Eso quería decir que no estaba loca y que no lo había imaginado. Lo observé detenidamente y vi que tenía en la mano izquierda un frasco de café soluble y en la otra un libro con la portada de colores oscuros. Qué chico más raro. Yo no iría jamás a un supermercado a comprar un libro y café, qué flojera.
Acomodé mi abrigo blanco de forma que me quedara más pegado al cuerpo y quité la mirada del chico de gabardina. Era de mala educación, según mis padres, ver por mucho tiempo a las personas.
La fila avanzó y avanzó, y empecé a entrar en pánico por dos razones. La primera, no tenía yo el dinero para pagar esto; y la segunda, Ellier se estaba tardando demasiado. Saqué mi móvil con ansiedad y marqué su número, que lo tenía de pura suerte gracias a la insistencia de mi mamá. A los dos timbres contestó.
—¿Quién habla? —preguntó con un tono de voz muy serio y rasposo. No reconocí su voz por supuesto.
—¿Ellier? —pregunté con curiosidad.
—¿Summer? —ahora su voz ya no sonaba como antes, ahora se oía más relajada y suave.
—Eh, sí, soy yo.
—¿Cómo conseguiste mi...? —lo interrumpí.
—Mi mamá —me límite a responder—. Ya casi es mi turno, ¿podrías apurarte a llegar? Te recuerdo que no tengo dinero para pagar esto —suspiré frustrada. Sólo faltaba una persona para que fuera mi turno.
—Ya voy —respondió con desgano y colgó. Guardé mi móvil y me di cuenta que ya era mi turno. La cajera comenzó a cobrar las cosas y a meterlas en bolsas blancas de plástico. Ya cuando iba a terminar vi que llegó Ellier, metiéndose entre la fila y recibiendo varios quejidos de las personas formadas—. Lo siento, estaba viendo que hay condones de sabores, ¿tú sabías eso? —preguntó maravillado. Lo miré, sin poder creer lo que había dicho—. ¿Cuánto va a ser? —preguntó a la cajera y esta le respondió, Ellier sacó su tarjeta de crédito, y, mientras firmaba no sé qué cosa, tomé algunas de las bolsas y lo esperé en la entrada del supermercado. Al darme la vuelta choqué con el chico de gabardina, este me miró con confusión, como diciendo con la mirada «¿Qué haces ahí parada?». Lo miré hacia arriba por su gran e imponente altura. Literal mi cabeza le quedaba a la altura de su pecho.
—¿Puedes dejar de estorbar, por favor? —no sé si eso fue amable o grosero. Me hice a un lado sin saber qué decir y él se fue, no sin antes darme una mirada llena de fastidio. ¿Qué había sido eso? Le dirigí una última mirada mientras veía cómo cruzaba la calle, tenía una cajetilla de cigarrillos en una mano y una caja de chicles en la otra. Arrugué mi nariz en señal de disgusto por sus extrañas compras y dejé de verlo. En ese momento Ellier llegó a mi lado y sonrió atontado.
—Tengo el número de la cajera —canturreó de forma alegre. No sabía qué decirle ante eso, es decir, ¿a mí qué me importaba si tenía el número de esa, de dos o más cajeras? Si no era tan tonta para notarlo, Ellier quería entrar rápido en confianza conmigo para no sentirse tan solo aquí.
—¿Felicidades? —pregunté sin tener otra opción qué decir dentro de mi cabeza.
—Vamos, no seas amargada —puso los ojos en blanco y me empujó amigablemente—. Tú eres la que me dará consejos para estar con ella —advirtió de forma divertida.
—¿Yo? —pregunté con ironía—. ¿Y qué te hace pensar que Summer Foster puede dar consejos de amor? —fruncí el ceño mientras dejaba las bolsas en la furgoneta. Ellier hizo lo mismo y antes de entrar al vehículo chasqueó la lengua y miró a la nada.
—No lo sé, eres una chica y debo suponer que te gustan esas mierdas de amor; como novelas, revistas, libros, yo qué sé —se subió, yo imité su acción y cerré la puerta.
—Pues supones mal —consté amargamente. Ellier encendió el motor y me miró antes de avanzar—. Me gustan los libros que hablan de química, no leo libros de fantasía, acción, terror y mucho menos de amor.
—Espera, dime que no acabas de decir eso —me miró espantado. Lo miré sin entender y entonces aclaró—. No puedo creer que te guste leer de química. Qué asco —expresó con disgusto.
—¡No da asco! —chillé—. Es entretenido e increíble. La química es lo mejor que puede haber antes que la psicología —defendí.
—¡Demonios, eres tan rara! —se quejó. Y sí, debo admitir que me dolió, pero como siempre, traté de ignorarlo—. Ni la química ni la psicología tiene nada de bueno —gruñó—, ambos dan asco y flojera por igual. Son totalmente irrelevantes en la vida diaria.
—Qué básico —no me contuve de decir aquello. Era realmente frustrante que alguien pensara así, y aún más, de algo que me encantara tanto como la química—. La química lo es absolutamente todo. Y es super interesante.
—A ver, dime qué de interesante puede tener la química —me retó.
—Bueno, comenzando con lo que dijo Antoine Lavoisier; «la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma», y eso es interesantes porque si la materia no se crea, ¿cómo es que existimos nosotros, o la tierra, o la galaxia o el universo? Comenzando por algo tan simple, pero complicado a la vez —dije con una sonrisa y suspiré como chica enamorada. Él me miró confundido.
—¿Qué? —preguntó sin entender nada de lo que había dicho—. Mira, Summer, no me lo tomes a mal, pero la química me da sueño y ganas de arrancarme las entrañas —se sinceró.
Pues no estaría tan mal, la verdad.
—Solo conduce —susurré mientras frotaba mis dedos en mis sienes. Él obedeció después de algunos segundos en silencio. Yo no volví a decir nada así como tampoco Ellier lo hizo. Rápidamente llegamos al edificio en donde vivía, no sin antes ir al cajero automático y sacar algunos euros. Al llegar al edificio no pude evitar sentirme aterrada, aterrada hasta la mierda. Me quedé de pie frente a este, mirándolo con miedo e indecisión, con las bolsas de las compras temblando entre mis manos. No quería entrar ahí.
—¿Vienes o qué? —escuché la voz gruesa de mi primo a un costado. Asentí titubeante y lo seguí por detrás. Mis piernas temblaban y pisaban con horror cada escalón que avanzábamos. Quería detenerme, soltar las bolsas y salir corriendo hacia la camioneta de Ellier; sin embargo, aquí estaba, tragándome mi miedo y tratando de mantener mi mente en blanco, alejada de todo aquello me mantenía con los nervios a flor de piel—. Summer, ya tranquila. Hasta acá puedo oler tu miedo y tus piernitas temblar —se burló y rió bajito. Yo no le había encontrado gracia a ello, estaba espantada, no daba risa en lo absoluto. ¿Cómo es que Ellier podía pasearse tan tranquilo por aquí después de lo ocurrido?
—No tengo piernitas —me defendí en voz baja.
—Claro que sí —asintió y me vio con una sonrisa burlona—. Unas regordetas pero chiquitas piernas, tan chiquitas como tú.
—¡Mido un metro con sesenta centímetros! Es una altura primedio para una chica de mi edad.
—Corrección; es una estatura promedio para una chica de segundo de secundaria —abrió la puerta del departamento y soltó las bolsas en la mesa.
—Uhg, eres insoportable —me quejé y pelé los ojos, dejé las bolsas a un lado de las otras y me senté en el sofá. Encendí el televisor y comencé a cambiar los canales.
—¡Alto! —me detuve en seco al oír la orden de Ellir corrió al sofá y se sentó a mi lado, me miró y sonrió de forma infantil. Debo admitir que me dio miedo—. Regresa un canal —hice lo que me pidió, sin comprender a qué quería llegar y entonces vi el programa; era «Gravity Falls». ¿Era en serio?—. ¿Qué? —dijo al ver la mirada que le di—. Me gusta mucho y es la caricatura más genial que podrás ver en tu vida.
—Vaya, qué maduro —dije con sarcasmo y burla. Dejé el control remoto en el regazo de Ellier y me fui a mi habitación a seguir acomodando mi habitación.
Toda mi tarde se basó en eso; arreglar mi ropa en su debido lugar, ordenar mis cosas de la escuela y pegar mis posters de mi banda favorita en mi habitación junto a fotos con mi única y mejor amiga. Aunque últimamente ella y ya no hablemos muy seguido gracias a la escuela, ella siempre será mi mejor amiga. Es la única persona en el mundo que sabe cosas muy íntimas de mí, cosas realmente personales que ni mis padres saben. Sin ella, mi vida seguramente hubiera sido igual de asquerosa que lo era antes; monótona y aburrida.
Al llegar la noche Ellier y yo cenamos sándwiches mientras veíamos «Criminal minds». Descubrí que no éramos tan diferentes como pensábamos. Después de la cena me duché, cepillé mia dientes y me apresuré a dormir, o al menos a intentarlo. Mi primo dijo que era muy temprano para dormir y que dormiría hasta las dos de la mañana. Y yo, aunque lo intenté, no pude conciliar eñ sueño. No podía dejar de mirar la ventana y sentir la amarga sensación de que en cualquier momento podría ser un número más en los periódicos, en ser una triste y penosa cifra más en la ciudad. Cada ruido que mis oídos percataban allá afuera me ponían los pelos de punta, estaba hecha un ovillo de nervios y miedos en mi cama mientras intentaba protegerme debajo de las sábanas. Además, el frío no ayudaba en lo absoluto.
Sólo esperaba que el fin de semana se pasara rápido. Quería tener la distracción de la escuela para no pensar en los asesinatos. Necesitaba de forma enferma una distracción o si no me daría un colapso nervioso antes de lo esperado.
Esto no podía ser tan difícil, claro que no.🍂🌺🍂
¡Primer capítulo terminado! 🌝💜 ¿Qué tal va, eh?
Debo decirles que esta historia comenzará «lenta», por así decirlo. ¿Por qué? Porque no es como si conocieras a alguien y a los tres capítulos ya se amaran incondicionalmente; o bueno, aquí no será así y menos por las personalidades tanto de Bill, como de Summer. ¡Por cierto! ¿Cómo que a Summ no le gusta «Gravity Falls»? V:< Yo concuerdo con Ellier, es la mejor después de Bob Esponja (Bob Esponja primero bc es mi infancia 💕). Y, por si fuese poco, no le gustan otros géneros que no sean científicos. Está loca 0: Yo amo todos los libros, de todos los géneros.Pregunta para conocernos mejor: ¿Cómo se llaman? 👀 Yo soy Xccaret, pero todos me dicen Alexa (que es mi segundo nombre) o Alex de cariño; ustedes pueden decirme como gusten :).
¡Nos leemos después, lindas!
—Alexa.
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Silence Street | Bill Skarsgård
Fanfiction«Bienvenida a la calle del silencio» fue la primera advertencia que le llegó a Summer desde que se mudó al nuevo vecindario. Summer Foster no quiso escuchar las advertencias, no quiso oír porqué la calle Postner era de los peores lugares en los que...