Un año antes
Keid entró en su habitación yendo directo a abrir las cortinas –Te he estado llamando desde hace rato. ¿Por qué aún sigues acostada?
No estaba dormida, desde que le había tocado la puerta a las 7:30 se mantuvo despierta, solo no quería moverse. La siguió con la mirada hasta que esta tomó asiento en el borde de la cama cerca de ella, Keid extendió el brazo y le acarició el pelo, ganándose así que se acerca más a ella y bajara un poco las barreras.
–Prometiste ir, me dijiste que querías mejorar.
Cerró los ojos sintiendo sus palabras como pequeños puñales que se le clavaban en el pecho, estaba consciente de lo que había dicho, conocía bastante cómo se sentía el día que lo dijo, pero esa mañana todo era diferente.
–No me gusta obligarte a nada, pero, sabes que esta vez es necesario.
–Sí, lo sé –respondió con la voz ronca.
Llegaron a consulta justo cuando era su turno de pasar. Entraron en el despacho en silencio, y los recuerdos, tras haber pasado mucho tiempo allí, le volvieron a la mente, lastimosamente no todos fueron buenos, pero, aun siendo buenos estos le dolían.
–Pueden tomar asiento –la voz calmada de Anabel, su antigua psicóloga, hizo que volviera la vista al frente, tras hacer lo que les pidió está fue directo a lo que iba –Keid me explicó detalladamente lo sucedido, Rei, y es por esto que consulté con un colega que maneja más este campo que yo –el sonido de la puerta abriéndose le disparó los nervios.
–Keid, te dije que no quería trabajar con alguien nuevo. No... no quiero contar todo nuevamente –el quiebre en su voz y sus ojos vidriosos hicieron sentir culpable a Keid.
Las manos de Anabel sostuvieron delicadamente las suyas, logrando que volviera a verla directo a los ojos –Sé que lo nuevo te asusta, Rei, entiendo tu miedo, pero debes recordar, no porque sea nuevo significa que siempre te hará daño.
La figura de aquel hombre le pareció demasiado imponente, Anabel le cedió el espacio dejándolo a él a cargo de todo. La tensión que tenía nunca abandonó su cuerpo durante toda la sesión, pero, aunque le molestaba reconoció que se sintió bien.
–Espero que perdones a Anabel por haberme cedido el espacio, tanto ella como Keid solo quieren lo mejor para ti, espero lo entiendas –le dijo cuando estaba punto de salir, salió de allí sin siquiera mirarlo, sabía que debía despedirse, pero lo encontró innecesario, ya lo vería nuevamente el jueves.
Presente
Encendió su moto y tranquilo condujo para llegar a su destino, no estaba lejos así que tras varios minutos ya estaba frente al local, Darla estaba llegando justo cuando él pudo conseguir cruzar la calle para poder estacionarse. Ella dejó su bici cuando él ya se encontraba abriendo la puerta trasera del local.
–Buenos días, Darla –saludó con voz profunda y algo ronca logrando que a ella se le erizase la piel.
–Buen día jefe –respondió ella cordial con una sonrisa.
–¿Cuándo dejarás de saludarme así? –cuestionó y ella solo se limitó a reír disimulada.
–¿Qué esperas que te diga? Eres mi jefe, ¿o no?
–Creí que también era tu amigo –dijo con falsa indignación cuando por fin abrió la puerta, Darla solo rio ignorándolo.
Le cedió el paso viendo la hora en su reloj, siete y cincuenta y ocho, luego entró detrás de ella cerrando la puerta, ella rápidamente fue hacia el vestidor de mujeres y dejó sus cosas allí, él sin embargo caminó tranquilo hasta la puerta principal quitando los seguros y colocando el código para que la alarma no sonara cuando la puerta fuese a ser abierta, con una gracia muy varonil giró el letrero de cerrado a abierto. Se giró y vio a Darla moverse apresurada llegando al mostrador con su delantal puesto.
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OPAL (en edición)
RomancePara llegar a los caminos del amor a veces necesitamos empujes. Portada por @BPEDITORIAL No al plagio. Sean originales.