Resiliencia

32 3 0
                                    


-Tranquilo Sebastian, tan solo esta asustada-Respondió Elías por mí sujetando mi hombro con su mano al notar el incómodo silencio entre nosotros y mi expresión facial de inseguridad-No haz comido nada en todo el día. Deberíamos salir a cazar-.

-¿Cazar...?-. La última vez que alguien me había hablado sobre cazar había muerto por mi culpa, aunque esa no fuera exactamente la razón. De todas formas, no creo que fuera una buena idea-No se me da muy bien cazar-.

-Pues tendré que enseñarte-contestó Elías encogiéndose de hombros casi a modo de burla-.

-Supongo que es una broma-vacilé-.

-Por desgracia para ti no-sonrió sarcásticamente-Empezaremos por enseñarte los hechizos básicos de caza y tu tendrás que conseguir tu propia presa si es que quieres comer-hizo una breve pausa-Además te vendrá perfecto como castigo por lo que haz hecho-.

-Espera, ¿hechizos básicos de caza? ¿me dices que no sabes cazar pero si conjurar un hechizo de magia negra avanzada que solo los expertos podrían conjurar?-preguntó Sebastian en un tono más confuso que el anterior antes de que pudiera dar respuesta a la penitencia de Elías contra mí-.

-Mira, no ha sido a propósito. Ni yo sé como lo he hecho, pero no quería hacerte daño. Me has salvado la vida, ¿porqué iba a querer hacerte algo así?-.

-Tranquilizaos-Ordenó Elías-La única respuesta posible a dicho suceso es la relación que tienes con la chica de la profecía, que casualmente se llama como tú. Pero de todas formas, nunca hemos visto a ningún humano por aquí. Y tu tampoco eres uno, ¿verdad?-.

-¡No!-respondí en seguida, casi alterada-no, quiero decir...siempre me he preguntado como sería ser uno-dije recordando mis escasas lagunas de mi triste infancia y los que me rodeaban-.

-Entonces no tenemos de que preocuparnos-respondió Elías volviéndose a encoger de hombros y dándome suaves palmadas sobre el mío con su mano que aún me sujetaba-.

Luego de esta conversación, me guió hasta la salida del hospital y se despidió de mí, donde me ordenó que en cuanto el Sol estuviera en lo más alto me volviera a reunir con él y sus hombres para empezar con la lección básica de hechizos sobre caza. 

No tuve más opción que acceder. Al menos de alguna forma me beneficiaría a mi también por si llegara a pasar algo. Aprender cosas nuevas nunca esta de más, aunque fuera bajo el ardiente Sol.

Mientras tanto, me dejaron volver a mi carpa, pero bajo la tutela de dos guardias en mi entrada. Me parecía excesivo y exagerado, y perturbaban mi intimidad, pero era mejor que volver a esa oscura y repulsiva celda. Decidí ponerme a curiosear cada detalle de aquel lugar, después de todo, apenas había tenido tiempo de investigar tras el accidente de hace dos noches y quería averiguar más sobre los seres con los que ahora me encontraba. Al menos ahora ya entendía porque no tenían cocina. 

Primero tome rumbo hacia el cuarto de baño. Debo decir que a primera vista había sido bastante difícil darse cuenta de que era un baño; no tenía retrete. Había un montón de paja acumulada en una esquina y un cubo de hierro oxidado a su lado. Y además no había espejo. Losé, asqueroso. 

Luego me dirigí hacia el comedor o sala principal, apenas ocupaba espacio para 3 personas pero era suficiente si la carpa era individual. Por lo demás, no había nada llamativo en su decoración que me llamara la atención, así que decidí dirigirme al último cuarto;

La habitación. El primer lugar donde había estado que había utilizado para sentarme en la cama y poder conjurar mi primer hechizo que como todos sabemos, terminó en desastre. Lo cierto es que tampoco tenia nada de llamativo. La cama era bastante cómoda, debo admitirlo, y su mesita de luz (aunque sin lámpara, solo cajones) era bastante reconfortante. Decidí abrir sus cajones uno por uno en esperanza de encontrar alguna información que me fuera útil. Para mi decepción, ninguno contenía nada, a excepción del último que se encontraba cerrado bajo llave. 

-Mierda-susurré para mi misma al intentar forzarlo sin resultados-. Me pregunto cuál era el propósito de darme un hospedaje en el cuál uno de sus "muebles" tuviera un cajón cerrado. Me parecía bastante sospechoso, aunque al mismo tiempo no creo que fuera a tratarse de nada importante si es que realmente apreciaban el contenido de dicho cajón. 

En todo caso, ya no me quedaba más tiempo para pensar en posibles soluciones. El Sol ya casi estaba en su punto más alto y podía escuchar pasos desde fuera de la carpa aproximándose hacia mí. Supuse que serían Elías y sus hombres. 

Desgraciadamente, me equivoqué.

-Lo siento, Katherine-aquel tono de tristeza fue tal que casi me hizo sentir culpable-hemos venido a informarte de que Sebastian ha muerto-.

El intercambio de miradas entre los enfermeros que acababa de ver hace tan solo unos instantes en el hospital y yo, fue suficiente respuesta. 







Un viaje Inesperado. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora