Capítulo 2.1

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Las clases básicamente se basaron en presentaciones e indicaciones por parte de maestros. Yo no podía esperar a que las clases por fin culminaran y así poder ir con el profesor James, quien por cierto era bastante divertido y tenía una voz agrable. Pero, había un problema. Descubrí que Bill estaría también en el taller de música. Y no es que tenga algo contra él, pero me siento desconfiada de su persona, parece todo un psicópata. Igual no quería gastar mi tiempo pensando en él, parece ser irrelevante.
    Al finalizar las clases salí del aula de literatura, sola, ya que no estaba ni Caroline o Lucky. Sí había hablado con un chico que se veía muy amigable. Su nombre era Kurt Lee y era un poco más alto que yo, su labios eran palidos y delgados con dientes chuecos, sus ojos eran casi negros y su cabello era castaño y lacio, pestañas largas y espesas y una nariz hermosa, creo que era lo mejor de su físico. Era atractivo hasta eso. Pero eso sí, su risa era de esas que parecen irreales de tan raras que son, su voz es gruesa, pero su risa es super chillona y parece que tiene retraso. Esta última característica causa risa en los demás al parecer.
    —¿Adónde vas? —preguntó Caroline llegando junto a Lucky. Los miré mientras cerraba el cierre de mi mochila y la acomodaba en mi hombro.
    —Al taller de música. Sí quedé en él —les dije sonriendo orgullosa. Caroline pasó un brazo por mis hombros en modo de abrazo y me felicitó.
    —¡Lo sabía! —canturreó y apretó mis hombros suavemente—. Te dije que quedaría, Lucky. Mi papá me enseñó a detectar a un artista con solo oír la voz —mencionó con el rostro en alto. Le sonreí.
   —¿Tú papá conoce de música? —pregunté.
   —Claro —asintió—, él es un productor musical de la empresa Syco.
   —¡Wow! —la miré impresionada—. ¿Y eso es genial o la verdad no?
    —Da igual realmente —se encogió de hombros al respecto—. Nos vemos mañana, Summer —me soltó cuando llegamos al taller de música, del cual se oía el suave ronroneo de la guitarra acústica y una voz bastante familiar cantar. Me despedí de ellos y esperé a que la canción terminara para no interrumpir, al finalizar entré al aula y, como en receso, ahí estaba James, Bill, pero ahora estaban dos chicos más. Una chica de cabello ondulado, rubio y hasta los hombros, ojos alargados color verde esmeralda, escaso maquillaje, ropa muy apretada pero compensada con un abrigo enorme que le quedaba hasta los muslos y labios muy gruesos pintados de rosa pálido, ella tenía un cuerpo delgado y desde aquí se le notaba que era muy alta. El chico tenía cejas gruesas, espesas y negras al igual que sus pestañas, ojos enormes de color caramelo, una nariz respingona, labios gruesos y cabello lacio oscuro con una piel blanca llena de tatuajes, y respecto a su cuerpo, se veía super delgado y sin rastros de que hiciera mucho ejercicio. Vestía unos jeans oscuros y apretados junto con una camisa gris simple y un abrigo del mismo color de sus jeans.
    El profesor me miró con una sonrisa y se puso de pie, dejando de lado su guitarra.
    —Summer, mira, ella es Alesandra Carlson y él es Ahamed Mukhametov —señaló a los chicos que me miraban fijamente y sonriron. Les devolví la sonrisa y me senté a un lado de Ahamed, quien parecía todo un musulmán con piel blanca. Me di cuenta que además de los tatuajes de sus manos también tenía un piercing en la nariz plateado y olía a cigarrillos. Me miró, analizándome, para después hacer un símbolo de amor y paz con su mano izquierda dirigido hacia mí. Luego de eso se volteó en dirección a Alesandra y habló un par de cosas con ella que no alcancé a oír—. Alesandra toca la batería y Ahamed canta —dijo orgulloso, mostrando una radiante sonrisa, llamando nuestra atención.
     —Soy  la mejor baterista de la escuela —sonrió con autosuficiencia—. Gané un concurso de música a los 13 años —presumió.
     —Es presumida, déjala —aconsejó Ahamed mientras rodaba los ojos por la actitud de Alesandra.
     —¡Tú cállate, musulmán de mierda! —bufó la chica cruzándose de brazos.
     —A ver, cállame —la retó con burla. El maestro miraba divertido la situación, se me hizo raro, ¿qué clase de profesor hace eso? Alesandra alzó una ceja, expectante.
     —No, gracias. No quiero que «alguien» me aviente una bomba de repente —se negó con una sonrisa falsa.
     Miré de nuevo al profesor quien, aún, seguía divertido con todo esto de su pequeña discusión. Y luego estaba Bill Skarsgård, él no los miraba, no miraba a nadie, tan solo tenía su mirada perdida en algun punto infinito del suelo. Los chicos sentados a mi lado siguieron peleando y yo, ya harta de la situación, me puse de pie y me senté a un costado de Skarsgård. Este me volteó a ver confundido, pero rápidamente me ignoró. No importaba, no quería que me hiciera caso en realidad, solo que era incómodo estar con esos dos. Además, no había venido a oír pelear estúpidamente a dos personas.
     —Son insoportables, ¿eh? —preguntó de repente el chico a mi lado. Me sorprendió mucho que me hablara, se veía muy callado y poco sociable, casi como yo pero en un nivel más alto.
     —Algo —admití—. Hasta ahora parecen unos idiotas —comenté en voz baja con una pequeña sonrisa.
     —Lo son —reconoció metiendo sus manos en los bolsillos de su gabardina. Unos minutos más de silencio entre él y yo pasaron, después dijo:—. Eres nueva, ¿no?
     —Sí —contesté—. Desde el viernes por la mañana —me vio de reojo y asintió.
     —¿Por dónde vives? —fruncí el ceño. ¿A él qué le importaba?
     —¿Por qué preguntas?
     —Porque sí —se encogió se hombros—. ¿Y? —preguntó esperando mi respuesta.
     —En un departamento de Postner Street —respondí esquivando su mirada, incómoda.
     —¿Qué departamento? —indagó.
     Esto ya se estaba tornando... raro, incómodo y aterrador. No confiaba en él, ni siquiera debería hacerlo. Estaba haciendo preguntas que no eran de su incumbencia.
     —No me lo tomes a mal —aclaré mi garganta, envalentonada de lo que diría a continuación—, pero no eres de fiar. No te conozco como para decirte esas cosas.
     —¿Crees que yo soy el asesino? —preguntó en un tono oscuro, de forma seria y casi sabiendo mi respuesta.
     —Cualquiera puede serlo —me limité a responder.
     Y, de nuevo, nos quedamos en silencio, en in incómodo y tenso silencio. Y sí, sabía que a nadie le agradaba que le dieran indirectas de cosas negativas sobre ti, pero también era cierto que no por eso iba a confiar en cualquier persona. No soy tan estúpida.
     Me di cuenta de que Alesandra y Ahamed ya no estaban peleando. El maestro estaba hablando con ellos, como tratando de calmarlos. Lo hubiera hecho antes, pero al parecer había disfrutado del espectáculo. Vaya, qué profesional.
     —Yo vivo ahí —dijo. Lo volteé a ver confundida, después comprendí de qué hablaba. Y por alguna razón mi respiración se aceleró, de miedo—. En el departamento «16B».
     Quedé helada. Era el departamento que estaba frente al nuestro. Estaba más cerca de mí de lo que imaginaba.
      —Ah —susurré, sin ganas de estar a un lado de él. Había algo en él, algo que no podía explicar. No en su físico, ni su voz. Algo en su aura, su presencia, en su mirada.
      —Tú eres la de enfrente —no sabía si eso era pregunta o afirmación, pero me desconcertó un poco. ¿Como sabe eso?
      —Sí. Vivo con mi primo —tuve la necesidad de decir eso, como darle a saber que no estaba sola. El asintió solamente y se mantuvo en silencio—. Espera, ¿cómo sabes que vivo en frente? —cuestioné, mirándolo atentamente.
     —El fin de semana completo, todo el edificio se la pasó hablando de tu llegada —se encogió de hombros—, obviamente me iba a enterar, vivo ahí.
    Qué estúpida eres, Summer, me regañé mentalmente.
     —Ya veo —respondí. Eso no quitaba el hecho de que él seguía luciendo escalofriante. Lentamente me alejé un poco de su anatomía, como si fuese radioactivo o algo parecido. Por suerte este no pareció notarlo—. Profesor —lo llamé y él de inmediato me miró atento—, ¿sólo seremos nosotros cuatro? —pregunté sin poder creerlo. Era una institución grande de miles de alumnos, no era posible que solo cuatro vinieran aquí, a la clase de música la cual es bastante destacada en las materias y talleres escolares.
     —Hay muchas clases de música aquí, pero esta es «especial», por así decirlo —vaciló un momento para explicarme mejor—. Aquí vienen los alumnos que quieren entrar y yo los asigno según sus habilidades e intereses. Los que están en esta, es porque se ve que tienen talento —respondió. Eso había sonado... feo, pero era cierto, hablando personas hay mejores en algunos aspectos, como la música. Pero sinceramente no me creía al nivel del que él hablaba como para estar aquí, pues si bien cantaba desde niña con técnicas que mi papá me enseñaba; no era muy buena.
    —Ah —contesté asombrada.
    —Prácticamente te está halagando —sonrió Alesandra—, y a nosotros igual. Somos geniales en pocas palabras —dije con autosuficiencia.
    —Cálmate —resopló Ahamed con irritación.
    —¿Por qué? Es la verdad —se defendió.
    —Deja de decir estupideces —resopló y la ignoró. Yo la verdad ya me estaba cansando de sus actitudes, a tal grado que el chico raro a mi lado me parecía hasta relajante.
    —¿Ya te has topado con la señora Winchester? —preguntó en murmuro el castaño de ojos verdes sin mirarme.
    Quería hablar de nuevo, y la verdad no quería hacerlo.
    —Eh, no, no creo —me limité a decir. Aunque la verdad no sabía ni quién era la señora Winchester, pero tampoco me interesaba.
    Y cuando creí por zanjada la plática, volvió a hablar:—Es la señora de edad avanzada, la ciega que dice cosas raras.
    ¿Será la señora escalofriante que me dijo «bienvenida a la calle del silencio»?
    —Entonces creo que sí —asentí y volteé a verlo. Viéndolo bien, tenía bonitas facciones. Pero había algo en él que no me gustaba y me hacía desconfiar de él, sin embargo, también me sentía mal por juzgarlo por tontas intuiciones que no eran seguras.
    —¿A que da miedo? —alzó ambas cejas en señal de enfatizar su comentario.
    Tú das miedo.
    —Sí —sonreí forzadamente.
    Y él y yo no volvimos a cruzar palabra en toda la clase. Él volvió a su postura seria y seca de antes y yo tan solo opinaba en algunas ocasiones, pues aún no entraba en confianza como era obvio.
    Al terminar la clase de música me despedí del profesor y de mis demás compañeros para después ir a la parada del bus, donde también se encontraba Bill Skarsgård. Yo estaba sentada en la banca blanca que estaba en la parada y Bill en el otro extremo mientras leía el mismo libro que lo había visto comprar en el supermercado, sin prestar atención a lo que sucedía a su alrededor. Y lo envidié.
    Yo estaba tan nerviosa de tener que ir en transporte público con algunos desconocidos, los cuales pueden ser sospechosos. Cualquier persona puede serlo.
    Pasaron muchos minutos para que el bus pasara, pero cuando por fin lo hizo, el chico y yo subimos al interior de este y es hasta ahora que veo que Bill está usando otra gabardina, una de color café oscuro. ¿Cuándo la había cambiado?
    Solo habían dos asientos disponibles, y estos estaban juntos. Él de sentó en uno y yo en el otro. Y me sentí bastante incómoda al tenerlo tan cerca de mi cuerpo.
    Lo miré con curiosidad por su cambio de atuendo, y podría jurar que antes estaba usando otra camisa que no era negra y estaba usando converse, no botas cafés.
    —¿Qué cojones me ves? —preguntó de manera hostil y fría mientras volteaba a verme, de aquella forma como cuando había chocado con él en el supermercado.
   ¿Por qué de pronto era grosero?
    —Y-yo, es que... —comencé a tartamudear, nerviosa por su comportamiento—. ¿Qué te pasa? —pregunté finalmente atónita—. Hace unos momentos estabas hablándome —fruncí el ceño, molesta. ¿Qué se creía?
    —Disculpa, pero yo no te conozco —me sonrió falsamente y de inmediato desvió su mirada—. Y deja de mirarme —ordenó seriamente.
   ¿Es que esto era una especie de broma o algo?
   —Idiota —mascullé indignada y avergonzada.
   Y todo el camino a la calle Postner ni siquiera lo miré de lo molesta que me encontraba con la situación, porque ni siquiera me la creía.
    Al llegar al edificio solo hice tarea, y extrañamente, no me quité a Bill de la cabeza. Y no porque me gustara, sino porque hayaba estúpida e infantil su actitud. ¿Hacer como si nunca nos hubiéramos visto? Ese ya era otro nivel, en serio.
    Lo único que esperaba, es que al día siguiente no hiciera la misma payasada, porque de verdad ese tipo de bromas pesadas me caían en la punta del hígado. Esperaba que mañana, también, no ocurriera ningún asesinato o algo por el estilo.
   Esperaba no ser la próxima desaparecida.

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Por si no sabían, Ahamed se pronuncia «Ajmed», y no, no va a explotar la escuela.
Quisiera tener un profesor que sea como James v': Así bien kulz el cñor.

¡POR FIN HE ACTUALIZADO, AHHH! ❤️ Me tardé porque estaba en otra cuenta y no pude seguir escribiendo ): Lo siento, lindas.

Por cierto, ¿qué tal la actitud de Bill? A mí se me haría horrible una broma como esa, o sea, no, NO, NOOOO.

Nos leemos, bebés ✨, tengan lindo día (:

—Alexa.

Silence Street | Bill Skarsgård Donde viven las historias. Descúbrelo ahora