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   Pasaron varios días en los que no me crucé con Patrick, no es que le estuviese evitando

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   Pasaron varios días en los que no me crucé con Patrick, no es que le estuviese evitando. Al contrario de lo que me había dicho parecía que era él el que me evadía, cosa que me molestaba. Ni yo misma sé si quiero alejarme, pero una molesta sensación de vacío se había instalado en mi estómago desde hacía días.

   El instituto ya había terminado, asi que, para celebrar que la tortura había acabado, los chicos sugirieron ir a la cantera. El sol brillaba radiante en el cielo, no podía apreciarse ninguna nube, el día perfecto para darse un baño.

   —Mamá, me voy ya~ —esperé unos segundos en silencio esperando su respuesta antes de cerrar la puerta.

   —¡Ponte protección solar y no estés demasiado tiempo en el agua! —gritó desde el piso de arriba. —¡Pásalo bien!

   —Está bien, adiós~ —dije para después cerrar la puerta e ir a por mi bici.

   Habíamos quedado en la plaza principal del pueblo todos los perdedores, ya que yo no tenía ni la más remota idea de dónde estaba la cantera. A medida que me acercaba pude ver a Bill sentado en un banco a la sombra, al parecer era el único puntual.

   —Buenas tardes, señor William —bromeé. —¿Sabe usted algo del paradero de nuestros estúpidos perdedores? —dije nada más bajar de mi bici, para luego apoyarla en el lado del banco donde él estaba sentado e imitar su acción.

   —P-p-probablem-mente aún estén en sus c-c-casas.

   —Agh, ¿acaso nadie es puntual en este pueblo? — me quejé.

   —La verdad es que habíamos quedado dentro de m-m-media hora, pero tu re-reloj está mal, Eddie lleva diciéndotelo t-toda la se-semana— dijo sin ganas.

   —Entonces... ¿qué haces aquí, Bill? ¿Va todo bien? —me giré hacia él preocupada.

   —Solo... no me apetecía estar en casa — susurró apenado. —Ha-ha-hace tres semanas que G-g-g-georgie desapareció y mamá no d-deja de llorar.

   —Por Dios Bill... Lo siento tanto, no lo sabía —pasé mis brazos alrededor de su cuello y lo abracé sin saber muy bien que decir. Iba a separarme, pero noté como se aferraba a mi camiseta mientras comenzaba a hipar un poco. —Puedes llorar, Bill... creo que ya has sido lo suficientemente valiente —susurré por la cercanía mientras daba leves caricias a su espalda temblorosa.

   Permanecimos así hasta que llegó el resto, solo faltaba Eddie y podríamos irnos. Beverly se acercó a Bill,  por lo que me alejé para darles algo de espacio y así saludar a los demás.

   —¿Alguien sabe algo de Edds?— pregunté impaciente.

   —Probablemente mi querida Sonia le esté echando su crema solar y dándole mil medicamentos para sus cincuenta alergias —dijo Richie mientras se sentaba con dificultad entre Beverly y Bill y les pasaba ambos brazos por los hombros. Probablemente haciéndoles una broma sexual que no alcancé a escuchar. Miré a Stan sin entender.

Happy Summer, Morgan! | 𝐏𝐚𝐭𝐫𝐢𝐜𝐤 𝐇𝐨𝐜𝐤𝐬𝐭𝐞𝐭𝐭𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora