Oficina en la noche

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Si no se movía de esa posición acabaría por llegar al orgasmo.

Las manos de Channelle se aferraban con fuerza al bordillo, porque notaba cómo las manos de su alumna cada vez estaban mas cerca de su falda. 

―Conque no merecía la pena tener nuestra primera cita en un restaurante, eh? 

Por un momento pensó que aquella voz estaba en su cabeza, pero luego sintió un roce suave, casi inexistente. Abrió los ojos y lo primero que vio fue aquel verde intenso que desprendía la mirada de Hillary. Se fijó en sus hombros, en lo bien que le sentaba el biquini negro, y el moño despeinado en el que se había recogido su larga cabellera color Rubia. Se removió en el cubículo para encontrar una posición menos peligrosa, sin burbujas colándose en lugares indiscretos.

«Deja de mirarla», pensó.

En vez de eso, llevó la vista al reloj que había en una de las columnas de su oficina. 20:34. Respiró profundamente, evitando a la morena que, por suerte, estaba a una distancia prudencial, y respondió: 

―Conque ignorando los consejos de tu profesora, West. Para variar. ―Metió las manos debajo del escritorio y las dejó descansar sobre sus muslos.

―Puede que hubiera hecho caso a mi profesora de haber tenido un mínimo interés en ver la Galería Borghese con mis compañeros hormonados...

20:35, y no necesitaba las últimas palabras de la joven para saber que, a pesar de su corta edad, era mucho más madura que el resto de la clase.  Era la alumna que cualquier profesor desearía tener, incluso tenía un cuerpo escultural que le hacía perder el hilo cuando explicaba la técnica pictórica de los frescos de la Capilla Sixtina.

―La Galería Borghese es preciosa ―admitió, ahora clavando la mirada en la puerta de la sauna.

―Confiésalo: dijiste que era mejor que aprovechásemos para visitar la ciudad, solo para para no encontrarte con nosotros en la oficina.

Se quedó en silencio durante varios segundos, quizá lograba que Hillary se olvidara y no tener que responder. Pero entonces, la morena se sentó a su lado, muy cerca. Más de lo que una alumna debería. Channelle notó los ojos penetrantes de la alumna y fue incapaz de callarse e incluso mentir. 20:41.

Touchée ―susurró Channelle, y sintió un leve rubor que teñía sus mejillas.

La morena soltó una carcajada, ladeando la cabeza para mirar a la profesora con intensidad. Estaba disfrutando de todo aquello: le encantaba molestarla y ponerla en aquellas situaciones, sobre todo si conseguía que se sonrojara o balbuceara un poco, como había ocurrido unos días antes. 

―Tranquila, no le contaré a nadie lo que estabas haciendo.

20:43: Channelle estaba jodida, pero también muy excitada. De haber sabido que iba a hacer esto con su alumna en la oficina no habría dicho que si para verse, aunque era demasiado tarde para pensar en eso.

―¿El qué?

―Lo de antes, ya sabes ―Hillary acarició levemente el muslo de Channelle bajo el escritorio, y añadió, en un susurro―: Pensar en mí mientras te mordías el labio.

Sus manos se encontraron durante unos segundos y la morena le acarició el dorso, entrelazando los dedos.

―Hillary ―Esta vez se olvidó de las formalidades, era una advertencia.

―¿Mmm?

―No puedes hacer eso.

―Estamos solas, profesora. Solo quedan algunas personas afuera pero no están pendiente a lo que hacemos. 

Mi Maestra de Química.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora