unos segundos cuando abrió sus ojos como platos, una amplia sonrisa formarse en su rostro y corrió hacia mí con los brazos abiertos, empezando a llorar.

    —¿Evy? —dije inconsciente— ¿Qué sucede? —

    —Mmm...!! —gemía entre lágrimas, mientras arrugaba la nariz y salía un hilo de baba por su rostro, apretándome con sus cortos brazos y entonces deduje que me conocía.

    — Tranquila, estoy aquí —dije sonriendo y agachándome hasta ella, levantando su rostro con ambas manos— No llores, ¿Si?—dije acariciando su mejilla con mi pulgar, limpiando sus lágrimas, y volvió a abrazarme, limpiándose torpemente los mocos.

    Estuvo horas llorando, sin querer apartarse de mí, y yo tampoco de ella, no podía, quería abrazarle también y la ternura me pudo, dándole interminables besos en su frente. Pero ella tenía que desayunar, así que la cargué hasta su silla en cuanto pude calmarme, y me pidió que la sentara en sus piernas, para poder desayunar mejor.

    —Quieru cumer acá —dijo señalando mis piernas y haciendo puchero, pero entonces vio mi expresión— ¿N-No quierez? —dijo mirando al suelo, apoyando sus manos por detrás de sí y haciendo piquito con sus labios.

    —Claro que quiero —dije con una sonrisa, me senté, y le indiqué que se acercara para poderle sentar— Buen provecho Evy —

    Asintió sonriendo y se apresuró a sentarse en mis piernas, golpeándose la rodilla y haciéndose luego la fuerte, aunque había notado que le seguía doliendo.

    Reí.

    Pasamos las primeras horas jugando a la mancha, a sus muñecos, a lo cual me divertí demasiado pues ambas éramos muy creativas, al nivel de imaginar que la barbie era un alien enamorado de su novio, pero en forma de chica, y que además era alérgico a las uvas rosas, demasiado creativo, lo sé.

    Pero luego pasó algo extraño.

    —Kim —me llamó, sentándose en el sofá— ¿Pir qui mirmiste tento? —su forma de modular era muy encariñable.

    —Pues... —dije sentándome, con la mente en blanco.

    —Iscuché a mamá, dijo que nu recuerds nada —dijo encogiéndose de hombros y abriendo las manos, en un gesto inocente.

    —Si, verás —y le abracé—Me caí y me lastimé, y ahora no recuerdo nada de nada, pero, voy a recordarlo todo, lo prometo —

    —¿Mi requerdas? —dijo apuntándose con el dedo en un gesto inocente.

    —Más o menos –

    —Pero, si nu requerdas nada, ¿Po qué me shamaste Evy? —

    —¿Evy? —

    Entonces escuché una puerta abrirse.

    —Hola amor –dijo la voz de Hanna— ¡Evelyn! —

El Accidente (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora