26. Todd

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Tras la primera noche en su nuevo e humilde hogar, Seth Roth fue despertado por Wolfgang a primera hora de la mañana, cuando el sol a penas comenzaba a asomar entre las densas nubes

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Tras la primera noche en su nuevo e humilde hogar, Seth Roth fue despertado por Wolfgang a primera hora de la mañana, cuando el sol a penas comenzaba a asomar entre las densas nubes.

Seth recibió pan para desayunar y acto seguido Wolfgang comenzó a cultivar y regar los modestos campos de tomates, patatas y berenjenas entre otros. El predicador le dio una pala y una regadera a Seth, pero este se limitó a apoyarse en la pared de la pequeña iglesia y observar como su nuevo tutor trabajaba durante horas. No cavó ni un solo agujero ni plantó una sola semilla. Se limitó a mirar a regañadientes, sin estar dispuesto a trabajar aquellas tierras por obligación.

Wolfgang no le riñó ninguna vez a lo largo de la mañana ni le incitó a empezar a trabajar. Pero cuando llegó la hora de comer, mientras que Wolfgang se sirvió patatas asadas y berenjena rellena de pisto, sobre el plato de Seth tan solo depositó unas rodajas de pan rociadas por aceite de oliva. Seth no tardó en quejarse ante esta situación, a lo que Wolfgang únicamente contestó:

- Se come lo que se cultiva.

Y siguió comiendo su humilde pero elaborado plato combinado. Ante esto, Seth se levantó de la silla entre improperios y salió al patio, donde engullió de mala gana su pan.

Por la tarde tocaba visitar el hospital del pueblo, para ayudar en lo que fuera necesario y recibir algunas últimas confesiones. Seth al principio se negó a acudir, pero sabía que si se negaba a colaborar con su nuevo tutor podía llevarle de vuelta a un orfanato y cualquier cosa era mejor que eso. Accedió finalmente y se pasó la tarde entre pasillos blancos y habitaciones con olor a viejo.

Las toses provocadas por años de tabaco y los estornudos víricos componían la banda sonora de aquel hospital, que se encontraba discretamente colocado en las faldas de la montaña. Seth fue obligado a cambiar y limpiar los urinarios de los ancianos, lavar a fondo los retretes y llevarle a los médicos cualquier material que estos necesitaran. Comenzó a odiar ese hospital y a sus pacientes desde el primer día y de hecho más de una vez escupió en la comida de alguien o metió hormigas en su urinario.

La primera semana fue así cada uno de los días. A primera hora de la mañana se cultivaba y cuidaba el campo y por las tardes se acudía al hospital a ofrecer ayuda. Eran así todos los días a excepción del sábado y domingo, ya que a estos días se les sumaba la tarea de acudir a misa y acoger a los creyentes en la iglesia.

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