«La verdad siempre sale a la luz, tarde o temprano lo hace»
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72 horas antes del suicidio de Vianca
¿Cómo había podido Vianca ser tan estúpidamente ingenua? Al principio creyó que sólo eran mierdas de adolescentes inmaduros que no pensaban en los demás al llamar a aquel chico de las peores formas posibles para un chico tan joven y en una edad donde ese tipo de cosas llegaban a afectar tanto en la vida de uno. Sin embargo, ya no estaba tan segura de ello.
La vieja Vianca no hubiera creído la situación y le habría puesto una y mil excusas para justificar el que alguien (especialmente él) tuviera una bolsa con un cadáver en estado de putrefacción dentro de ella.
Qué estúpida y ciega estaba.
No pudo ver el monstruo que se escondía detrás de aquellos ojos verdes intensos, ni la demoníaca identidad que habitaba en él. En un chico que tenía apariencia de un Ángel marginado y solitario. Sus palabras duras y agrias que había recibido en un principio de él, no fueron suficientes para mantenerla aleja; y creyó, hasta hace unos minutos, que había hecho lo correcto al haber querido ayudarlo. Ahora sólo quería volver al pasado y nunca haberle conocido.
Siempre creyó que él sólo se refugiaba en una armadura porque muy en el fondo era una chico inseguro y asustado del mundo real. Vaya que no era así.
Vianca tapó su nariz sin poder soportar aquel penetrante olor ni un segundo más, mientras en el proceso, se alejaba lentamente de aquella bolsa negra que había encontrado debajo de la cama.
Sus pasos cesaron cuando su espalda chocó con algo duro y cálido, causando que la chica de ojos exóticos quedara paralizada.
Era él.
Un sollozo se escapó de sus labios al sentir las enormes manos del chico colarse debajo del suéter rosa palo de ella. Sus manos estaban tan heladas como el mismo invierno londinense.
—No me hagas daño —rogó Vianca con la voz entrecortada y temblorosa tanto por el miedo y por el llanto que se estaba conteniendo. Sus piernas flaquearon cuando sintió su respiración cerca de su cuello.
Una risa nasal y terrorífica se escucho detrás de ella, poniéndole la piel de gallina y sintiendo el incesante latido desenfrenado de su corazón golpeando ferozmente contra su pecho.
—Esta es tu culpa —la acusó con burla, mientras la abrazaba por detrás—. Tú te encargaste de sacar lo peor de mí.
Vianca negó frenéticamente, en un total y completo desacuerdo con aquella acusación.
—Y-yo te quería ayudar —titubeó, quedándose casi sin voz en el proceso.
—No —siseó—. Yo traté de mantenerte lejos —la estrujó contra su cuerpo, de tal manera que la chica comenzó a respirar con dificultad, acrecentando el miedo en su interior—. ¡Tú no quisiste escucharme, maldita sea! —gruñó.
Lo más doloroso para la Bishop, era que cada palabra que había salido de sus carnosos y rosados labios, eran totalmente ciertas.
—Tú trajiste a la bestia de vuelta. —susurró.
Actualidad, punto de vista de Summer
Llegar al edificio del departamento no tardó mucho, y digo eso no porque estuviese cerca aquel cementerio del departamento, mas bien porque pisé el acelerador como si me encontrara en plena persecución policiaca de película hollywodense.
Conducir como una loca desenfrenada estaba mal, sí, y más cuando las condiciones climáticas estaban en mi absoluta negativa; pero en mi defensa, cabía la pequeña y minúscula probabilidad de que Bill o Istvan (aún no sabía quién cojones era) no me hubiera reconocido en aquel corto transcurso de tiempo.
Si aquel era Bill, seguramente me preguntaría que por qué me metía en asuntos tan privados y delicados para él. Aunque la verdad no estaba muy segura de cómo reaccionaría.
Y si era Istvan..., bueno, él me había dejado muy en claro el día de ayer que no me quería cerca de aquel entorno que lo incluían a él, su hermano gemelo y a Vianca.
«Muy tarde, amigo».
Por lo que sabía de sobra que quizás se molestaría como la otra ocasión, o inclusive más.
Al llegar al interior del departamento tiritando de frío, me di cuenta de que Ellier no estaba a la vista, lo cual celebré internamente. Todavía tenía tiempo para pensar en una linda y convincente mentira.
Lo primero que hice fue darme una ducha con agua caliente, porque definitivamente estar enferma no estaba en mis planes. Después de haberlo hecho, salí ya vestida con mi pijama de ositos que mi papá me había regalado en navidad, y con más rapidez de la que pretendía, tomé el cuadernillo de pasta violeta y dura, la cual estaba sucia con barro y algo húmeda por la lluvia.
Quién sabe cuánto tiempo habrá estado allí.
¿Será que nadie más lo había notado?
Me encogí de hombros ante mi duda, la cual ahora me tenía sin cuidado. Eso era lo de menos para mí.
Antes de abrir el cuaderno me detuve de golpe y es que hasta ese momento que me había dado cuenta de lo que había hecho. Había robado una de las pertenencias de una difunta.
Dios...
Un sentimiento amargo de culpabilidad me invadió, debatiéndome así entre si abrir la libreta o no hacerlo. ¿Y si era algo íntimo de Vianca y yo acá husmeando como si fuera una revista de chismes? Mierda.
—Joder, Summer, no seas cobarde —me reprendí en un susurro, mientras cerraba con fuerza los ojos en un intento por darme el valor para hacerlo—. Tú puedes hacerlo, anda.
Tomé la portada del cuadernillo y entonces abrí el objeto como si de un tesoro se tratase, encontrándome con una hoja llena de escritos dentro de este, los cuales me dispuse a leer inconsistentemente. Fue cuando caí en cuenta de algo importante.
Por Dios, era el diario de Vianca Bishop.
—Fuck —maldije en una jadeo, mientras ojeaba al azar las hojas del cuadernillo.
«¿Y si dentro de él había algo relacionado con su suicidio?». Negué ante aquella idea. Por lo que investigué, la policía trató de encontrar una causa, lo cual no sucedió, y dudo mucho que no hayan leído esto antes. Es decir, alguien debió ponerlo allí y seguramente la policía ya lo revisó años atrás.
Realmente no tenía relevancia leerlo. Vianca Bishop ya era un caso perdido.
—¿Summer, estás aquí? —unos pequeños golpes en mi puerta junto a la voz de mi primo Ellier me sacaron en seco de mi transe. Cerré rápidamente el diario y lo escondí debajo de mi almohada, con la esperanza de que ni él ni nadie lo viera.
—Eh, sí. Acabo de llegar de... —vamos, estúpida, piensa rápido— de la cafetería.
«Eres grande, Summer. Eres grande».
—¿La cafetería? —preguntó con el tono de voz lleno de confusión—. ¿Puedo pasar?
—S-sí —titubeé tontamente.
A continuación, ya tenía a Ellier dentro de mi habitación mientras me miraba de arriba abajo, como si de esa manera, puediese asegurarse de que lo había dicho era cierto. Su mirada dubitativa me decía que desconfiaba de mí.
—¿Sabes qué? No te creo, pero no importa —se encogió de hombros—, venía a decirte que el rarito de Bill te está buscando.
La sangre se me vino abajo, perdiendo todo los colores en mi rostro.
¿Habrá sido Bill el que me vio? Puta madre, no.
—¿Ahora? —pregunté nerviosamente, poniéndome de pie.
—Sí —obvió, luego de eso se marchó.
De pronto mi respiración se aceleró al imaginarme la posible reacción de Bill si se enterara de que estaba metiéndome demasiado en el asunto de su difunta ex novia suicida. Era un tema delicado y en el cual definitivamente no debería de estar involucrada ni por equivocación, pero era algo inevitable para alguien tan curiosa como yo. Aunque sabía de sobra que no tenía justificación.
A paso lento caminé de manera nerviosa y algo temblorosa hasta la sala, lugar donde ya se encontraba Bill de pie, mirando el departamentos con sumo cuidado y de manera calculadora.
Al ver su actitud tan casual y tímida, supuse que no había sido él quien me había visto (pues yo seguía jurando que había sido alguno de ellos), por lo que ahora más relajada me acerqué hasta él para saludarlo por segunda vez en el día.
—¡Bill! —exclamé en un tono sorpresivo en modo de saludo. Él volteó a verme rápidamente y me sonrió de aquella manera tierna que sólo él sabía hacer.
—Hola, Summer —respondió de manera suave.
Me había percatado de que Bill era una persona calmada, silenciosa, tímida y paciente al igual que pacífica. Al diferencia de su hermano, que parecía ser lo contrario.
—¿Qué haces aquí? —fruncí el ceño.
Si no estaba aquí por Vianca, ¿entonces para qué? Es que, vamos, ya eran las 9 de las noche.
—¿No me querías ver? —bromeó con una sonrisita aún más grande, donde se podían ver una pequeña parte de su sonrisa con dientes.
Si no moría de ternura con esto, entonces con nada lo haría. Venga, que se veía monísimo. No era de todos los días ver a Bill con aquella sonrisa y bromeando, me sentía privilegiada.
—No, no es eso —reí de manera risueña—. Pero no vas a negar que es raro que los hagas.
—Sí, bueno, vengo a matarte —se encogió de hombros de manera despreocupada, dejándome muda y con un sabor ácido en la boca—. ¡Ay, no! Yo... Y-yo lo siento —tartamudeó, dándose cuenta de mi reacción y de lo que había dicho. A mí no me había hecho gracia—. No recordaba el asunto de Leah, qué idiota soy —se golpeó la frente con la palma de su mano.
—No te preocupes —respondí forzadamente, obligándome a sonreírle.
Me odiaba por decirlo, pero él era jodidamente raro.
—Mierda, es que... —no pudo terminar de hablar porque había soltado un gruñido.
Bill maldiciendo, bromeando, sonriendo mostrando los dientes y gruñiendo... Guau, eso sí que no me lo esperaba todo en un día. Eso me había dejado más shockeada que lo anterior, sin dudas.
—No hay problema —me senté el el sofá, tratando de regular mi pulso y contando como mi psicólogo me había indicado si es que sufría algún ataque por la noche o si es que me ponía nerviosa, justo como ahora.
El chico de orbes color aceitunado imitó mi acción y se sentó a mi lado en silencio. No pronunció palabra hasta que yo estuve por fin en calma nuevamente.
—No sé socializar mucho, como te podrás dar cuenta —comenzó a hablar, en un tono de noz neutro pero ligeramente tenso. Su mirada estaba mirando un punto muerto en la habitación y su rostro no parecía reflejar nada—. Cuando intento ser como los demás, como bromear —ejemplificó—, no puedo hacerlo bien —admitió.
No lo podía creer. Bill Skarsgård se estaba abriendo conmigo después de casi dos semanas de habernos conocido.
—Como en la oficina y ahora —hizo una mueca y soltó una risita, ambas llenas de amargura—. A veces quiero ser normal —reveló, bajando el tono de voz—, pero en ocasiones no puedes luchar contra lo que eres, ¿no? A veces es mejor estar contra el mundo que contra ti mismo.
Asentí en silencio, tratando de procesar sus palabras y comprenderlas con cuidado y detenidamente. Fue que me di cuenta de que me gustaba realmente estar con Bill, porque además de tener un aura pacífica, decía cosas que tenían más sentido de lo que parecía.
Bill era un chico sabio.
—Ser diferente no está mal, ¿sabes? —fue lo único que pude contestar, porque no supe qué otra cosa decirle.
No quería hacer un comentario que pudiera cagarla, por lo que preferí llamarlo "diferente" y no "raro".
—Quizás no sé lo que sientes siendo tú mismo, pero al menos eres más único que el resto —le sonreí—. Sinceramente prefiero que seas tú mismo y no alguien que no eres.
Aquella confesión pareció no ser esperada por el castaño a mi lado, lo supe gracias a la expresión de sorpresa que su rostro había reflejado.
Algo en su mirada brillo intensamente mientras me observaba en silencio. Las comisuras de sus labios se curvaron suavemente hacia arriba, de manera sutil, delicada y lenta. Un proceso que fui capaz de apreciar y disfruté más de lo que creí debería.
Algo en mi interior me decía que no debía de acostumbrarme tanto a este lado de Bill, así que me obligué a gozar del momento en silencio como al parecer a él le gustaba y no dije ni una palabra en unos cuantos minutos. No hasta que recordé que Bill tal vez había venido con un propósito.
—Por cierto, ¿querías decirme algo? —pregunté rompiendo la armonía del momento.
Bill dio una respiración profunda y, sin dejar de mirarme, se acomodó en el sofá de manera que Gun estuviera a gusto aun con nosotros tan cerca de él.
—Bueno, ¿no había algo que querías que te respondiera? —contraatacó.
Mi mente estaba tan saturada de información que no era capaz de recordar algo como eso, pero cuando me iba a dar por vencida de manera penosa, algo me vino a la mente de manera inmediata.
El mensaje.
—¿Sobre el mensaje? —inquirí con más entusiasmo y ansiedad de la que pretendía, acción que pareció hacersele divertida.
—Mhm.
—¿Me dirás en serio? —ahora mi cuestionamiento había sido con incredulidad.
Quizás era otra de sus bromas malas.
—Es la intención —se encogió de hombros de manera despreocupada, cosa que sólo aumento mi ansiedad por saber qué era lo que significaba aquella contestación.
—¿Y bien? —lo miré atentamente, para no perderme ningún detalle.
—Bueno, cuando conocí a Vianca mi vida mejoró —agudicé mi oído al oír el nombre de la chica—. Antes de ella mi vida era una mierda, era como una hoja seca de una árbol sin vida. Pero cuando ella llegó, fue como volver a empezar de nuevo —sonrió de manera nostálgica, con un aura triste que no me pasó desapercibida—. Volví a ser como una hoja en el viento llena de vida. Pero cuando ella murió, respectivamente me volví a secar, como una hoja en primavera.
«Ella era mi otoño; porque como una hoja en el viento, me hacía querer avanzar.
Okey, de todas las cosas que se habían pasado por mi cabeza, jamás me habría imaginado esa, sinceramente.
Indudablemente, Bill era una caja llena de sorpresas.
—Oh, yo... Siento haber sido muy entrometida —confesé avergonzada, sintiendo mis mejillas teñirse de un rojo carmesí.
—No importa —rió quedamente, de manera casi imperceptible para mí. Algo dentro de mí se removió cálidamente, aunque no le presté demasiada atención—. Ahora que tengo la oportunidad de tener una amiga, no la voy a desperdiciar —me sonrió, haciéndome sentir verdaderamente dichosa.
Por alguna extraña razón que desconocía, tuve un mal presentimiento. Como si supiera de alguna manera, que algo malo, muy malo pasaría después de esto.
Después de todo, me estaba metiendo en un terreno un tanto peligroso, como lo era la mente y vida pasada de Bill.🍂 🌺 🍂
¡Otro capítulo por fin :D ! No sé qué me pasa, pero estoy feliz por actualizar más seguido que antes (':
Por cierto, muchas gracias a todas esas personitas que se toman el tiempo de leer, votar y sobre todo comentar en mi historia, no saben lo feliz que me hacen cada una ustedes <tres.
Nos leemos luego y espero que sea pronto v': 💜.
—Alexa.
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Silence Street | Bill Skarsgård
Fanfiction«Bienvenida a la calle del silencio» fue la primera advertencia que le llegó a Summer desde que se mudó al nuevo vecindario. Summer Foster no quiso escuchar las advertencias, no quiso oír porqué la calle Postner era de los peores lugares en los que...