Capítulo 13.0

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«Cavaré dos tumbas, porque cuando muera, juro que te irás a mi lado»

🍃 🌸 🍃

Ayer cuando había regresado a casa después de aquella peculiar conversación que tuve con Istvan, me encontré a un Ellier alterado y enfadado esperando mi llegada sentado en el sofá, pues había pasado más tiempo en la cafetería de lo que hubiera imaginado, y estúpidamente por mi parte, tenía el móvil en modo silencioso. De pura casualidad y suerte, al pobre de mi primo no le dio un paro cardíaco al no poder contactarse conmigo. Aunque debo admitir, que fue bastante tierno cuando abrí la puerta del departamento y corrió a abrazarme mientras me decía que era una maldita irresponsable y que me odiaba con todo su ser.
         Además de eso, la ida con mi psicóloga me hizo caer en cuenta del mal desempeño que estaba teniendo en la escuela últimamente. Me saltaba clases, no hacía muchas de mis tareas y en clases estaba demasiado distraída, ella entendía el porqué de mi situación, pero también era injusto tenerme preferencias escolares. No era culpa de nadie, no era ni mía ni de mis docentes, pero era injusto.
         El estrés terminaría conmigo antes de que alguien más pudiera hacerlo. Escuela, un gatito, familia y cuidar de mí misma, era demasiado para mi persona. Quería un respiro de esto, y eso que apenas estaba comenzando todo. En ninguna escuela te enseñaban a lidiar con esto, ¿o sí?
         —¿Ya podemos irnos? —pregunté en voz alta a Ellier, quien se encontraba aún en el baño arreglando su perfecta cabellera dorada, la cual podría apostar a que brillaba más que su mismo futuro. Se pasaba horas peinandola y acomodandola en la dirección exacta para sentirse bien consigo mismo. Se peinaba también aquellas espesas cejas que tenía y se perfumaba tanto que aprestaba el departamento y la furgoneta entera. Lo olía desde afuera del edificio, lo juro.
        —¡Espera! Tal vez tú puedas ir como vagabunda por la vida, pero yo no —gruñó de una forma algo infantil—. Estar conmigo debería enseñarte a preocuparte más por tu imagen —señaló.
        Basta, lo odio.
        —¿Qué? —cuestioné con una voz extremadamente chillona—. Estás demente. Me baño, cepillo los dientes y a veces el cabello, no necesito hacerme nada más —me dirigí hacia donde él se encontraba y lo confronté. Él me miró con superioridad a través del espejo.
         —Ajá —rodó los ojos y se miró unos segundos, como si buscara algún error en su imagen el cual no encontró, pues después de unos segundos, sonrió satisfecho—. Bien, vámonos.
         —Eres insufrible —me quejé entre dientes mientras tomaba mi mochila y la colgaba en mis hombros al igual que Ellier, y así, ambos salimos del departamento, no sin antes despedirnos de Gun (quien por cierto le tenía un amor-odio a mi primo), y nos dirigimos a la furgoneta a toda prisa, pues ya era un poco tarde.
         Cabe destacar que la mañana estaba más fría de lo acostumbrado. Tuve que incluir una bufanda color salmón a mi atuendo y unos guantes oscuros que, más temprano que tarde, me terminaría quitando para ponder sostener mi lápiz a gusto.
          —¿Has hablado con tus padres, Summer? —preguntó mientras conducía por las húmedas calles de Holmes Chapel, a las cuales ya me estaba acostumbrando. Su cuestionamiento me generó un ligero vacío, pues la respuesta era un triste "no". Mis padres no tenían la economía más estable de Reino Unido, por lo tanto debían trabajar ambos para sustentar los gastos de cada día y que no faltara nada en casa. Gracias a ello, mis padres nunca tuvieron suficiente tiempo para mí. Cuando ambos llegaban a casa, estaban estresados y hartos de la vida, y aunque en un principio me costó mucho entenderlo, terminé por resignarme y aceptar la vida que me había tocado vivir. Cuando he querido contactarlos, no costestan, y cuando ellos han querido llamarme, yo no he podido responder. Tan sólo unos pocos y cortos mensajes de texto nos unían.
          Al ver que no respondía y sólo evitaba cruzar mirada con la suya, sentí su mano tomar el dorso de la mía mientras le daba un suave apretón, como si me diera a entender que todo estaría bien, para después retirarla y regresarla al volante.
          Ellier podía tener muchos defectos, tanto o más que yo, pero también tenía muchísimas virtudes que yo, por ejemplo, no poseía. Siempre fui una persona que no expresaba su cariño con abrazos o de forma física, pero él sí, y era justo lo que necesitaba con la ausencia de mis padres en este momento. Extrañamente, poco a poco Ellier se estaba convirtiendo en el hermano que siempre necesité en mi niñez. Y lo agradecía demasiado.
          —Si te hace sentir mejor, mi madre pregunta por ti en todo momento —agregó con una ligera incomodidad.
          Sonreí negando con la cabeza. Es que no podía sentirme mal estando con él, de verdad.
          —Gracias. —fue lo único que pude responder.
          Luego de eso, ambos nos quedamos en silencio con la música de la radio de fondo. Después de varios minutos, por fin llegamos al instituto y bajamos de la furgoneta. Afuera de la escuela, justo a un costado de la entrada, se encontraba Istvan fumando un cigarrillo recargado contra la pared, en una pose que definitivamente le sentaba de maravilla con aquella actitud rebelde que tenía. Estaba rodeado de otros dos chicos a los cuales juraba no haber visto nunca, que vestían de forma similar a la del Skarsgard.
          Después de lo ocurrido ayer por la mañana, no sabía cómo debería de comportarme hacia él. ¿Éramos amigos o algo parecido? ¿Era secreto lo que se supone que había entre nosotros? Aunque sonaba muy pretencioso cómo sonaba eso, tenía mis dudas. Quizás era lo que menos debía preocuparme acerca del caso, y yo le estaba dando más importancia de la necesaria.
          Resumiendo lo que sucedió el día de ayer, fue que, aunque intenté negarme a su loquísima idea de "atrapar" o averiguar quién era la o el asesino, terminé aceptando de todas formas. Porque a quién quería engañar, muy en mi interior me moría por hundirme en el misterio que había detrás de todo esto. Y aunque mi parte racional me gritaba que debía alejarme de ellos y de este asunto, no pude resistirme al morbo y mi curiosidad, como siempre, ganó. Toda la noche me mantuve despierta pensando en el lío en el que lentamente me estaba metiendo, pero del cual sin duda, no me arrepentía.
          Había tantas cosas justo ahora en mi cabeza que sentía que esta explotaría antes de que siquiera me pudiera percatar de ello. Bill, Istvan, las notas, mis estudios y mis pesadillas. Odiaba cómo el mundo real comenzaba a hacer peso sobre mis delgados y débiles hombros. No sabía si podía con tanto, pero mi psicóloga decía que sí, y sólo me quedaba confiar en ella y seguir adelante, o al menos no rendirme e intentarlo.
          Hace unos días una inquietante idea cruzó por unos segundos por mi cabeza. Una que me asustó y preferí no contarle a mi psicóloga, aunque tarde o temprano sabía que le diría. Una imagen mía sin vida vino a mi mente, y la sensación de tranquilidad que sentí al imaginarme muerta me horririzó tan pronto caí en cuenta de lo que estaba pensando.
         Definitivamente, mi salud mental pendía de un hilo muy delgado justo ahora.
         —Iré a mi salón —avisé a Ellier, y sin siquiera esperar una respuesta de parte de mi primo, huí de ahí con la esperanza de que Istvan no me viera. Era una maldita cobarde, y de eso no había duda.
         Al entrar a la escuela, me sorprendí al ver a Lucky en una banca afuera de la oficina del subdirector con un rostro angustiado que no me dio buena espina. Me revolvió el estómago no ver a Caroline a su lado, y mi lado paranoico, pensó lo peor.
         Caminé a paso apresurado hacia su dirección, y al llegar me senté a su lado para poder cuestionarle que qué era lo que sucedía. Él inmediatamente al verme me analizó rápidamente, como si comprobara que todo estaba en orden en mi persona.
         —¿Estás bien, Summer? —preguntó preocupado.
         Fruncí el ceño.
         —Creo que sí, ¿a qué viene eso?
        No era por ser grosera, por supuesto, pero era extraño que lo preguntara, sobre todo porque entre nosotros dos quien parecía no estar bien en este momento, era él.
         —¿No te has enterado? —ahora fue su turno de fruncir el entrecejo.
         —¿Enterarme de qué? —la curiosidad me estaba matando.
         Antes de que Lucky empleara nuevamente alguna palabra, la puerta de la oficina se abrió de golpe y de esta salió Caroline y el subdirector Gallagher.
         La morena tras percatarse de mi presencia se acercó rápidamente a mí y preguntó lo mismo que Lucky, sólo que más agitada y ansiosa. Lo que sea que estuviera pasando en aquel instante, yo no estaba enterada de ello.
         —En los baños de mujeres, Summer —Caroline se acercó a mí agitada, tomándome de los hombros y sacudiéndolos con fuerza—. ¡Quieren matarte! ¡Quieren matarte! —gritó y sus ojos comenzaron a tornarse cristalinos. Oh, no—. ¡Quieren matarte, Summer!
         La actitud de la morena se había tornado psicótica de un momento a otro. Era como si estuviese fuera de sí misma y no hubiera un control mental por parte de ella hacia su cuerpo. Me recordaba a aquel extraño comportamiento de Bill...
         —Basta. —la detuvo el subdirector, tratando de apartarla de mí con ayuda de Lucky, quien trató de tranquilizarla con un fuerte abrazo y unas cuantas palabras susurradas en su oído.
         Ahí me di cuenta que las personas a nuestro alrededor miraban fijamente la escena. Todos aquellos ojos estaban puestos en mí y en Caroline, y no parecían querer quitar su vista de nosotras.
         —¿Usted es Summer Foster? —preguntó el subdirector mientras me miraba fijamente, con una expresión seria y una superioridad que imponía respeto en todo el sentido de la palabra.
         Me ponía bastante nerviosa. Era desagradable esa sensación de cosquilleo en mi vientre que, en vez de sentirse agradable, me causaba un ligero e incómodo malestar.
         Sin saber de qué otra forma reaccionar, asentí con la cabeza ante su pesada y fría mirada.
          —Sígame —lo escuché darme la órden, cosa que obedecí sin rechistar, y sin saber aún qué demonios estaba pasando, caminé detrás del subdirector sin tener idea de a dónde íbamos. Por suerte, Lucky me acompañaba mientras dejábamos a Caroline atrás, quien se había quedado en una banca siendo abrazada y consolada por Kenneka.
          A pesar de que los nervios por la actitud del subdirector tenían a mí cerebro ocupando casi un ochenta por ciento de su capacidad, mi otro veinte por ciento trataba de averiguar qué estaba sucediendo justo ahora.
         Cuando vi hacia dónde nos dirigíamos, obtuve la respuesta: de trataba de la nota en los baños.
         Joder. Por eso la actitud de Caroline.
         Cuando entramos al baño, Lucky le dio unas cuantas indicaciones e información que yo no siquiera fui capaz de escuchar, pues estaba tan absorta en mi mundo, que lo demás era irrelevante. No podía darme el lujo de que la gente de enterara de esto, porque podría empeorarlo todo.
          Regresé al mundo real cuando escuché una maldición por parte de Lucky, a lo cual presté atención y me metí al baño a ver lo que sus ojos veían atentamente. Y lo peor fue, que no vi nada. Ahí, en los baños, donde hasta el día de ayer estaba escrito el cómo alguien anhelaba asesinarme, ahora sólo había una estúpida declaración de amor hacia un tal Christian Edwards.
         Era imposible. Y aún más porque, definitivamente no había sido mi imaginación, porque Lucky y Caroline también lo habían visto.
         —Joven Petrov, ¿es esta una broma de su parte? —El subdirector estaba muy molesto, y en cierta parte, yo también lo estaba. Bueno, era mezcla entre enojo, sorpresa y confusión, la cual hacía presencia con un enorme nudo atorado en mi garganta. ¿Qué demonios estaba pasando?—, porque de es pésimo gusto, se lo aseguro.
        Y concordaba infinitamente con él. Sabía que Lucky no tenía la culpa de nada, pero todo mi enojo quería ser desquitado en él, y cuando estuve a punto de gritarle molesta, mi sentido racional me detuvo a tiempo y sólo sentí mi vista nublarse poco a poco hasta no poder más y desbordar un par de lágrimas.
         Si es que alguien planeaba matarme, creo que lo haría mientras yo estuviera agonizando de locura. Alguien estaba acabando demasiado rápido con mi cordura, y no podía hacer gran cosa para cesarlo.

Silence Street | Bill Skarsgård Donde viven las historias. Descúbrelo ahora