Estoy de nuevo parado en aquel lugar, aquel puente más grande que mi propio dolor. Observo hacia abajo y sonrío.
Pienso en Frankie y en lo bien que estará con Camila. Pienso en Frankie y mis ojos derraman algunas lágrimas.
Lágrimas de agradecimiento.
De compasión.
De amor.
Segundos atrás le envíe un mensaje a Camila, escribí...
Mila, tienes que ir a mi casa, te dejo algunas cosas y hay ahí alguien en especial a quien te voy a pedir que cuides, cuídalo como si se tratara de mí. Sé que lo harás. Por favor, yo ya no estaré...
Y en seguida respondió y ahora siento mi móvil sonando y sonando en mi pecho. Seguramente ya está en mi casa y seguramente ha leído la carta. Ahí también le hablo de Frankie, de como me hizo vivir un poco más, de como me regreso la esperanza.
Pero yo ya había perdido mucho más que eso hace mucho.
Escucho el ruido de mi móvil pero sólo puedo sentir el viento rozando con mucha fuerza mi rostro. El ruido se vuelve más lejano, cada vez más.
Siento como si durante algunos segundos fuera un ave y pudiera volar muy alto, con el viento golpeándome.
De pronto siento un golpe, el más doloroso de mi vida.
Y nada más.
Ya no siento nada más, sólo libertad.
Sólo me siento liberado, ya no hay dolor, ya no hay tristeza, ya no hay vacío, ya no hay soledad.
Estoy bien.
Nunca he estado mejor.
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Frankie y yo
General FictionHay momentos en la vida donde parece que no hay nada más, que no vale la pena seguir intentándolo si a final de cuentas, nada resulta como quieres. Bennet está en este momento, dándose por vencido, parado en el puente más alto de su ciudad, a punto...