Obscuridad, completa y absoluta obscuridad. Mis pensamientos de ese momento eran sombríos y confusos, no sabía si la luz de todo el lugar había desaparecido o si me había quedado siego. De pronto, extraños ruidos del exterior comenzaron a aparecer, mientras todo pasaba de un color negro a algo con un tono más gris, y en ese preciso momento fue cuando la respuesta de lo que sucedía apareció en mi mente como una ráfaga de luz. Me estaba despertando.
Agradecía a Dios que no se interrumpiese un sueño tan precioso como el del primer capítulo, pero aun así no era muy bueno. Por la poca sensación que tenía en mi cuerpo pude corroborar la extraordinaria comodidad en la que estaban mis músculos. Intentaba moverme, pero después de un leve desplazamiento de mis brazos me di cuenta de que no quería moverme hasta en un buen rato.
-que más da, no tienes nada que hacer temprano- pensé
Sonó mi alarma de las 8:30 a.m. como era costumbre, ya había dormido lo suficiente, pero la comodidad no me dejaba ir. Con todas las fuerzas que tenía, desactivé la alarma y me dormí de nuevo. Estaba en un sueño muy placentero, cuando de repente un pensamiento atravesó mi mente y me hiso levantar de golpe. Revise mi teléfono de nuevo, eran casi las 10 de la mañana. Fue ahí cuando recordé. Tenía que asistir a la cita con la señora que atiende mis uñas encarnadas.
Me levanté tan rápido como pude de la cama, me puse un par de pantalones de mezclilla, una playera delgada y en mi bicicleta me dirijo tan rápido como pude al establecimiento de aquella mujer. Por un momento me pregunte si debía de haber tomado al menos un vaso de leche para desayunar, pero la sola idea de retrasarme más me impidió dar vuelta a mi bicicleta. Aunque claro, tenía hambre.
-eres un pendejo- pensé en vos alta
Estaba pedaleando rápidamente, haciendo caso omiso a los semáforos y entrando en dirección contraria. La verdad sea dicha, soy una persona sumamente impuntual, pero por alguna extraña razón estaba muy presionado en ese momento.
Para cuando llegue al local, me di cuenta de que aquella mujer que atendía las uñas de mis pies estaba senada en una silla mientras leía una revista. No parecía que estuviese esperando a nadie, solo se entretenía por un rato, hasta donde yo se, las mañanas siempre son tranquilas dentro de su negocio, por eso era la oportunidad perfecta para asistir.
Por un momento me quede intrigado de mí mismo. ¿Por qué estaba tan apurado? ¿Porque pase de largo un semáforo rojo para moverme más rápido? ¿Por qué me preocupe tanto en llegar temprano si sé que la señora no tendrá clientela hasta el medio dia? Nada de eso tenía respuesta alguna. Solo encadene mi bicicleta en una señal de tránsito enfrente de la calle y me dispuse a entrar.
-hola- salude- buenos días
-ohh, buenos días- dijo la señora poniéndose de pie y dejando su revista a un lado- pásale, en seguida te atiendo
- muchas gracias- asentí
- ya tenia rato que no habías venido- me dijo la mujer
- si, estuve un poco ocupado- la verdad era que olvidé por completo todo aquello, se suponía que debía ir a una revisión 3 días después de que me desenterraron las uñas, pero mi terrible memoria, y la falta de importancia que le di, provoco que pasaran casi tres semanas sin asistir. Si no hubiera sido pero el hecho de que las uñas comenzaron a molestarme de nuevo, creo que no hubiese ido.
La amable mujer acerco como siempre sus "instrumentos de tortura", después de sentarse en una silla, me pidió que le mostrase mis uñas de nuevo para ver que tanto habían mejorado desde entonces. Vaya puta suerte que tengo.