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-Buenos días, Lara. -saludó esa voz. Aquella voz que me acompañaba todas las mañanas. O al menos, la mayoría de ellas.
Sonreí instintivamente.
Claro que él no sabía que yo estaba sonriendo.
-¿Cómo estás? -Esa pregunta. Todos y cada uno de los días que me acompañaba me hacía esa misma pregunta.
Siempre sin respuesta.

Imagina que sobrevives ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora