Mi madre desaparecida

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-¿Hola? ¿Dónde estoy? -Repetí escuchando mis propias palabras rebotando para formar un eco en unas paredes que no podía ver. Todo estaba escalofriantemente oscuro, apenas me atrevía a dar unos cuantos pasos más sobre mi misma-¿Hola...?-pregunté una vez más en esperanzas de que alguien respondiera-.

-¿Katherine?-.

Entonces, un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal de arriba a abajo. Aquella voz se me hizo terriblemente familiar. Pero era extraño, porque no era una voz familiar que hubiera podido registrar durante todo lo que llevaba de vida, sino mas bien...Como una voz familiar pero de otra vida. Y aún así, la había oído. Es como si tuviera la extraña capacidad de almacenar recuerdos que nunca había experimentado. Como...si mi "yo del pasado" de aquella extraña pesadilla que había sufrido hace tan solo unos días, se tratara en verdad de mi "yo de mi vida pasada". ¿Sería esta la razón por la cuál había estado teniendo recuerdos de Peter incluso antes de conocer la profecía? ¿Nos habríamos conocido en otra vida? ¿En la misma donde aquella voz familiar era la de mi madre...?

-¿Mamá...?-pregunté casi sin darme cuenta de que mis ojos se habían llenado de lágrimas que querían salir a pesar de no ser en esta vida donde la había conocido. Después de todo, en esta vida, nunca había tenido una madre ni sabía como era tener una. Poco a poco todo iba cobrando sentido-No puedo verte, está todo muy oscuro-.

-Oh Katherine no sabes la alegría que me da poder escucharte después de tanto tiempo...-ella también parecía triste a juzgar por su tono desgarrador-.

-¡A mi también mamá!-intenté seguir avanzando a ciegas con la intención de encontrarla-.

-No sabes lo tanto que te he echado de menos, lo tan sola que me he sentido-hizo una breve pausa-lo tan triste que he estado...-su voz resonaba en un eco que provocaba que me dificultara poder distinguir bien de donde procedía-.

Sin embargo, yo también empecé a sentir una tristeza ajena que me invadió por todo el cuerpo.

-Yo también te he echado de menos-mis lágrimas apunto de caer empezaron a aflorar por mis mejillas. Entonces, empecé a recordar que la última vez que había sabido de ella, había creído que estaba muerta. Y luego recordé una camilla de enfermería en la que había estado en la cuál me informaron de que en realidad había desaparecido-¿C-Cómo es posible que hayas terminado en un lugar como este?-decidí preguntar entonces, con rabia e impotencia-¿Qué es lo que ha pasado, quién te metió aquí?-.

Un llanto fue todo lo que se oyó como respuesta. Decidí mantener silencio a modo de respeto. Quizá, fuera lo que fuera que hubiera pasado, la había dejado traumada a un grado tal que la hubiera dejado incapacitada para hablar del tema...

Pero entonces, después de un lapso de tiempo continuo e interminable, conseguí escuchar su voz una vez más;

-Fue hace tanto tiempo...-dijo mientras cuidadosamente seguía avanzando sin resultados de hallar todavía ningún brazo humano que pudiera sujetar el mío-¿Tu padre está bien?-. 

Aquella pregunta hizo que me detuviera en seco. Que cambiara de tema tan repentinamente y sobre un tema tan delicado como ese, hizo que me quedara en silencio por varios minutos sin si quiera ser consciente de ello.

-¿Mi...padre?-logré susurrar-mi padre es Brand...-las últimas palabras las pronuncié en un tono de voz tan inaudible que apenas pudo rebotar en un eco como todas las demás.

-¿Katherine? ¿Sigues ahí, hija?-.

-¡S-si mama, aun estoy aqui!-balbuceé atontada sin saber que responder todavía-.

-¿Kathy? Katherine no te escucho. ¿Estás bien?-Sus preguntas cada vez se escuchaban en un tono más difuminado y borroso que antes. No sé que estaba pasando pero aquello había provocado que me empezara a entrar ansiedad.

-Katherine...-.


 [...]  


-¡Katherine! ¡Katherine, despierta!-.

-¡AH...!-chillé tan fuerte que me dejé sorda a mi misma. Cuando abrí los ojos, lo primero que vi fue la babosa cara de Elías a centímetros de la mía-.

-¿Siempre eres tan dormilona?-Preguntó con sus dedos índices tapándose las orejas-.

-No, yo...¿Qué ha pasado?-.

-Tenemos problemas-dijo chasqueando sus dedos para que las sábanas que me cubrían empezaran a flotar sobre mi con un simple hechizo de magia negra y dejándolas  caer sobre el suelo. Con otro chasquido, me hizo levantar a mi-.

-Oye, ¿Quién te has creído? ¡Suéltame si no quieres que chille otra vez!-.

¿Desde cuando habíamos entrado en tanta confianza Elías y yo?

-No tengo tiempo para explicaciónes pero debemos abandonar el pueblo ya. Nos atacan-.

-¿Que? ¿Quiénes?-pero en lugar de responder, me dejó caer bruscamente sobre el suelo como si me tratara también de otro par de sábanas-.

-Andando-ordenó abandonando mi carpa como si nada junto a dos de sus guardias-.

Me quedé estupefacta. ¿Quién se había creído para tratarme así? Aunque es cierto que empecé a oír gritos suyos de combate en cuanto se fueron.  Pero aún así no era forma de tratar a una chica como yo. Quiero decir, no digo que quisiera  provocar una guerra en contra de él sabiendo que estaba sola y en riesgo de que pudieran descubrirme en cualquier momento, pero debo de admitir que en cuanto se marchó me invadieron unas ganas enormes de venganza tal que hubiera deseado que aquella bola negra que impactó contra Sebastian aquella noche, me hubiera salido otra vez para que impactara contra el cabrón de Elías. 

Aunque pensándolo bien, tenía temas más gordos de los que ocuparme;

Como del extraño sueño que había tenido esta noche (¿porque había sido un sueño, verdad?) o del último cajón cerrado bajo llave o... ¿del ataque de un puñado de conejos parlantes?-Me pregunté en cuanto me levanté para salir de mi carpa también. El pueblo se había llenado de una enorme montaña blanca de conejos saltarines que atormentaban a los pobres Minchinians con sus burlas y sutiles maniobras para quedarse y llevarse con todo lo que se encontraran a su paso. ¿A aquello lo llamaban estar en problemas? ¿Es en serio?

Seguro que no sería más que otra extraña pesadilla-Intenté convencerme a mi misma de lo absurda y delirante que se había vuelto la situación mientras regresaba a mi carpa. Decidí volver a mi pequeña y confortable habitación de la que Elías me acababa de echar, mientras recogía las sábanas para ponerlas en su lugar. Luego me volví a acostar en mi cama un rato más. Se escuchaban sirenas de alarma afuera que apenas me dejaban descansar y me aturdían la cabeza, pero imagine que no sería por mucho tiempo. Después de todo, se me hacía un poco irónico y gracioso al mismo tiempo pensar en que un ejército de inofensivos animalitos pequeños estuviera atacando a un gran pueblo de seres con magia negra y prohibida. Los Minchinians eran el verdadero peligro, y lo podía notar siempre que notaba recorrer aquella oscura magia suya por mis venas. Pero intentaba no pensar mucho en ello. Después de todo, tenerla era lo único que me protegía de que no pudieran descubrir mi verdadera identidad. 

Minutos más tarde, cuando el sonido intermitente de aquella asquerosa alarma se fue atenuando, decidí levantarme. Sin darme cuenta, me había levantado hacia el lado donde apuntaba mi cajonera, así que no pude evitar mirarla una vez más.

Y para mi sorpresa, el último cajón que había estado bajo llave y el cuál me había estado dando tantas vueltas de cabeza todo este tiempo, se encontraba abierto de par en par.


Un viaje Inesperado. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora