Capitulo 57

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Un suspiro se le escapo apenas toco el timbre. Sus manos se ocultaron tras su espalda y sus zapatos se pisaban entre sí, mientras él solo intentaba hacer ejercicios de respiración para lograr calmarse. Pero esto simplemente no funcionaba. Sus manos transpiraban, el sudor que corría por su frente descendía por su sien hasta el mentón y allí caía. Algunos mechones de su rizado cabello se pegaban a su frente, obligándolo a retirarlos con su mano y a intentar secarse aquella húmeda. Fuera de eso, los ejercicios de respiración no parecían funcionarle, era como si sus pulmones no estuvieran trabajando del todo bien, mucho menos cuando observó la cerradura de la puerta girarse y esta abrirse mostrándole a la señora Smith.

―Maestra, buenas tardes. Disculpe la molestia, pero ¿se encuentra, Nathan? Necesito hablar con él. ―la mujer no podía evitar estar feliz en ese momento. Horas atrás había deseado que su hijo y Alexander pudieran solucionar las cosas y allí estaba el tiziano, prácticamente como un ángel, caído del cielo.

―Pequeño, pasa. Nathan está aquí, está encerrado en su habitación. Le hará feliz verte. ―el chico solo se adentró al hogar en silencio mientras escuchaba las palabras de su maestra. Realmente esperaba que Nathan se colocara feliz de verlo. ―Ven, sígueme, te llevare. ―una vez que la puerta fue cerrada, Natalia comenzó a caminar hacia el pasillo de la casa, seguida de Alexander que solo caminaba con la mirada baja, tal como solía hacerlo un niño cuando lo regañaban. ―Realmente espero que puedan arreglar todo. ―el tiziano asintió. Él también esperaba y deseaba que aquel tiempo no haya arruinado las cosas. ―Bien, es aquí. Los dejare. Suerte. ―sin más, la mujer dio media vuelta y se regresó a la sala del hogar.

Alexander la observó partir y luego se encontró de frente con la puerta de madera, cubierta de un tono blanco. Suspirando, el chico cerró sus ojos y toco esta con suavidad. Uno, dos, tres toques y abrió sus ojos mientras esperaba en silencio, no lograba escuchar ningún ruido del otro lado, nada que le indicara que el castaño realmente estaba allí. Así que nuevamente volvió a llamar. Uno, dos, tres y espero; sin embargo esta vez escuchó ruidos y se colocó firme, como si de algún soldado se tratara.

Cuando la puerta se abrió y mostro al chico de cabello castaño, Alexander no lo pensó dos veces y se abalanzo sobre este besándolo. ¡Al fin! ¡Al fin volvía a sentir sus labios! Alex parecía gelatina al sentirse envuelto por los brazos ajenos. Sus manos se posaron sobre la nuca ajena y ladeando el rostro profundizo el beso. Los labios del tiziano se movían con desesperación y rudeza mientras buscaba marcar el ritmo. Por otro lado, el castaño solo lo seguía y sujetaba con más fuerza la cintura ajena. ¿Acaso era real aquello? ¿Alex en verdad había llamado a su puerta y se encontraba besándolo?

Abriendo sus labios, sintió como la lengua del menor invadía su boca y él con gusto se dejaba. El tiziano quería llevar las riendas del beso y él estaba dispuesto a dejar que las llevara. Después de todo, solo le interesaba volver a sentir el dulce sabor de los labios de su amado, Alexander. Cuando la respiración en ambos fue irregular, se separaron solo lo suficiente para que ambos juntaran sus frentes y jadearan uno sobre el otro, logrando que sus alientos se mezclaran.

―Te amo…. Te amo, Nathan. Lamento haber demorado tanto para darme cuenta, realmente lamento haber sido tan idiota como para dudar de ti. Perdóname, Nath. ―el castaño no podía creer lo que estaba escuchando. ¡Alex le había dicho te amo! El tiempo si había servido de algo.

Haciendo más fuerte su agarre en la cintura ajena, el castaño sonrió y dejo un pequeño beso en la nariz del pecoso.

―Ambos fuimos idiotas, pero está bien, el amor nos hace ser así. ―el castaño alzó a Alex y comenzó a girar hacia el interior de la habitación, causando que el más bajo riera infantilmente. No sabía porque, pero escucharlo reír de esa forma, hacía que Nathan se sintiera bastante completo. ―En verdad estas aquí, aun no puedo creerlo. No puedo creer que tenía razón, el tiempo te ayudaría a entender que me amabas.

―El tiempo, Mónica y mis padres. ―musitó el chico separándose para poder verle. ―Ellos me hicieron entender que por amor se hacen muchas estupideces y eso fue lo que hiciste. ―retirando una de sus manos de la nuca ajena, la llevó hasta la mejilla del castaño y la acaricio. ―Me alegra que ellos me hayan hecho abrir los ojos.

―Yo también me alegro, Alex. ―susurró el muchacho, frunciendo ligeramente el ceño de un momento a otro. ―Hey, ¿pasa algo? ―Alex asintió y se separó rápido corriendo prácticamente fuera de la habitación.

―¡Te escribo más tarde! Te dejo vestirte. ―gritó el chico cerrando la puerta de un portazo saliendo en carreras de la casa, una vez que había logrado despedirse de su casi suegra.

Nathan rio y se sonrojo al ver por qué su chico se había ido en carreras. Entre tanto alboroto, se le había olvidado que recién salía del baño y que lo único que le cubría era la toalla. Toalla que yacía en el suelo al habérsele caído seguramente al momento de estar dando vueltas. El castaño solo la tomó y la volvió a atar alrededor de sus caderas, cubriendo sus partes íntimas, para así poder echarsé en la cama y pensar, cuanto amaba a esa pequeña cerecita andante.













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¡Capitulo nuevo! Espero les guste y disfruten. Recuerden hacerme saber sus opiniones mediante votos y/o comentarios.

Quiero pedirles disculpa por no estar respondiendo a los comentarios como en ocasiones hago, la razón es que tengo fallas con el Internet y bueno, con suerte logro subir capitulos. En fin, gracias por el apoyo. Linda noche :3

Hey, chico nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora