Marzo 2000

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Abrió los ojos sintiéndolos pesados, hinchados quizás, les ardían. Su alma ardía, pero no sabía reconocer tantos sentimientos, apenas si tenía cuatro años. Se movió en la cama y abrazó a su hermanita, de apenas nueve meses, que dormía a su lado, acarició su cabello y dejó salir el par de lágrimas que tenía retenidas.

Escuchó el leve ruido que emitía la puerta al ser abierta para segundos después sentir unas cálidas y delgadas manos que acariciaron su cabello. Aquel cuerpo se acomodó en la cama junto a ellas y las abrazó mientras sollozaba débilmente.

–¿Lo volveremos a ver? –cuestionó la pequeña.

Su madre ahogó el gemido de dolor que subía por su garganta y asintió –Algún día, pequeña, algún día...

–¿Por qué se fue, mami? ¿Ya no nos quiere? ¿Hicimos algo mal?

El sollozo le brotó profundo del pecho, Megan escondió el rostro dejando que las lágrimas salieran libres –No... tu papi... é-él sí nos quiso, nos quiso profundamente, solo... –las palabras se le trabaron en el pecho, ¿cómo le explicaba que su padre estaba muerto? ¿cómo le decía a una pequeña de cuatro años que no volvería a ver a su padre? ¿cómo lo entendería ella? –Solo está dormido, mi cielo –concluyó dolida.

–¿Y por qué no despertó cuando le hablaste? ¿Por qué no lo hiso cuando lo llamé? –murmuró llorando, sentía, aunque no comprendiera, que no volvería a ver a su padre. El llanto de su madre se intensificó dejándola helada y sin respuesta alguna.

Megan se puso en pie saliendo de la habitación, le dolía la cabeza por culpa de tanto llanto, pero por lo menos pudo descansar un rato con las niñas. Al llegar a la sala de estar descubrió a su padre llegando junto con Keid, y no pudo evitarlo, salió corriendo a la calle lanzándose a los brazos de su padre quien la sostuvo con fuerza.

–Me lo quitaron, pa –balbuceó en medio del llanto –. ¿Cómo se supone que siga adelante sola? –continuó llorando.

Su padre la abrazó fuerte, sintiendo su dolor como propio, quería a Brad como aún hijo –Sé que te duele, Meg, pero recuerda, no estás sola, aun tienes a Rei y a Alice.

–¿Dónde está el tío, papá? –la voz de Keid hizo que Megan se alejara de su padre para verla –¿Por qué lloras, Meg? ¿Estás enferma?

–No, Keid –habló despacio, otra vez, le tocaría explicar lo mismo otra vez, era demasiado para ella, pero tenía que hacerlo. Se agachó a la altura de su hermana y respiró hondo.

–¿Te duele? –Megan asintió tratando de retener el llanto, lo cual era casi imposible.

–El tío... él... –sorbió profundo limpiándose el rostro para poder sonreírle, fue la sonrisa más triste que le había mostrado a su hermana –Solo está durmiendo, está durmiendo en un lugar mejor.

OPAL (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora