EPÍLOGO

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Estaba sentada en la silla situada al lado derecho de la cama que suponía que era de Darren cuando él llegó.
No notó mi presencia hasta que se giró para tumbarse en la cama.
Desde el momento en el que entró supe que era él.
¿Por qué? No lo sé. Solo lo supe.
Era bastante más alto que yo, tenía la tez pálida y estaba bastante delgado.
Tenía la nariz respingona y los ojos azules de la que supuse que era su madre, la mujer que anteriormente me abrió la puerta.
En cuanto me vio, se puso de pie de un salto, y yo tuve la misma reacción.
Nos miramos durante unos segundos... Los cuales se me hicieron eternos.
-Lara. -logró decir al final.
-Darren. -gruñí yo. Él me miró de arriba a abajo, posándose en mis ojos, manteniendo mi mirada.
No sabía ni cómo estaba en ese momento. Ni se me había ocurrido parar a mirarme... Solamente quería verle.
Darren rodeó la cama y se acercó a mi, lentamente.
-No te vayas. -dijo. Lo miré confundida.
-¿A qué te refieres? -pregunté, extrañada.
-Solo... no te vayas de mi lado. -añadió.
-No te vayas tu del mío. -respondí. -Gracias por todo lo que... -continué, pero él me interrumpió.
-Gracias a ti. Me has dado una razón para luchar. -se acercó más a mi. Las puntas de nuestros pies se rozaban.
-Tú eras mi razón para luchar. -susurré, antes de abrazarle con todas mis fuerzas, queriendo juntar todos sus pedazos rotos.
Lucharemos por seguir adelante.
Juntos.

FIN.

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