Heridas II

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Watari y yo solíamos viajar por todo el mundo, ya sea por resolver ciertos casos o simplemente por gusto; si era por gusto, salíamos a comprar cosas o dulces típicos del país/estado. Era divertido.

A los 18 años, logré ubicar a mi padre. Si, Chase Fairchild; resulta que ahora es un gran médico, con varios títulos, con gran sustento económico y una vida acomodada. Al parecer se volvió a casar en 1989 y tuvo otra hija en 1991; que rápido se olvidó de mi madre y de mí. No se parece nada al Chase que conocía.

Se encontraba en América, en E.U.A., viviendo en uno de los mejores lugares de Miami, Florida. Maldita la casualidad de que Watari y yo viajaríamos ahí, para pasar el verano.

Había un pequeño cosquilleo que habitaba en mi pecho, una pequeña curiosidad. ¿Qué pasaría si Chase volviera a verme? ¿Cuál sería su reacción?. Investigué su dirección, sabía en qué hospital trabajaba, podía ir a donde él y encararlo, hacerle ver todo lo que me ha hecho pasar.
Pero si Watari se enterara, volvería a ver ese rostro descepcionado que tanto detesto; así que sólo esperé a que saliera, dejé una nota diciendo que ya volvía y me fui directo a su casa.

Tomé taxi por primera vez en mi vida, temiendo perderme; durante todo el camino estuve con el corazón en la mano, con el estómago revuelto por el nerviosismo, con el pecho comprimido por la tristeza y la cabeza tensa por el enojo. Toda una tormenta de emociones.

Bajé frente a las enormes puertas de una residencial, cuyas casas no eran mansiones, pero eran grandes. Antes de si quiera entrar, un hombre me detuvo:
- ¿Buscabas a alguien?- se paró en frente mío, al parecer era de seguridad.
- S-si... Humm...- me tomó por sorpresa- al doctor Chase Fairchild.
- ¿Te refieres al señor Worthington?
- Si, exactamente, a él... lo siento- vaya, él también se ha cambiado el apellido. ¿Por qué habrá sido?- Me ha pedido que venga a verlo a su casa.
- ¿Puedes darme tu nombre?, por favor- demonios...
- S-soy... George...- nombre aleatorio
- Muy bien. Espera un segundo.- entró a su cabina y empezó a hablar por teléfono. ¿George? ¿En que pensaba? Obviamente no me dejarán pasar. Salió de nuevo y se dirigió a mi.
- Puedes pasar- empezó a abrir las rejas. Espera ¿qué?.
- Disculpe...- dije cuando empezaba a cruzar la reja- ¿él me recuerda?
- No, pero dijo que seguro ahora que viera tu rostro, te reconocería.

¿Qué clase de idiota adinerado deja entrar a cualquier extraño a la residencia en la que vive?

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Me fue necesario tocar sólo una vez el timbre de su casa. Mientras alguien abría, le di un vistazo a la casa: era de dos pisos, totalmente blanca y amplia, le adornaba un hermoso jardín pequeño en la entrada y una hermosa puerta marrón claro. Cuando escuché el picaporte girar, mi estómago volvió a rebolverse.

Fue como verme en un espejo, pero muchos años después. Seguía siendo pálido, delgado, de cabello corto y con unas ojeras ligeramente marcadas, las diferencias entre él y yo eran que él tenía ojos marrones, barba recortada y unas canas que adornaban su oscuro cabello; definitivamente él ya no era él. Quedé estático.

- Buenas tardes- sonrió ampliamente, estiró su mano y la estreché con timidez, me miró extrañado- Lo siento pero... No te recuerdo...
- ¿E-estás seguro?- dije con un nudo en la garganta, solté de su mano.
- Pues... Me resultas familiar...- rió- pero no recuerdo por qué.
- Bueno...- tragué en seco y bajé la mirada- ¿Recuerdas el nombre de...- suspiré, esa sería la primera vez que diría mi nombre en años- Elle... Fairchild?
- Entra, por favor- dijo fríamente, su cara se tornó seria y se puso pálido- Por favor.- negué con la cabeza.
- No quiero entrar, quiero hablar contigo aquí.- no quería entrar y ver el desfile de fotos donde se le podía ver feliz al lado de alguien más, mejor aquí. Tomó de mi brazo con fuerza y trató de hacerme entrar, pero tiré varias veces por varios segundos hasta que me soltó.
- ¡¿Qué es lo que quieres?!- dijo entre dientes- ¡Ahora no es un buen momento!
- ¿Quieres que venga cuando no esté ni tu esposa ni tu hija? ¿O cuando no estén tus vecinos?- sonreí amargamente.
- ¡Vete! ¡Vamos! ¡Lárgate!
- Sólo quiero una explicación...
- ¡¿Acerca de qué?!
- ¿Es enserio?- reí de manera irónica- ¿Quieres que te refresque la memoria?.- su semblante cambió drásticamente- Me dejaste varado en una ciudad que no conocía, en una calle que no conocía, a los 5 años... ¿Por qué?- mis ojos se aguaron.
- ¡Por qué estaba harto! ¿Entiendes?, Harto de una vida vacía y absurda en la que no hacía nada más que trabajar como idiota en una oficina y lamentarme por lo desgraciado que era, y todo por no cuidarme aquella noche de copas.- se alteró aún más- Y justo cuando empezaba a amar a tu madre... Ella murió y... Todo se fue al carajo...- empezó a llorar al igual que yo- No podía hacerme cargo de ti yo solo, ella te conocía mejor que yo y... Yo no podía...
- Eso no es pretexto...- bajé la mirada- me dejaste en medio de la nada... Cuando más necesitaba de alguien...
- Entiéndeme, por favor.
- ¡No! ¡Entiéndeme tu!- alcé la voz y la mirada, perdí el control sobre mi- ¡¿Sabes lo que pasé en las calles?! ¡Estuve 2 meses constantes rogando por agua y por comida con pocos resultados! ¡Fui violado por un maldito hijo de puta! ¡Por ti es que ahora estoy mal!
- L-lo siento.- bajó la mirada- Yo no lo sabía...
- Claro que no lo sabías...- reí con amargura y limpié mis lágrimas duramente. Hubo un largo silencio.
- Sé que lo que hice estuvo muy mal, y lo lamento. Pero no puedes regresar; no me apetecería que mi esposa y mi hija se enteraran de ésto, no quiero lastimarlas... Puedo darte dinero, si quieres, puedo ayudarte.
- No, no gracias- reí- quédate tu dinero, te juro que no me hace falta. Y además, no te importó lastimar a tu hijo de todos modos- iba a hablar, pero le interrumpí- Pero está bien, me voy. Ya hice lo que tenía que hacer.

Justo cuando giré para irme, su esposa y su hija iban llegando. Era una mujer rubia, ojos azules, delgada y alta, muy linda; la niña tenía aproximadamente 6 años y bueno... me recordó a cuando era niño, era una versión femenina de mi.
- Cariño, ¿pasa algo?- dijo la mujer algo consternada de ver a su esposo mal.
- No, descuida, sólo hablabamos un poco de algo...
- ¿Sobre qué?
- Asuntos de él. De hecho, ya se iba ¿Cierto?.
- S-si, y-yo... Me voy...- dije bajando la mirada. Avancé unos metros, no sin antes despedirme.- Ten una linda vida, Chase. Tu familia se lo merece.
- ¿Qué está pasando aquí?- ella continuó confundida.
- Pregúntale a él...- no la miré, pero si vi a la niña. Me dió tanta ternura que no pude evitar sonreír.- Es muy linda su hija...

Seguí caminando hacia la entrada, ignorando la voz de la señora Worthington pidiendo quedarme. Yo ya no podía quedarme, si lo hacía iba a explotar.

Quería golpear algo, quería llorar hasta quedarme dormido, quería maldecir a todo el mundo, quería odiar a dios por darme una vida tan miserable y obsoleta, quería sacar ésta pena...

Quería morir, y ésta vez si lo lograría...

Elle Lawliet: I'm only humanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora