Mi amigo Bastille

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-¿Escuchas su melodía? ¿como una y otra vez se repite sin frenar?-me preguntó mi padre refiriéndose a la cajita de música que me acababa de regalar por mi quinto cumpleaños-.

-Si!-respondí alegremente-Es muy bonito-.

Mi padre sonrió antes de agacharse para estar a mi altura y responder mientras me acariciaba el cabello:

-Con ella no tendrás de qué temer. Mientras siga sonando y la sigas oyendo por más lejos de ti que yo pueda estar, es señal de que todo siempre estará bien-hizo una breve pausa para mirarme a los ojos-¿Prometes llevarla siempre contigo?-.

-Si papi-le devolví la sonrisa inocentemente-.

-Así me gusta, buena chica-se levantó para acariciarme el cabello una vez más para luego dedicarme una última mirada antes de despedirse de mi.

(...)

Desperté exaltada.

Mi cuerpo sudaba y mi respiración era acelerada. Acababa de tener un sueño de una niña pequeña que había cumplido los 5 años y de su padre que le había dado una cajita de música como regalo. ¿Qué significaba? ¿Qué tenía que ver todo aquello conmigo? Si mi padre nunca había sido humano... ¿Y porqué me sentía identificada con esa niña pequeña que casualmente había cumplido la misma edad que yo había cumplido la última vez que recordaba algo sobre mi pasado y que desde entonces en adelante había sido borrado?

Decidí no darle muchas vueltas al tema luego de quedarme mirando a la nada quien sabe por cuánto tiempo.

Después de caminar y caminar por horas sin rumbo fijo, empezó a entrarme hambre. ¿Cómo se supone que debía conseguir comida ahora que no tenía a nadie y estaba completamente sola en este mundo de fantasía?

-¡¿Cómo...?!-Grité a los cuatro vientos desesperada con el estómago vació y con la absurda esperanza de que alguien pudiera responderme o me ayudara-.

Al ver que nada pasaba, me resigné y me senté sobre el césped, a punto de soltar alguna que otra lágrima. 

Estaba tan sumida entre mis pensamientos y mis emociones, que no fue hasta después de que levantara mi cabeza que yacía entre mis rodillas, cuando me di cuenta de que tenía un conejo parlanchín balbuceando en frente de mí algo que por la expresión en su rostro no parecía muy agradable.

 No obstante, no puedo negar que me dio cierta ternura la forma en la que tapaba sus orejas mientras se quejaba intentado hacerse el "malo".

Al prestarle más atención, pude oírle mejor;

-...rias no gritar mas así? Sé que tienes hambre, todos tenemos hambre, pero tus gritos dañan mi sensibilidad auditiva de tal forma que me hace querer explotar asi que no lo vuelvas a hacer, de acuerdo muñeca?-.

No pude evitar reaccionar soltando una pequeña risita a modo de respuesta mientras me fijaba en la ridícula escena en la que aquella se había convertido. Era increíble lo rápido que su presencia me había hecho olvidar de todos los males por los que me había quejado hace tan solo unos minutos.

-Eres tan mono-sonreí-.

-¿Mono?-abrió la boca de forma indignada e inesperada. Apuesto a que no se esperaba esa respuesta-¿Quieres que te enseñe lo que de verdad es "mono"?-Sentenció está última pregunta haciéndola sonar como una amenaza al desenfundar su mini-espada en dirección a mi cara-.

Sin poder controlarlo, volví a reírme.

-Adelante-dije simulando valentía y con expresión divertida-Enseñadme todo lo que sabéis, lord...?-me quedé callada esperando a que pudiera decirme su nombre-.

Un viaje Inesperado. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora