Noviembre 2005

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Tomó la pequeña mano de su hermana y corrió con ella hacia el interior de la casa, asustada la llevó al segundo piso sin saber bien que hacer, ella apenas tenía nueve años, no conocía esta parte de la vida. Solo conocía los colores en dragadacion de rosa y quizás un poco del gris. Pero no el blanco o el negro. Los gritos de aquel ser se escucharon en la puerta de entrada, era obvio que otra vez estaba algo tomado a plena luz del día. Quería llamar a su madre pero su prioridad era, en ese momento, ocultarse de aquel ser.

Tras conseguir esconder a la niña y hacerle prometer que no saldría de allí hasta que ella fuera a buscarla corrió saliendo de la habitación. El hombre aquel seguía buscándolas en la planta baja, así que se apresuró en buscar el celular que su madre les había dejado en caso de emergencia. Buscó en su habitación sin dar con el, fue a la de su madre y tampoco lo halló allí. Nerviosa y al borde del llanto salió sigilosa y se asomó por las escaleras viendo desde allí el teléfono en la mesa de entrada.

Tragando hondo bajó las escaleras y con pasos temerosos llegó hasta su objetivo.

–Aquí estás bonita –dijo tocándole el cabello que le llegaba a media espalda. Ella aguantó la respiración y se giró dando dos pasos atrás –¿Y la gritona de tu hermana? –preguntó avanzando haciendo que ella retrocediera cada vez más presa del miedo –No me respondas, realmente no me interesa ella. La que me gusta eres tú –Reily se giró intentando huir pero él la detuvo rápido girándola hacia él sin problema alguno –. Te pondré las cosas fáciles así ambos salimos ganando, haces todo lo que yo te diga sin poner resistencia y no las mato a ninguna y así yo obtengo lo que quiero y tú, princesita de porcelana –dijo lascivo acariciandole la mejilla con la nariz –serás la heroína de la viuda estúpida y la gritona enana, ¿de acuerdo?

Reily negó con la cabeza y se safó del agarre empujandolo de inmediato, él por su parte torció el gesto mientras negaba repetidamente. Sin tener tiempo para nada él  la abofeteó haciéndola caer al suelo.

Cuando iba a tomarla para llevársela al cuarto de invitados escuchó el auto de su madre afuera, se alejó un poco de Reily y cuando la puerta se abrió se hizo el sorprendido –Te dije que no corrieras que te podías caer –le reprochó en falso tono. Su madre se acercó a ella de inmediato y la ayudó a sentarse en el suelo.

–¿Qué pasó? –cuestionó alarmada pues le vio la mejilla más colorada de lo normal.

–¿No escuchaste? Se ha caído por desobediente –habló mirando fijo a Reily.

–¿Puedes dejar que ella me responda? No estoy hablando contigo. Anda cariño, dime –dijo acariciando la melena de su hija.

–Es cierto lo que dice... –habló débilmente nerviosa –estaba corriendo y me caí.

–Pero no por eso lloras, ¿o sí? –cuestionó ella no queriendo hacer juicios.

–Es que... –la mirada profunda de él la hizo tragar hondo y volver a mirar fijo a su mamá –Jugaba las escondidas con Alice y aún no la encuentro, estaba empezando a preocuparme –mintió.

Su madre miró a aquel hombre por sobre el hombro y tomó a Reily de la mano, fueron juntas a la planta de arriba y entre ambas buscaron a la pequeña que estaba escondida en el hueco del ropero en su habitación. Al estar solas su madre volvió a cuestionarle sobre lo que había pasado, el miedo pululaba en su ser. No quería que nada les pasara, a ninguna incluyéndola a ella, por eso le contó. Le dijo con puntos y señales todo lo que él le había dicho y ya era la segunda vez que intentaba algo.

Su madre apresurada corrió a cerrar la puerta cuando escuchó sus pasos subiendo las escaleras, con fuerza movió una de las comodas para trabar aún más la puerta. Buscó el teléfono en su bolso y llamó a la policía.

–Quiero denunciar a un violador –dijo segura mientras abrazaba a sus hijas.

Minutos después se escuchó las sirenas de la policía. Megan se acercó a la ventana y vio a los policías caminar hasta la puerta de su casa.

Salió de la habitación y bajó las escaleras acompañada de las niñas y le abrió la puerta al oficial cuando este tocó, uno de los agentes les sugirió esperar afuera así que salieron. Poco tiempo después vieron a John esposado siendo guiado por dos oficiales hasta la patrulla, la mirada que les dio a las tres fue de advertencia, pero nunca dijo nada.

Ni siquiera negó el día del juicio que había intentado abusar de ellas. Simplemente se limitaba a mirarlas trasnmiendoles un mensaje:

"Voy por ti".

OPAL (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora