Es la una y media de la mañana y todo en mi casa está tal y como lo dejé.
Coloco al perro con mucho cuidado en mi sofá, no me interesa que éste vaya a mancharse de sangre.
Sé que tengo que llevarlo al veterinario, pero es la una y media de la mañana y no hay ninguno abierto. Tendré que esperar.
Rápido voy por algunas vendas y un poco de agua. El perro sigue quejándose aunque tenuemente, parece como que se haya cansado de hacerlo.
Sumerjo una venda en el agua y comienzo a limpiarlo con mucho cuidado.
El perro se mueve un poco.
Vuelvo a repetir esto hasta quitarle toda la sangre que tiene. Cuando llego a su pata lastimada la observo, puedo observar el hueso roto y siento un coraje inmenso por todo el cuerpo.
Ojalá tuviera en frente a quienes le hicieron esto, para repetirlo en ellos, para romperles cada jodida pierna lentamente.
Sé que no debo moverle la pata y la dejo en aquella posición.
El perro ya no tiene sangre, y puedo observarlo mejor. Se le notan las costillas. Tiene algunas marcas en todo su cuerpo, parecen de quemaduras, ya viejas y cicatrizadas y de nuevo siento unas inmensas ganas de llorar.
Paso mi mano por su lomo, acariciándolo con mucho cuidado y el perro trata de agacharse, sumamente asustado. Sé que si tuviera la fuerza, se echaría a correr. Si tuviera la fuerza ni siquiera me hubiera dejado agarrarlo. Pero apenas si puede respirar. Se queja un poco y me pregunto si podré darle algún calmante.
Recuerdo a mi perro Toby, recuerdo que cuando lo llevábamos al veterinario, algunas de sus medicinas eran de humanos también. Voy a mi botiquín y saco los calmantes que tengo.
Busco pan en la alacena y saco un poco, meto el calmante en el pan y se lo doy al perro. Come un poco, pero me aseguro que coma la pastilla y así lo hace. Le ofrezco agua y bebe, también muy poco. Supongo que el dolor no le deja ganas de nada.
Llevo las pastillas al botiquín y cuando cierro la puerta de este, me topo con el espejo. Pasé el último día sin verme al espejo, no quise hacerlo.
No quise verme el día que tenía pensado quitarme la vida.
Y ahora ahí estoy, frente a mi reflejo.
Me observo algunos segundos. Observo primero mi cabello, no lo había cortado en casi dos meses y lo llevo un poco largo, me cae el fleco en el ojo izquierdo. Tengo el cabello ondulado, café claro, casi miel. A Camila le solía gustar mucho. Pasaba sus dedos entre mis mechones una y otra vez. Recuerdo esto y mi rostro forma una media sonrisa. Me quito el fleco de mi ojo, para observar ambos. Mis ojos son grandes, cafés claro también, casi miel.
Observo mi mirada, siempre tiene esa expresión de tristeza, la cual se marca más con mis cejas gruesas.
Siempre me pregunté porque tenía que ser tan jodidamente triste todo el tiempo.
Porque a mí debían afectarme cosas que al resto parecían no afectarles.
Porque siempre me sentía vacío.
Observo mi boca, mis labios finos con una pequeña barba alrededor y observo la pequeña cicatriz en mi nariz.
Recuerdo cómo llego esa cicatriz ahí.
Lo recuerdo y mi rostro se vuelve sombrío y no puedo seguir viéndome más al espejo.
Me doy cuenta que el perro está dormido, su respiración intensa ahora es tenue y lo acaricio suavemente.
El sofá está justo a lado de la mesa, donde antes de marcharme esta tarde, dejé dos cartas.
Me acerco a ellas y observo la primera, dirigida para mis padres y mi hermana. La tomo entre mis manos, a punto de sacarla y volver a leer lo que escribí, pero me arrepiento.
Tomo la otra carta, me siento en el sofá a lado del perro, con mucho cuidado y la saco del sobre...
Cami o Mila (aunque Mila no te guste tanto)
No sé cómo iniciar esto. Tengo tanto que decirte y siento que en esta carta no podré hacerlo.
Sé que probablemente cuando leas esto, yo ya no esté contigo. Espero estar en un lugar mejor. En verdad espero eso.
Mila, sólo puedo pedirte perdón.
Perdóname por todo. Por no haberte amado como lo merecías. Te juro que trate de hacerlo, trate de amarte como tú me amabas a mí, cada día.
Perdóname por no haber podido dejar todas las cosas que me lastimaron atrás. Tantas que nunca te dije.
Yo sé que tú trataste de ayudarme y lo hiciste, lo hiciste Mila. Contigo llegué a pensar que podía ser feliz. Y lo fui. Fui muy feliz cuando estuve contigo.
Pero, nunca he podido dejar todo lo que me ha dañado. Eso nunca me ha dejado ser completamente feliz.
Y tú no tienes la culpa.
Tú mereces a alguien que te haga feliz, que pueda compartir su felicidad contigo, no sólo su tristeza.
Y sé que desde donde esté, voy a ser feliz al verte feliz con alguien más. Al ver que cumplas tus sueños de casarte y tener hijos. Y cumplas todo aquello que quisiste cumplir conmigo.
En verdad Mila, perdóname por haberte hecho tanto daño, sé que te hice sufrir.
Sé que te alejé tantas veces.
Sé que sentías que tú no eras lo suficiente para mí.
Y perdóname. Porque lo eres, lo fuiste.
Sólo que yo, yo no pude darte lo que tú necesitabas, y juro que traté, traté de hacerlo...
Cántame para dormir,
cantame para dormir,
estoy cansado y,
quiero ir a la cama.Cántame para dormir
cántame para dormir,
y despues déjame solo.No trates de despertarme en la mañana,
porque me habré ido,
no te sientas mal por mí.Quiero que sepas,
que dentro de la celda de mi corazón
me sentiré feliz de irme.Cántame para dormir,
cántame para dormir,
no quiero levantarme
solo nunca más.Hay otro mundo,
hay un mundo mejor
bueno... debe haber uno.Adiós...
Bennet.
Arrugo la carta entre mis manos y el llanto se apodera de mí, comienzo a sollozar compulsivamente.
Como me había prometido no volver a hacerlo.
Y como hace mucho no lo hacía.
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Frankie y yo
Ficción GeneralHay momentos en la vida donde parece que no hay nada más, que no vale la pena seguir intentándolo si a final de cuentas, nada resulta como quieres. Bennet está en este momento, dándose por vencido, parado en el puente más alto de su ciudad, a punto...