16. Mensaje

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El torso partido por la mitad de Mark estaba tendido en el suelo, con su mejilla pegada al frío mármol

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El torso partido por la mitad de Mark estaba tendido en el suelo, con su mejilla pegada al frío mármol. Sus ojos vacíos de vida estaban fijos sobre la pared y a Yeslie se le puso la piel de gallina cuando sintió que la miraban a ella.

Tal era la conmoción, que ni ella ni Thomas ni Ben escuchaban el enorme alboroto que provocaban los salvajes al golpear la cristalera. Tan solo quedaba una y cuando esta se rompiera, nada les separaría de ellos. Por la cabeza de Yeslie no dejaba de flotar un amargo pensamiento que le hacía sentirse culpable de todo aquello. Ella había insistido en ir a investigar a casa de los Mason, convencida de que la matanza no había sido realizada por Connor, sino por una fuerza paranormal y ahora Mark estaba muerto y ellos estaban atrapados, viendo venir una muerte segura. Pero no podía dejar que la culpabilidad le impidiera actuar. Debían movilizarse y buscar la forma de huir.

Tras partir el cuerpo de Mark, el ascensor siguió ascendiendo de nuevo, hasta que las luces volvieron a apagarse. Tras esto, se escucharon una serie de ruidos metálicos que recordaban a cadenas chocando y de pronto, la cabina del ascensor cayó estrepitosamente, creando una gran cantidad de chispas al rozar contra las paredes de hormigón. Cuando el ascensor chocó en la planta que se encontraba bajo los pies del grupo, se levantó una gran cantidad de polvo, a causa del enorme choque. Los duros cables que mantenían al ascensor entre planta y planta serpentearon a lo largo del hueco de ascensor y chocaron con un fuerte ruido contra el techo de este. El ascensor se había roto totalmente ante ellos, desplomándose a una velocidad abismal. Si las posibilidades de huir de aquella casa eran pocas, ahora eran inexistentes.

Thomas se asomó al hueco del ascensor y miró hacia abajo alumbrando con su linterna. Allí vio al ascensor, envuelto todavía en una nube de polvo y casi totalmente aplastado. De su interior salía un espeso humo negro y se podían ver chispas eléctricas, bailoteando en la reinante oscuridad.

Yeslie y Ben acudieron a la llamada de Thomas con la angustia todavía en sus cuerpos y observaron lo que este les señalaba. En el techo del ascensor, que se encontraba a unos tres metros bajo sus pies, había una abertura cuadrada por la que podrían entrar al interior del destrozado ascensor. Obviamente no podrían ponerlo de nuevo en movimiento, pero podrían entrar en el piso inferior y huir de aquellos seres.

Thomas no tuvo que pronunciar ni una palabra más para que Ben y Yeslie supieran que estaba insinuando.

- No podemos dejarnos caer hasta allí abajo...- dijo Ben nervioso.- Podemos rompernos una pierna.

- ¿Quieres quedarte aquí?- preguntó Thomas señalando a las puertas giratorias, donde los salvajes seguían tratando de romper la gruesa cristalera.

Ben resopló y apartó con su manga algunas lágrimas que empezaban a caer por sus mejillas. A cada segundo que pasaba el alboroto a sus espaldas aumentaba.

- Joder...- alcanzó a decir Ben.- Esto es surrealista.

El ruido del cristal agrietándose les hizo dar un brinco. En breves instantes los salvajes pisarían la sala de espera. Thomas cerró los ojos y se dejó caer por el hueco. En pocos segundos cayó de pie contra el techo y un intenso calambre recorrió las plantas de sus pies a causa del impacto. En cuestión de cinco segundos cayó Yeslie a su lado y esta no pudo evitar que su rodilla chocara contra el ascensor. Mientras tanto, Ben se debatía entre saltar o no. Alternaba su mirada entre el oscuro hueco y la cristalera, cada vez más rota, sin poder decidirse a saltar. Pero no tardo mucho en tomar una decisión, ya que la cristalera se rompió con un gran estruendo y Ben vio como decenas de encorvados hombres y mujeres corrían hacia a cuatro patos, de una forma que recordaba a los gorilas.

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