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pausada
Morgan Baker regresa a Derry después de muchos años, tras la repentina desaparición de su prima. Ella solo esperaba pasar el verano más aburrido de su vida, pero no podía estar más equivocada, ya que todo se volvería un nudo de problem...
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Cuatro de julio, día de la independencia, orgullo nacional. Y, para variar, una fiesta que le encantaba a mi padre. Honestamente creo que solo le gusta porque tiene una excusa para hacer una barbacoa y celebrar algo. Desde muy temprano se había puesto a limpiar la casa de arriba abajo y a colocar banderitas por todas partes, habían invitado a varios vecinos para celebrar este día todos juntos y querían que todo estuviese perfecto. A pesar de ser martes se trata de una fiesta nacional y aunque todo el mundo tenga que trabajar mañana apuesto a que más de uno se emborrachará de buena gana.
Era temprano en la tarde, mamá estaba en la cocina preparando postres para esta noche, mientras yo ayudaba a papá a colocar luces blancas y mesas en el jardín trasero.
—Papá, ¿estás seguro de que ha sido buena idea utilizar las luces de navidad?— pregunté mirándolo mientras me tapada los ojos del sol con la mano izquierda.
—Claro que sí, nadie se dará cuenta. Ni si quiera tu tía, lleva años sin celebrar la Navidad—se rió mientras bajaba de la escalera que yo le estaba sujetando. Se llevó ambas manos a las caderas admirando nuestro trabajo y añadió —Nos faltan más banderas.
—¡¿Qué?! Papá, has puesto mil.
—Pues ahora serán mil y una, ayúdame con esto— vi como arrastraba una bandera enorme hacia el jardín. —La pondremos justo encima de la puerta, ¿qué te parece?
—Está bien —suspiré. —Si eso te hace feliz.—Volví a sujetarle la escalera plegable mientras él subía para atar las cuerdas a las columnas del porche.
Me senté en las escaleras de madera apoyando mi cara en ambas manos mientras observaba a mi padre terminar de montar la barbacoa. Estaba un poco fastidiada, debía admitirlo. Iba a perderme el gran desfile, la visita a la feria con papá y mamá, la música en la playa y los fuegos articiales. Habíamos ido a Florida de vacaciones todos los veranos desde que tengo memoria, incluso antes la tía venía con nosotros, al menos hasta que el tío Oliver nos dejó. No es que esté realmente enfadada por pasar el verano en Derry, es una situación complicada y lo entiendo. Supongo que simplemente voy a echar de menos comer algodón de azúcar y pasar el día en la playa, puede que hasta extrañe un poquito a papá regañandonos a mamá y a mí por comer perritos calientes un día como hoy.
Cuando volví en mí parpadeé reiteradas veces al no ver a papá delante de mí, podía oír su risa desde el porche delantero. Me levanté y atravesé la cocina para salir por la puerta principal, no me sorprendí al ver al señor Uris charlando con él. Através de la ventanilla del coche pude ver unos rizos al otro lado, Stan intantaba bajar algo del asiento trasero, no con demasiado éxito en mi humilde opinión. Decidí ayudarle porque no parecía tener intención de interrumpir la charla de nuestros padres, no sé si por autoridad o por orgullo masculino.
—¿Necesitas ayuda?— le sonreí ampliamente cruzada de brazos delante de él. Levantó la cabeza y me respondió a la sonrisa con otra mientras se apartaba un mechón rizado de la frente.