Mayo 2011

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Salió del salón caminando tranquila junto a sus amigas, al pasar los minutos vio a Alice así que la llamó para poder irse a casa. Un día cualquiera ella llegaría media hora después pues siempre se quedaba con sus amigas o en la biblioteca, pero ese día sabía que su madre no estaría en su casa así que no quería dejar á su hermanita sola.

Ambas estaban emocionadas pues tras tres meses sin ver a Keid volverían a estar juntas, y en el mejor de los casos ella viviría con su hermana y sus sobrinas. Lamentaban mucho la muerte de su abuelo, es por eso que Keid estaba bajo el cuidado del gobierno hasta que se hicieran los papeleos necesarios para poder vivir con su hermana. Su padre había dejado todo escrito, pero en el mundo de los adultos las cosas no siempre son tan fáciles.

Llegaron a la casa hablando y haciendo planes sobre lo que harían ese fin de semana. Caminaron hasta la cocina y ambas dejaron de respirar al ver a John sentado en la encimera con un arma en la mano.

–Es bueno volver a verlas, mocosas –dijo con una ligera sonrisa en los labios. Reily por instinto colocó a Alice detrás suyo al tiempo que retrocedía unos pasos.

–¿C-cómo nos encontraste? –preguntó asustada.

Él sonrió pero sus ojos hablaban muy diferente a esa sonrisa –Seis malditos años buscandolas. Son unas hijas de puta que saben jugar bien. Cuatro años buscandolas en Canadá para darme cuenta de que habían vuelto a Estados Unidos. Recordé que una vez tu madre me había contado que vivía en California con sus padres. Así que busqué por todos lados y vaya que si fue difícil, hasta hace unos dos meses. Y aquí estoy mis pequeñas. ¿Extrañaron a su papi? –preguntó bajando de un salto.

–¡Tu no eres nuestro padre! –gritó Alice saliendo un poco de su escondite, Reily volvió a empujarla al tiempo que sacaba su celular del bolsillo y se lo enteraba discretamente a su hermana.

–¿Qué quieres?

John volvió a sonreir, pero esa vez fue una sonrisa ladina y llena de lascivia –Terminar lo que no pude empezar pequeña, y vaya que si ha válido la pena todo este tiempo –dijo minrando a Reily de una manera que a ella la asqueó.

Sin darse cuenta de como pasó todo estaba tumbada en el piso con la mejilla colorada por el golpe que él le había dado, aún media aturdida se puso en pie tomándolo de la mano cuando el intanteba quitarle la camisa a Alice.

–Ella no tiene nada que ver, déjala. No le hagas nada –dijo al borde del llanto.

Reily miró a su hermana y le dijo que se escondiera, antes de mirarla a los ojos por última vez le dijo que llamara a la policía.

Tenía la cara y parte del cuerpo magullada. Había recibido varios golpes por negarse a hacer lo que él le pedía. Había intercedido por su hermanita, pero eso no implicaba que no se opusiera a ser tocada, cuando despertó, pues se había desmayado, estaba tirada en la cama mientras John seguía abusando de ella. Lloró pues el dolor la estaba consumiendo junto a todas las palabras de desprecio que él le estaba diciendo.

Cuando él se apartó de ella suspiró aliviada aunque no del todo, se sentía sucia, inmunda y sin valor. Se apió de la cama y en el suelo vio el arma que él llevaba. La tomó justo cuando unas sirenas se escucharon a lo lejos. John con rapidez empezó a maldecir diciendo que debió atar o matar a la enana. El cuerpo de Reily estaba molido pero al oír los planes de él de salir por su hermana se movió con rapidez y poniéndose en pie le apuntó.

–No te atrevas a hacerle algo a mi hermana, infeliz –dijo llorando.

–¿Y qué se supone que harás? –le cuestionó irónico.

Reily había estudiado un poco las armas pues tenía planes de entrar a la Academia de Policía, así que sabía cómo quitar el seguro y sobar el arma dejándolo sorprendido. Y disparó, sin importarle, le dio en la pierna justo cuando el timbre de la casa sonaba.

Pasó por encima de él soltando el arma y corrió saliendo de la habitación, su falda estaba manchada de sangre y la camisa estaba rota de un lado dejando ver el tirante del sostén que llevaba.

–¡Alice! ¡Alice! –gritó limpiando su rostro. La puerta del frente cedió y cinco agentes de la policía irrompieron en la casa. Reily siguió gritando el nombre de su hermana aún tirada en el suelo pues se sintió débil y cayó arrodillada al piso.

Desde la sala vio la cabellera castaña de su hermana saliendo de la cocina quién se lanzó a sus brazos llorando. La abrazó con fuerza besándole la cabeza, llorando a mares porque no era capaz de emitir palabra alguna. Unos agentes las sacaron de la casa y en ese instante el auto de su madre se detuvo cerca de ellos, del auto bajaron Megan y Keid corriendo hasta ellas. Segundos después vieron a unos oficiales sacar a John de la casa esposado y siendo ayudado pues no podía caminar bien.

En medio de la conmoción Megan se acercó corriendo hasta él, llorando de rabia y odio y lo golpeó justo en la herida de bala haciéndolo chillar y caer arrodillado.

–Espero ver el día en que te sentencien a podrirte en la cárcel –le dijo antes de darle un puñetazo en la nariz. Se alejó de él  diciéndole al oficial a cargo que iría a la policía luego de ir a una clínica con su hija. Todo lo bueno que pudo haber tenido ese fin de semana se esfumó con John Kelly en esa patrulla.

OPAL (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora