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pausada
Morgan Baker regresa a Derry después de muchos años, tras la repentina desaparición de su prima. Ella solo esperaba pasar el verano más aburrido de su vida, pero no podía estar más equivocada, ya que todo se volvería un nudo de problem...
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Es una tarde soleada, se nota que el verano está cerca. Los rayos de sol se filtran entre las frondosas copas de los árboles, los gorriones cantan y- oh, que demonios, quiero morirme. Hace un calor de muerte, el aire acondicionado del coche está roto y el llevar más de cuatro horas aquí encerrada no ayuda para nada. Sinceramente no me hace ninguna gracia tener que pasar el verano en Derry, hace años que no paso por allí, pero por las cosas que me ha contado mi prima sigue siendo un pueblucho de mala muerte.
Pasaremos aquí todo el verano acompañando a mi tía Joane, su hija (mi prima, valga la redundancia) ha desaparecido sin dejar ni una sola pista. Mi madre ha insistido mucho en venir, ya que ahora mi tía se encuentra sola y al borde de la locura por la perdida tan repentina de su hija y única familiar cercana.
Y por eso mis padres y yo nos dirigimos hacia el pueblo, teniendo que dejar la escuela una semana antes de que termine y renunciando a mis vacaciones en Florida, yay. Lo único que me consuela es que sé que mi viejo amigo de la infancia sigue en el pueblo y no me sentiré tan sola. Quizá parezca que me muestro muy insensible con el tema de la desaparición de mi prima, pero realmente nunca fue muy amable conmigo y no me extrañaría que se hubiese fugado con alguno de sus tantos ligues.
Pegué mi mejilla a la ventanilla en cuanto vi las pequeñas casas del pueblo a lo lejos, ¡este viaje se me había hecho eterno!
—¡Papá, rápido!— grité moviéndome ansiosa en mi asiento.—Quiero llegar lo antes posible y darme una ducha, estoy pegajosa —hice una mueca.
—Veo que tienes tantas ganas como yo de ver a tu tía —rió, pero segundos después se sobaba el brazo por el golpe que mamá le había dado.
—Ya, portaos bien. Mi hermana lo está pasando muy mal con todo este asunto. Solo os pido que seáis respetuosos —dijo mirándome a través del retrovisor.
—Sí, mamá.
···
Llegamos al centro del pueblo sobre las siete de la tarde, aún faltan unas horas para que anochezca.
Mi padre aparcó el coche delante de una casa azul y blanca, ¿la casa de la tía siempre había sido así? La recordaba más... horrible. Quizá porque la mayoría de las veces que venía acababa siendo golpeada por mi prima.
Sacamos las maletas del coche y nos dirigimos hacia la puerta, segundos después de llamar se escucharon pasos apresurados al otro lado de esta. La tía Joane nos abrió con un intento de sonrisa, que más bien parece la cara que pondría si se hubiese sentado sobre un cactus. Su pelo está sucio y mal agarrado en un moño, su ropa no está en las mejores condiciones y no lleva ni una gota de maquillaje en su rostro. Realmente está MUY afectada, la tía Joane es una persona muy presumida que se deja llevar por las impresiones de los demás y de "el qué dirán".
Hace un ademán invitándonos a entrar y cierra la puerta tras nosotros. Nos mira durante unos segundos en los que puedo apreciar cómo su rostro va cambiando lentamente de su intento de sonrisa a una mueca que termina en llanto. Se tira a los brazos de mi madre cómo si fuese su última esperanza.