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pausada
Morgan Baker regresa a Derry después de muchos años, tras la repentina desaparición de su prima. Ella solo esperaba pasar el verano más aburrido de su vida, pero no podía estar más equivocada, ya que todo se volvería un nudo de problem...
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Esta mañana el cielo estaba encapotado, como si nos advirtiera de la inminente tormenta de verano que se cernía sobre nosotros. Pequeñas gotas habían comenzado a caer poco después de que papá arrancase el coche saliendo de nuestra calle. La lluvia era muy fina, pero junto al cielo cubierto de nubes de tonos grises y azulados creaba una atmósfera todavía más fría y pesada alrededor del Saint Mary.
Después de darle la noticia a mi tía de que no continuarían buscando a Jessica la pobre mujer no pudo soportar más la tensión que había estado acumulando y simplemente explotó. Mamá me obligó a irme a mi cuarto en cuanto tía Joane entró en la cocina y comenzó a tirar toda la vajilla que encontraba por su camino. Las viejas paredes no pudieron frenar el ruido que había dejado atrás al cerrar la puerta de mi habitación, los gritos de los tres adultos podían escucharse de manera amortiguada pero clara desde mi cama. El llanto de mi tía se mezcló con los sollozos de mi madre y los intentos de buscar calma de mi padre durante al menos una hora, pero no acabó ahí, durante la noche tía Joane había tenido varios ataques de pánico. Cuando por fin creía que se había dormido la escuchaba llorar, como un alma en pena en busca de consuelo.
No fue hasta que nos subimos al coche esta mañana que vi los cortes en las manos y antebrazos de mi tía, supuse que se los había hecho con el cristal de los vasos y copas que había roto la noche anterior, así que preferí volver la mirada a la carretera delante de nosotros el resto del trayecto. Nadie abrió la boca, así que fuimos en silencio todo el camino.
Esta vez la mujer de la recepción del hospital nos mandó ir a otra zona de este, en el segundo piso del edificio principal. No tuvimos que esperar demasiado para que llamasen a mi tía a consulta y, nuevamente, no me dejaron pasar. Me senté en la silla al lado de mi padre, cruzando ambos brazos sobre mi pecho y echando la cabeza ligeramente hacia atrás.
—¿Por qué mamá nunca me deja involucrarme en nada? —pregunté molesta, con la vista puesta en una gran mancha de humedad en una esquina del techo.
—Tu madre no quiere que te preocupes por estas cosas... —alcé una ceja en su dirección que le instó a continuar—. Son temas demasiado complicados, Morgan. No tengas prisa por crecer.
—Creo que soy lo suficientemente mayor para comprenderlo —insistí sin estar de acuerdo.
—Claro, una gran mujer de catorce años —se burló con una sonrisa.
—Papá —me quejé, indicándole que estaba hablando en serio.
—Ya, ya... Lo siento, cielo, pero es mejor así —pasó su brazo sobre mis hombros atrayéndome hacia su pecho y besó mi frente para luego apoyar su mentón sobre mi cabeza.
No acababa de entender porqué querían que me mantuviese ajena a todo esto, al fin y al cabo yo también era parte de esta familia, tenía derecho a saber qué pasaba. Hay muchas cosas que no comprendía debido a mi edad, pero ocultármelas no hacía la situación más fácil.