«Recuerda que Satanás fue ángel antes que demonio»
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Unos delgados y largos brazos se envolvieron a mi alrededor, y más que apretarme de manera ruda, parecía sólo querer detenerme y no hacerme daño, pues su agarre más bien era rígido, de tal manera que me hizo detenerme a mitad de las escaleras hacia el segundo piso.
—No te vayas, por favor —suplicó con unos tonos más bajos a los que había utilizado anteriormente—. No me abandones como los demás —su voz se quebró ligeramente—. Por favor.
Estaba de más decir que algo no estaba bien aquí, ¿verdad?
Aunque no lo tenía cara a cara, sentía su pesada y acelerada respiración en mi cabeza y su intranquilo ritmo cardíaco golpeando mi espalda, mientras sentía todo su cuerpo temblar.
Algo en mi interior se rompió, en pequeños y diminutos pedazos, al entender el estado en el cual se encontraba el chico de orbes tan verdes cual aceitunas y sonrisa tan tierna y tímida como ninguna otra.
Ya no quería huir, y eso, quizás, estaba muy mal en un tercer punto de vista.
—Tranquilo —susurré con voz suave y lenta, esperando que surtiera efecto en su sistema y que relajara un poco la postura. En el proceso, me encargué de acariciar los brazos que me tenían presa. Y así, en algunos minutos, fue deshaciendo el agarre hasta que por fin cedió totalmente.
Fue hasta ese momento que pude darme vuelta y comprobar que Bill había soltado unas cuantas lágrimas.
—¿Qué fue lo que sucedió? —quería. sonar serena y comprensiva, lo juro. Pero al final, mi voz salió en un tono desconcertado y más aterrado de lo que hubiera querido.
Apretó los labios, apartó la mirada hacia cualquier cosa que no fuese mi mirada inquisitiva, inseguro, y se cruzó de brazos como si tratara de protegerse de o alguien. Como un pequeño niño indefenso. Se veía con miedo, desesperado y necesitado de cariño.
Mi estómago se revolvió al ver un estado tan vulnerable de Bill.
—Tú me querías dejar por él... —murmuró con voz lejana, como si estuviera recordando algo no muy agradable, centrandose e un punto muerto de la pared beige a nuestro alrededor.
Su acusación causó un desconcierto en mí impresionante, y es que no había ni una minúscula razón por la cual él pudiera pensar algo tan bajo como eso. Ni siquiera sabía el nombre de aquel chico, ni nada. ¡No había pasado nada fuera de lo común!
Pero Bill no era común. Y ese era el problema.
—Pero yo no... —antes de siquiera intentar hacerlo entrar en razón y devolverlo a la realidad, me cortó.
—¡No! —gruñó—. Todos lo hacen —confesó con voz gruesa y ronca, de tal manera que combinados con aquella mirada densa y taciturna que poseía, se hacía una mezcla de lo más terrorífica e inquietante—. Y tú vas a hacer lo mismo. —murmuró algo perdido de sí mismo. Era como si estuviese poseído por una entidad maligna.
En ese momento mi mente dejó de funcionar. No sabía que hacer, en absoluto. Qué decir, qué hacer, cómo hacerlo o cualquier cosa siquiera. Cualquier respuesta, ya sea racional o irracional, no se encontraba en mi mente justo ahora.
Sólo temblaba ligeramente, de ansiedad e impotencia de quedarme ahí como estúpida viendo a Bill teniendo un ataque de pánico, sin yo poder ayudarlo.
Veía la situación pasar lenta y torturosamente frente a mí, algo nuboso por las lágrimas que comenzaban a acumularse en mis ojos y distorsionada de alguna manera.
Ya a punto de que me diese un colapso mental, sentí a alguien pasar rápidamente por mi lado, empujandome, y llevándose a Bill lejos de aquí, supongo que a su departamento.
Era Istvan.
Y se veía nervioso, asustado y agitado.
Esto, definitivamente, no estaba bien.[...]
La vida seguía, y no por aquel suceso, yo iba a dejar de continuar con mis demás actividades diarias, aunque la preocupación por el querer saber de Bill ya me estaba acabando por dentro.
Fui al psicólogo únicamente para no dejar plantada a mi psicóloga, Karinne, y porque el suceso anterior era hasta para mí una excusa barata para no ir. Además, no es como que eso debería de afectarme tanto, aunque lo hizo.
Hice tarea y no tuve señales de vida por parte de Bill. Pues después de terminar mis deberes en casa, fui a su puerta para ver si podíamos aclarar lo acontecido con mayor tranquilidad, pero cada que llamaba, lo único que escuchaba dentro del departamento era silencio.
Nunca odié tanto el silencio y el estar sola. Ellier, como comenzaba a ser costumbre, no se encontraba en casa, sino que en una cita con su amiga-casi-novia.
Solo estaba yo en casa, junto a la bolita de pelos huraña que sólo dormía, comía, rasguñaba y maullaba por la madrugada a no sé qué cosas por la ventana.
Y mi salud mental estaba casi quebrandose nuevamente ante mis narices, pues el saber que un asesino andaba por allí y que yo estaba totalmente sola en casa, sólo lograba ponerme la piel de gallina y hacerme temblar de miedo.
Oír el tic-tac del reloj colgado en la cocina estaba sólo volviéndome loca, y las cutículas de mis uñas ya no daban para siquiera una media hora más.
Nada lograba sacarme a Bill, Istvan, el asesino y a la morena mutilada de la mente. Pues sabía que si no hacía algo pronto, acabaría con la poco cordura que todavía me quedaba.
Ya dadas las casi cinco de la tarde, me levanté casi de un salto del sofá, apagué el televisor y me fui a mi habitación con un solo objetivo en mente: leer el diario de Vianca.
Aunque sabía de sobra que no encontraría nada "interesante" entre aquellas viejas y gastadas páginas, me gustaba imaginar que, en algún punto, habría algo, aunque sea mínimo, que me diera indicios del porqué de su suicidio, porque empezaba a sospechar que había sido un asesinato.
Al llegar a mi habitación, cerré la puerta detrás de mí, como si alguien pudiese espiarme y ver lo que estaba haciendo, cosa que por obvias razones no era así, pero se sentía incorrecto en mi conciencia.
El diario de Vianca Bishop estaba escondido en una maleta en una esquina debajo de mi cama. Lugar donde dudaba que alguien hurgara por si las dudas. Al sacar dicho objeto, me senté con las piernas cruzadas en la cama y abrí el diario, donde decía lo siguiente:
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Silence Street | Bill Skarsgård
Fanfiction«Bienvenida a la calle del silencio» fue la primera advertencia que le llegó a Summer desde que se mudó al nuevo vecindario. Summer Foster no quiso escuchar las advertencias, no quiso oír porqué la calle Postner era de los peores lugares en los que...