Capítulo 12.0

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«No me puedes pedir que arregle mi pasado, tú sabes que estoy enamorado del desastre»

🍃🌸🍃

24 horas antes del suicidio de Vianca

Vianca sabía que iba a morir, más pronto que tarde, y que ese quizás y muy probablemente, era su último día con vida. Pues aunque sabía que podía ir hacia la policía y contarles todo lo que sabía, tristemente nadie le creería, y aún si fuera así, nadie impediría lo que pasaría. Ninguna medalla, reconocimiento académico o sus 15 años entrenando natación le servirían para librarse de la muerte que ahora le pisaba los talones.
        Sentía cada segundo pasar lento mientras el peso de aquellos ojos verdes que una vez amó, la perseguían pacientemente por los pasillos de la escuela mientras la sofocaban tenuemente y la acorralaban hacia el infierno. Un infierno en donde reinaba un demonio, que una vez fue un ángel puro.
        Quizás todo lo anteriormente ocurrido le estaban jodiendo la razón poco a poco hasta terminar con su cordura. Porque no había otra explicación para que Vianca aceptara su muerte, como si la estuviera anhelando desde tiempo atrás.
        Ya no se veía en un futuro, y quizás nunca lo hizo. Tal vez, el chico le estaba haciendo un favor del cual él ni siquiera era consciente.
        Tomó aire y lo sostuvo en sus pulmones, para luego soltarlo e ir hacia el paradero de su futuro asesino, quien la esperaba, como un león cazando a su presa, esperando por devorarla.
        Él le había dado dos días de vida, para gastarlos como quisiera. Él sabía que Vianca no escaparía, pues conocía a sus víctimas como a la palma de su mano.
        —Quiero escribir algo en mi diario. Por última vez —habló en voz baja, mientras sostenía una pluma de tinta negra en su mano izquierda—. Puedes ver lo que escribiré, no es nada sospechoso —a esto último, el chico de orbes aceitunados y cabello castaño asintió en acuerdo, acompañándola hacia el aula donde tenía su mochila, y dentro de esta, sacó una libreta de pasta dura. Su diario, el cual él ya se había tomado la libertad de leer.
       Ella sabía que no sería la última chica en confiar ciegamente en él, y que como ella, le entregaría el corazón y el alma por tratar de buscar algo dentro de su pecho que ya no había: amor. Sólo había un hueco oscuro, polvoriento y fragmentado, en el cual podías tropezar y no volver a levantarte jamás.
        Sabía que la siguiente sería alguien similar a ella, así que escribió y escribió, con la esperanza de poder salvar una vida, que no era la suya.

Actualidad, punto de vista de Summer

Cuando había llegado a Holmes Chapel, creo que en ningún momento me hubiera imaginado que ninguna cosa de las ocurridas hubiera pasado si me lo hubiesen dicho con anticipación. Porque todo esto se escuchaba como demasiada locura junta hecha un lío. Pero sin duda, lo que había leído en aquel baño, había llegado lejos para mí salud mental.
          Me había saltado todas y cada una de las clases restantes del día, para salir de la escuela y pasarme horas mirando una mesa de color beige mientras le daba vueltas a un café americano que había pedido por mero compromiso, pero que definitivamente no estaba a dispuesta a tomar gracias a el nudo que hacía presión en mi estómago desde aquel momento.
        Escribir que me habían soñado muerta no era definitivamente un incentivo para seguir normalmente mis actividades, pero describir cómo me matarían ya era derribar un límite.
         «Espero que disfrutes cuando te tenga amarrada, abra tu mandíbula hasta que la parta, meta mi puño por tu garganta y te arranque la lengua. Para Summer Foster, con cariño»
        Extrañamente, todos lo mensajes que había recibido hasta ahora estaban escritos con el mismo estilo de letra, por lo que el primer mensaje, también había sido escrito por la misma persona. Eso me dejó en duda si en verdad había sido Istvan o no, pues aunque fuera un hostil hacia mi persona, tampoco es como que lo creía capaz de hacer tal cosa.
        Mi cabeza me tenía dando vueltas como una ruleta mientras sentía unas ganas de devolver saliva, pues ya no quedaba más que volver desde mi vómito en la mañana. Y es que más que otra cosa, no podía creer cómo nadie antes lo había visto y avisado a alguien sobre eso. ¡Era prácticamente una amenaza de muerte, o no?!
       Es decir, en los baños había miles de mensajes de emociones hormonales hacia diferentes estudiantes, maestros o algún artista famoso, pero nada como esto. Me parecía ridículo que nadie hubiera notado aquel mensaje con anterioridad.
       Porque si bien era muy rebuscado creer que eso lo había escrito el asesino o hasta la nota que había recibido por la mañana, aunque esto fuese una broma, era horrible. Toda la escuela se había enterado que yo había sido quien encontró el cuerpo de la hermana de Caroline, y aún así había gente que hacía estas cosas. Y eso en dado caso que fuese una broma.
       —Dios, no —me quejé en voz baja mientras cerraba los ojos con fiereza y acariciaba mis sienes con algo de fuerza, sintiendo una pequeña lagrima traicionera resbalar por mi fría mejilla.
       Nunca me hubiera imaginado que amaría tanto regresar a mi aburrida rutina de Wolverhampton, en donde al menos estaba a salvo y no vivía la adrenalina cada día o el miedo de ser víctima de un horrible asesinato. El miedo de ser un número más en las noticias me perseguía día y noche, y ahora, eso se vería incrementado por lo recientemente ocurrido.
      —¿Fiera? —escuché una voz masculina cerca de mí, una voz que justo ahora, estaba para ponerme los pelos de punta y provocar que un escalofrío me recorriera entera.
      Al abrir los ojos de golpe y dirigir mi vista hacia el frente, me encontré con el gemelo de Bill. Me miraba curioso e incrédulo, analizándome y dejándome de piedra.
      Su parecido con Bill era escalofriante.
      —¿Qué quieres, Istvan? —gruñí nerviosa y a la defensiva, pues después de la plática que había tenido con él y con su hermano, me parecía difícil poder reaccionar de alguna otra manera delante de ambos, y sobre todo, de él. Alguien que no tenía en lo absoluto mi confianza.
      ¿Y por qué diantres no estaba en la escuela como debería?
       —Eh, tranquila, fiera. No he venido a molestar —alzó ambas manos en señal de paz, pero aún con esa expresión seria y fría que parecía no abandonar su rostro con facilidad.
       —¿Por qué no estás en el instituto? —no me aguanté las ganas de preguntar aquello. Los nervios y el miedo no eran suficiente impedimento como para detener mi curiosidad.
       Rodó los ojos y se cruzó de brazos.
       —Bill no mentía cuando decía que eras una entrometida de lo peor —pensó en voz alta. Aquello me ofendió—. Odio la escuela, ¿sí? No tiene ciencia. Es un lugar que apesta, con gente que apesta y con situaciones que apestan. Prefiero no ir o saltarme las clases viniendo aquí —confesó, dejándome sorprendida.
        Juraba que me mandaría al caño con mi duda, pero no fue así. Hasta dio una respuesta larga y no lo hizo de mala manera.
       No entendía nada.
       —¿Aquí? —dudé. Sonaré muy cliché, pero Istvan parecía el tipo de chico rudo que preferiría estar en otros lugares fumando cigarrillos y peleando con sujetos iguales que él, como en... un callejón, ¿tal vez?
       —Sí, aquí, ¿algún problema? —frunció el ceño, preguntado de forma agresiva, como si se sintiera ofendido por la pregunta.
       —Pareces más de callejones oscuros y cementerios —confesé.
       Su cara no tuvo precio.
       —Es el comentario más estúpido que había oído jamás en mi vida —soltó una carcajada, y parecía una real, una sincera. Me odié, porque su sonó demasiado hermosa como para ser real, y ni hablar de aquella sonrisa en la cual mostró una perfecta dentadura que me dejó sin aliento. Bill era guapo y extrañamente tierno, pero él era sexy y caliente. Dios, no, me odiaba tanto por pensar así de un patán odioso como él—. ¿Qué me ves? —me miró como si fuese un bicho raro.
       Tenía razón, ¿qué le veía? Debería de irme y estar lejos de él. Hablando de eso, ¿por qué me estaba hablando? ¿No se supone que dijo que no debería de acercarme a ellos? Hace unos días le daba cólera de sólo verme, y ahora venía a entablar una conversación conmigo, en la que por cierto, Bill no ha sido mencionado en ningún momento.
       —N-nada —tartamudeé apartando la mirada y dirigiendola a su atuendo, el cual constaba de unos jeans oscuros y ajustados, una playera de manga larga verde militar desgastada sin diseño, y unas botas de cuero sintético negras sencillas, junto a una cazadora negra que lo hacía ver como todo un chico malo—. No te creas tan especial —dije con desdén.
       —Sí, claro —murmuró y se rió de forma burlona, cruzándose de brazos y sentándose en una mesa a un costado mío. Aquello me incomodó mucho, pero sería demasiado grosero de mi parte irme o cambiarme de lugar sólo por su presencia, además que eso sería darle más importancia de la necesaria.
       La mesera del lugar rápidamente llegó con una taza con algo parecido a un café sencillo, como si ya supiera ella que era lo que él pediría antes de que Istvan siquiera hablara. Lo cual me quiso decir que, efectivamente, este era un lugar muy concurrido para él.
       —Gracias, Karen —sonrió agradecido y recibió la taza para darle un pequeño y silencioso sorbo al café.
       Karen, como Istvan la había llamado, era una mesera de una edad cercana a la nuestra, de un aspecto tranquilo y pacifico. Ojos grandes de color café claro similar al caramelo, cabello rubio ondulado tomado en una cola de caballo algo desordenada, robusta, piel blanca de un subtono rosado y dientes amarillentos. No usaba maquillaje al parecer y vestía de una forma de lo más sencilla, como si su aspecto fuese lo más secundario en su día a día. Ella había sido la misma que me habia atendido a mí, lo que me quiso decir que probablemente ella era la única mesera del lugar.
       —¿Por qué tienes que observar todo a tu alrededor? —escuché un resoplido proveniente del chico sentado a unos metros de mí—.  Maldición, qué pesada eres —gruñó con molestia mientras hacía una mueca de asco, sin siquiera dignarse a mirarme.
       La ira se atoró en mi garganta, formando un nudo en ella de la impotencia que sentía. Quería gritarle tanto y darle unas bien merecidas patadas en la entrepierna por gilipollas, pero ahí estaba, en mi asiento, respirando cuál toro a punto de embestir a su víctima, sosteniendo con tanta fuerza la taza de porcelana que creí que podría hacerla añicos ahí mismo. Es que era un imbecil de primera.
      No sabía de dónde venía tanta fuerza de voluntad para poder permanecer en mi lugar y aguantar sus insultos, porque así lo sentía, como insultos.
      Respiré profundamente, tratando de pensar en algo que no fuese en la única persona que estaba cerca mío, y cerré los ojos para ayudarme en proceso.
      No funcionó. Sólo podía ver sus ojos dentro de mi cabeza o su asquerosa sonrisa burlona que tanto me tenía harta.
       No quise regresar al tema de la nota, ya que sabía que eso no sería bueno para mi salud mental, y además, no sabría cómo explicarle todo esto a mi psicóloga, porque la posibilidad de que lo estuviera alucinando me aterraba.
       Lo peor es que no sabía a quién recurrir después de esto. Mi familia estaba descartada, pues harían de esto un lío del cual no estaba segura que quería estar involucrada, y Caroline por supuesto que no sería ni tampoco Lucky, pues ambos ya estaban demasiado alterados con lo sucedido. Bill, después de nuestra plática de hace unas horas, no estaba segura que quisiera escuchar ni pío de mis problemas, pues me había dejado muy en claro que no debería tener ninguna relación con él.
       Por último, y extrañamente, "tenía" a Istvan. No parecía hoy tan reacio a hablarme y él por supuesto que no se preocuparía por mí, pero podría pensar las cosas de manera neutra. Justo lo que necesitaba.
       Si es que aún quedaba un poco de dignidad en mi interior, hoy estaba a pocas palabras de perderla. Las vueltas que da la vida, ¿eh?
       —Eh —carraspeé mi garganta—. ¿Istvan? —volteó a verme con indiferencia mientras depositaba la taza de café en la mesa, centrando toda su atención en mí—. ¿Te puedo hacer una pregunta? —antes de que se negara rotundamente, añadí la aclaración:—no tiene nada que ver contigo ni nada relacionado a ti, es sólo una pregunta.
        Pareció pensarsela más de dos veces, pues dudó, aunque después de un ruidoso y pesado suspiro por su parte, aceptó a regañadientes. Casi sonreía aliviada.
        —No le digas de esto a nadie, ¿sí? Eres al único que conozco que le puedo contar esto, pero nadie más puede saberlo por el momento —aquel comentario pareció darle curiosidad e intriga por lo que estaba por contarle—. Escucha, hace semanas recibí una nota. Y decía algo así como algo de una advertencia que no escuché, y al principio creí que habías sido tú, por eso de querer alejarme de Bill —argumenté.
        —Tú sabes que si quiero decirte algo te lo digo fñde frente y no me ando con rodeos o estupideces —se encogió de hombros.
       Cierto.
        —Bueno, gracias por la aclaración. Pero la cosa es que, hoy por la mañana recibí otra nota. Mira —saqué el papel arrugado de mi bolsillo trasero y se lo entregué, esperando con ansias a que lo abriera y leyera el contenido de este. Cuando por fin lo hizo, frunció el ceño y me miró descolocado.
        —¿Alguien te la dio o cómo? —cuestionó confundido, sin poder despegar la vista del trozo de papel entre sus grandes y delgadas manos.
        Negué.
        —Las he encontrado en mi asiento. La persona que me la dio, sabe cuál es mi lugar y al parecer llega más temprano que yo. He preguntado a la chica que llega antes que nadie, pero dice que no ha visto nada. Y no es lo peor —mi tono de voz de volvió tembloroso, aunque muy en el fondo, me sentía un poco bien, porque él se estaba tomando esto en serio y parecía interesado en lo que pasaba.
        —¿A qué te refieres? —preguntó con cautela, mientras me devolvía la nota, en ese momento en el que nuestros dedos se rozaron, sentí su piel cálida. Bill tenía las manos más bien frías mayormente.
        Suspiré, guardando el papel en donde antes.
        — Después de receso fui al baño, en uno de los cubículos leí, con esa misma letra, cómo alguien describía el cómo quería asesinarme —hablé en voz baja, pues no era un tema que se gritara a los cuatro vientos como si fuese de lo más normal contar—. Por eso estoy aquí. Me sentía pésimo... Bueno, aún —aclaré—, pero no tanto después de charlar contigo.
        Asintió lentamente, apartando la mirada de mí, y se quedó unos cuantos segundos quieto, como si estuviese analizando con cautela la situación, para por fin darme su tan esperado punto de vista.
         —Podría pensar que tal vez se trata de una broma de mal gusto. Ya sabes, después de lo viste en los baños, posiblemente alguien se esté aprovechando de tu inestabilidad psicológica y emocional, sólo porque su vida es menos interesante que la tuya —¿eso último debía tomarlo como una ofensa indirecta?—. Aunque por otro lado, si no se trata de eso, es grave.
         Bien, no es como que necesitaba a alguien más para que me recalcar a lo que ya era (bastante) obvio.
         De pronto sus ojos brillaron y sonrió, bajando la mirada hacia la nada, como si una fantástica idea hubiese surcado en su cabeza.
         —Tal vez esto te parezca una locura, pero escúchame antes de que comiences a fastidiar como es costumbre, ¿vale?
         Intrigada por lo que estaba a punto de decir, presté más atención de lo que hubiera pensado que haría hacia él en mi vida y lo miré atentamente, admirando en el proceso lo bien que lucía su cabello esa mañana.
         —Si se trata de un asesino, lo sensato sería que fueses a avisar a la policía, ¿correcto? —asentí con obviedad—. Ahora, los policías como te podrás dar cuenta hasta ahora, son unos ineptos incompetentes. Bill por alguna loca razón cree aún que ellos están haciendo su trabajo. Pero es una puta mierda —gruñó con asco—, ellos son unos egoístas que prefieren ver a otros morir antes que a ellos mismos —hizo una pequeña pausa y suspiró—. Escucha, sinceramente estoy harto de escuchar cómo cada semana muere alguien a causa de un enfermo. Así que te propongo algo —fruncí el ceño.
         Las cosas se estaban poniendo... interesantes, en menos de un día. Pues pasé con Istvan de casi un "pudrete", a estar haciendo una especie de pacto o algo así. Era muy extraño cómo cambiaban las cosas sin que siquiera pudieses imaginar que lo siguiente en tu vida, podría suceder.
         —Dime ya, que me estás poniendo nerviosa —confesé, mientras movía mi pierna con ansías.
         Rió suavemente ante mi insistencia y lo soltó.
         —Te propongo que nos unamos para atrapar a ese o a esa hija de puta, ¿qué dices?

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Creo que esta vez no tardé taaaaanto como veces anteriores, aunque debo confesar que tenía planeado terminar este capítulo hace ya una semana, más o menos xd. Por cierto, sus comentarios siempre me llenan de energía y ganas de seguir y seguir con Silence Street, y aunque no he planeado abandonar la historia en ningún momento, no son las mismas ganas de terminarla sin sus ánimos y palabras de apoyo. De verdad son lindísimas personas y muchas gracias por estar aquí y esperar con ansias los capítulos; me es increíble que piensen cosas tan positivas de esto y sólo me queda decirles gracias por votar y comentar en todos los capítulos, seguiré actualizando para ustedes 💓.

—Alexa.

Silence Street | Bill Skarsgård Donde viven las historias. Descúbrelo ahora