Capítulo Catorce

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Scott, ¿estás en casa?

Llamo varias veces con los nudillos, pero la puerta se abre cuando la empujo. Al meter la cabeza dentro de la casa, no veo nada desordenado. Morfran y Scott mantienen todo bastante limpio para ser un par de solteros. La única crítica que se les podría hacer es que siempre se les mueren las plantas. Silbo a Stella, aunque no me sorprende que no acuda. El coche de Morfran no está y ella siempre le acompaña a la tienda. Cierro la puerta tras de mí y entro, atravesando la cocina. De la puerta cerrada de la habitación de Scott sale una música amortiguada. Golpeo suavemente con los nudillos y luego giro el pomo.

—¿Scott?

—Hola, Derek.

La escena no es la que esperaba. Está levantado, vestido y activo, deambulando entre el abarrotado escritorio y la cama, más abarrotada aún. Hay libros abiertos por todas partes y hojas sueltas desparramadas alrededor. También tiene el portátil encendido, colocado entre unos tres ceniceros repletos. Vaya asco. Entre sus dedos hay un cigarrillo encendido y el humo le sigue en una lánguida estela que se va elevando.

—Te he estado llamando —le digo, entrando en la habitación.

—Apagué el teléfono —responde, y le da una calada al cigarrillo. Le tiemblan las manos y no me mira en ningún momento. Simplemente continúa pasando hojas. Este es el aspecto que presenta Scott cuando está sumergido en una investigación que le absorbe y durante la que no para de fumar. ¿Hace cuánto que no come? ¿O duerme?

—Deberías tranquilizarte con eso —señalo el cigarrillo, y él lo mira como si hubiera olvidado que estaba ahí, antes de apagarlo en un cenicero ya lleno. El gesto parece hacerle reaccionar un poco, así que se detiene y se rasca la cabeza como alguien que despierta de un sueño.

—Supongo que he estado fumando mucho —comenta, y se lame los labios. Cuando traga, su rostro muestra expresión de asco y empuja el cenicero—. ¡Aj! Tal vez ahora lo deje por fin.

—Tal vez.

—¿A qué has venido?

Le lanzo una mirada incrédula.

—¿A ver cómo estabas? —respondo—. Han pasado cuatro días. Pensé que vendría y, como poco, te encontraría con el pelo teñido de negro y escuchando a Staind.

Scott sonríe.

—Bueno, la situación ha sido delicada durante varios días.

—¿Quieres hablar de ello?

Su no es tan brusco que casi doy un paso atrás. Pero luego se encoge de hombros y sacude la cabeza.

—Lo siento. Iba a llamarte hoy. De verdad. He estado hundido hasta los ojos en papeles tratando de conseguir algo útil . Pero no he tenido mucha suerte.

Estoy a punto de decirle que no tiene por qué hacer esto en un momento así, pero por la manera nerviosa de rascarse la cabeza está prácticamente rogándome que no lo haga. La distracción es buena, es lo que dice ese gesto. La distracción es necesaria. Así que saco de mi bolsillo la fotografía de un joven Gideon con toga.

—Supongo que yo he tenido un poco —respondo. Scott la coge y la examina—. Es Gideon —añado, porque probablemente no le reconozca. Solo ha visto una o dos fotografías de Gideon ya de bastante mayor.

—Los cuchillos —comenta Scott—. Parecen todos exactamente iguales que el tuyo.

—Por lo que sé, uno de ellos es el mío. Creo que es tamos viendo a los que crearon el áthame .Es lo que me dicen las tripas.

—¿Tú crees? ¿Dónde la has conseguido? —Alguien me la envió desde la dirección de Gideon.

Scott echa un nuevo vistazo a la fotografía. Entonces, descubre algo que eleva sus cejas unos cinco centímetros.

-PAUSADA- El Chico Desde el Infierno - Sterek (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora