Morfran le escribe una nota a Scott para librarle de los últimos días de instituto, explicando que ha caído enfermo con un caso grave de mononucleosis. Cada instante que hemos pasado despiertos lo hemos dedicado a leer libros atentamente —antiguos volúmenes mohosos que han sido traducidos de volúmenes más antiguos y mohosos—. Me sentí agradecido de tener algo que hacer, de sentir que avanzábamos. Pero después de tres días durmiendo poquísimo y comiendo a base de bocadillos y pizzas congeladas, nuestros esfuerzos no han producido prácticamente ningún fruto. Cada libro es un callejón sin salida que regresa una y otra vez a los contactos con el más allá, pero sin mencionar jamás la posibilidad de pasar al otro lado, y mucho menos la de traer algo de vuelta. He llamado a cada contacto que podría ofrecerme información, pero no he conseguido nada.
Estamos sentados en la mesa de la cocina de Scott y Morfran, rodeados por más libros inservibles, mientras Morfran añade patatas a un guiso de carne que tiene al fuego. Al otro lado de las ventanas, los pájaros revolotean de árbol en árbol, y unas cuantas ardillas grandes están luchando por hacerse con el control del comedero de los pájaros. No he visto a Stiles desde la noche que contactamos con él. No sé por qué. Me convenzo a mí mismo de que teme por mí, que se arrepiente de haberme pedido que vaya a buscarlo, y que se está manteniendo alejado a propósito. Es una ilusión agradable. Tal vez incluso sea cierta.
—¿Has sabido algo de Lydia últimamente? —pregunto a Scott.
—Sí. Dice que no nos estamos perdiendo mucho en el instituto. Que principalmente están asistiendo a espectáculos de animadoras, uno detrás de otro, y a círculos de amistad.
Resoplo. Recuerdo haber pensado que seguramente sería así. Scott no parece preocupado, pero me pregunto por qué no me habrá llamado Lydia. No deberíamos haberla dejado sola tantos días. El ritual seguramente la afectó.
—¿Por qué no se ha pasado por aquí? —le pregunto.
—Ya sabes lo que piensa de esto —responde Scott sin alzar la vista del libro que está leyendo. Doy unos golpecitos con el bolígrafo sobre la página abierta frente a mí. Aquí no hay nada de utilidad.
—Morfran —digo—. Cuéntame algo sobre los zombis. Di me cómo levantan a los muertos los hechiceros vudú y los obeah.
Un ligero movimiento capta mi atención: Scott está agitando la mano sobre su garganta, haciéndome el gesto de que corte.
—¿Qué pasa? —pregunto—. Ellos resucitan a los muertos, ¿no? Eso es cruzar al otro lado, según creo. Tiene que haber algo que podamos utilizar.
Morfran coloca la cuchara de golpe sobre la encimera. Se vuelve hacia mí con expresión irritada.
—Para ser un asesino de fantasmas profesional, preguntas un montón de tonterías.
—¿Cómo?
Scott me da un codazo.
—Morfran se ofende cuando la gente asegura que el vudú puede resucitar a los muertos. Es una especie de estereotipo, ¿sabes?
—Es una completa basura hollywoodiense —refunfuña Morfran—. Esos «zombis» no eran más que pobres infelices a los que sedaban, enterraban y luego desenterraban. Después deambulaban arrastrando los pies porque los habían drogado con veneno de pez globo, que les había ablandado los sesos.
Entorno los ojos.
—¿Así que nunca ha habido ningún zombi de verdad? ¿Ni siquiera uno? Pues es por lo que el vudú tiene fama.
No debería haber añadido esto último. Los ojos de Morfran se agrandan momentáneamente, y su mandíbula se tensa.
—Ningún verdadero hechicero vudú ha intentado jamás levantar a un zombi. Es imposible devolver la vida a algo una vez que la ha perdido —regresa a su guiso. Supongo que es el final de la cuestión.
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-PAUSADA- El Chico Desde el Infierno - Sterek (Adaptación)
Fanfiction[Segundo Libro] Secuela de "El Chico Vestido De Sangre" «Qué fue. Ni siquiera yo lo sé. En el instante en que escuché su risa, Stiles apareció rojo en el fondo de mis ojos, y lo vi en todas sus manifestaciones: como el inteligente y palido muchacho...