Capítulo 13 Eso querías pendejo

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Era un sábado por la mañana, cerca de las 9:00 a.m. un poco tarde para levantarse, pero tenía una inmensa flojera por el día anterior. Me levanté como siempre de mi cama, fui al baño a orinar (aunque decir eso está de más), fui a desayunar un saludable cereal de trigo. El día en cualquier otro momento me hubiera parecido muy agradable y prometedor, pero había algo que en ese momento podía arruinarle el resto de la mañana a cualquiera. En menos de 4 horas iba a estar gritando, berreando de dolor.

Hay muchos que ya lo saben, otros que no, pero desde hace ya bastante tiempo yo tengo un problema en mis pies. Uñas encarnadas. Es algo sin duda desagradable, siempre tienes que estarte cuidando, evitando que te pisen, tropezarte y golpearte dedo con algo. Más aun considerando que en mis dedos (ambos dedos gordos de ambos pies) había desarrollado una buena inflamación de la carne circundante a la uña y esta, a su vez, estaba ya en cierto estado de infección. Estaba hinchado y con una coloración entre rosada y rojiza. Era horrible y muy muy molesto y doloroso.

La tarde anterior, supongo que motivada por la desesperación, mi madre acudió con una pedicurista o algo así que le recomendaron. Hasta donde la habían dicho, esta señora se especializaba en este tipo de padecimientos. Mi mama fue a verla, pero el local estaba hasta la madre de gente, por lo que arreglo una cita con la señora y me atendería el día sábado a las 12:00 p.m.

Mi madre me dio la dirección hacia donde debía de ir, pero por obvias razones (no tenía dinero para pagar la cita y me daba miedo ir solo), mi madre me acompaño para la extracción de mis uñas encarnadas. El trayecto de mi casa hasta el lugar donde iban a atenderme fue de aproximadamente 10 min, pero a mí me pareció de más de media hora. Tomamos el transporte público, el tráfico era fluido y en la esquina donde nos bajamos solo fue cuestión de caminar dos cuadras pequeñas.

En mi mente no podía dejar de imaginarme el peor de los desenlaces a lo que sea que iba a pasar. Solo pensaba en una mujer tomando unas pinzas mientras arrancaba desde la raíz mi uña, dejando todo mi pie lleno de mi propia sangre, con el resto de mi cuerpo en posición fetal temblando de dolor. - Ahora el otro- decía la mujer

-ahhh- deje escapar un leve suspiro de miedo y nerviosismo.

- nervioso? - pregunto mi madre

-si, un poco- dije para tranquilizarla, ella se veía aún más asustada por lo que iba pasarme que yo.

Después de caminar por lo menos 30 metros llegamos al lugar. Si he de ser honesto yo me imaginaba un lugar...emmm... alguna clase de consultorio o algo así. Pero me encontré con un simple local, compuesto por una habitación de forma cuadrada y un pequeño cuarto a un lado cubierto con una cortina de color vino que daba la impresión de ser un baño.

El interior estaba compuesto por una seria de pequeños estantes cubiertos en su totalidad por pequeños adornos artesanales. Pequeñas muñecas de trapo, centros de esa con madera y papel, peluches de algodón, y las paredes estaban tapizadas de muchas y muy variadas figuras de unicel. Todos estos "recuerditos" daban un extraño ambiente de tranquilidad e inocencia, desde el pequeño muñeco graduado hasta la cigüeña que trae una bebita.

Sin embrago, el local parecía más a una tienda de regalos y chucherías que a un consultorio médico o parecido, no me inspiraba confianza en lo más mínimo el lugar, daría lo que fuera por estar en un consultorio del Dr Simi.

-Mama donde me trajiste? - pensé en mi mente

La mujer del local nos recibió de una manera muy amable y cordial.

-Hola, pasen, pasen- nos dijo la mujer

Entre en el sitio con un aire de desesperanza, no estaba seguro de que era lo que iba a pasar o lo mucho que podría dolerme todo aquello, pero después de pensármelo mucho solo me decidí y afrontar los hechos.

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