LA RESPONSABILIDAD DEL AUTOR

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Acabo de ver "American Anarchist" (está en Netflix), un documental en el que se entrevista a William Powell, el autor del controvertido libro "The Anarchist Cookbook", publicado a principios de los setenta. Reconozco que no conocía la historia, ni se me hacía familiar el título del libro, por lo que en un inicio no sabía muy bien con lo que me encontraría. Finalmente constituyó una forma dolorosa de analizar uno de los temas más interesantes y difíciles de tratar para un autor: ¿qué tan responsables somos de las acciones que otros llevan a cabo bajo la influencia de lo que escribimos?

Si ustedes, como yo, no saben quién es William Powell o de qué se trata su libro, acá va su historia resumida: nacido en Estados Unidos, pero criado durante sus primeros años en Inglaterra, William siempre se sintió alguien desplazado y extranjero. Si en Inglaterra era maltratado por ser estadounidense, en su país natal lo fue por su acento y por su educación diferente. A medida que crecía se fue llenando de rencor, sentimiento que tuvo su explosión entre los 17 y 18 años, cuando vivió los tumultuosos años sesenta en Estados Unidos. Al ver personalmente manifestaciones que acababan con represión por parte de la policía y al sentirse cada vez menos representado por el gobierno, decide escribir su primer libro, "The Anarchist Cookbook". Tenía 19 años. 

A pesar de su contenido, "The Anarchist Cookbook" fue publicado y con el correr del tiempo adquirió una popularidad más bien peligrosa. Y es que el libro era, tal como puede deducirse de su título, una lista de recetas para el anarquista que quiere luchar de forma activa y, claro, destructiva. En sus páginas se enseñan a hacer bombas, a manejar armas y a sabotear en el sentido más amplio del término, por ejemplo haciendo volar puentes o líneas férreas. 

Ahora William Powell es un hombre entrado en años, casado, con hijos y un profesor dedicado a la inclusión de aquellos jóvenes que presentan algún tipo de problema de aprendizaje. No vive en Estados Unidos, sino en un pueblo apartado de Francia y lo cierto es que durante varias décadas se dedicó a viajar con su esposa por países de Asia o África para ejercer su profesión. Reconoce que nunca leyó su libro luego de publicarlo y que ni siquiera tiene una copia en casa. El escritor y director del documental (que por su voz podemos deducir que es un hombre joven) le entrega, al inicio de este, una copia de "The Anarchist Cookbook" y lo invita a leer ciertos pasajes con un propósito que al menos para mi fue bastante claro: lograr que el autor se diera cuenta que un lector podría verse influenciado por sus palabras para matar, mutilar y destruir ya sean personas, edificios o, si queremos ser más conceptuales, un sistema. 

A medida que avanza el documental, vemos que William Powell pasa por varios estadios: intenta justificarse vagamente diciendo que él nunca pensó el efecto que su libro podía tener, que no lo hizo con esa intención, que su único objetivo era poner al alcance de cualquier ciudadano de su país la información que ya manejaban las ramas del ejército estadounidense o los grupos revolucionarios más radicales. Afirma que, si bien el libro adquirió muchísima popularidad en los primeros años y que hubieron accidentes relacionados con él, siempre pensó que su momento pasaría como el de cualquier moda pasajera. Luego, sin embargo, comenzamos a ver que la culpa lo va invadiendo, al principio empujado por las incisivas preguntas del documentalista y la lectura de sus propias palabras. Usa términos que para algunos pueden parecer eufemismos o, como él mismo dice, juegos de palabras: "siento REMORDIMIENTO de lo que el libro ha causado. Que no es lo mismo que sentir ARREPENTIMIENTO". El tono cambia cuando aparece un nombre clave: Columbine. 

Powell afirma que se sintió realmente culpable cuando se enteró que su libro era una lectura de cabecera para los estudiantes que perpetraron la matanza de Columbine. Y el entrevistador, no contento con eso, le enumera una serie de eventos ocurridos desde la década de los ochentas que se relacionan con "The Anarchist Cookbook": más matanzas, atentados e incluso el asesinato cometido por un joven en un cine de Aurora en una proyección de la película "The Dark Knight" en el 2012. Entonces la verdad se hace patente y no, no me refiero a la culpabilidad o no culpabilidad de William Powell, sino al hecho de que este hombre simplemente ignoraba, ya fuera de manera deliberada o no, el real efecto que ha tenido su libro desde su publicación. 

Mientras veía este documental pensé en cómo a veces los que escribimos preferimos olvidar la amplia gama de efectos que pueden producir nuestras obras. Tarde o temprano nos acostumbramos a la crítica, ya sea negativa o positiva, y claro que disfrutamos de la alabanzas, pero las consecuencias de nuestras palabras no terminan allí. Las creaciones tienen un efecto innegable en las personas, para bien o para mal, y no hay nada que los creadores podamos hacer al respecto. Antes pensaba que un esquema de la interpretación podía ser un triángulo, en el que EL LECTOR, EL AUTOR y LA OBRA se unían de maneras equitativas. Ahora, en cambio, lo veo más como una cuerda: en un extremo está el autor con "lo que él quiso decir", "por qué lo quiso decir" y finalmente "cómo lo dijo", y en el otro extremo está el lector con "lo que él quiere leer", "lo que él leyó" y "cómo lo leyó". En el centro de esa cuerda y en constante movimiento está la obra, debatiéndose siempre entre la perspectiva del autor y la del lector. 

En Wattpad tenemos algo así como un contexto privilegiado en el que un escritor puede tener contacto directo con aquel que lo lee. Las usuarios de esta plataforma dejan comentarios párrafo por párrafo, escriben en los tableros de los autores o envían mensajes privados para darle a conocer sus pensamientos y sentimientos en cuanto al libro. Esto ayuda, claro que sí, así como a un autor publicado en físico lo ayudan las redes sociales. A pesar de ello, va a ver algo que un autor nunca alcanzará y es el comprender del todo la manera en que un lector está leyendo su libro. Para ello tendría que estar en su cabeza o conocer cada aspecto de su vida, sus inquietudes, su contexto, sus miedos, sus aspiraciones, etc. De la misma manera, un lector no podrá nunca comprender la envergadura que el autor tiene en su cabeza respecto a su obra. Y es por eso que surgen a veces los desacuerdos entre lo que un lector lee y lo que escritor escribe. 

Si a esto sumamos que la gente, ya sea en mayor o en menor medida, es potencialmente influenciable, las consecuencias se escapan de las manos del autor y del lector. Tal vez sea fácil apuntar con el dedo a William Powell y decir que su libro es una mala influencia... tampoco es que deje tanto a la interpretación. Pero lo cierto es que no siempre se necesitan libros como "The Anarchist Cookbook" para lograr efectos así. Recuerdo que hace años vi un programa de televisión en el que se hablaba de Mark David Chapman, el asesino de John Lennon. En el programa decían que la novela favorita de Chapman era "El guardián entre el centeno" y que incluso esperó la llegada de la policía leyéndolo. Me entró la curiosidad y busqué en internet información sobre el libro y me topé con otros casos de gente aparentemente desequilibrada que tenía predilección por la novela de J. D. Salinger. Entonces me lo compré y comencé a leerlo con la expectativa de encontrar a una mente desequilibrada, incluso a un psicópata, en el protagonista, Holden Caulfield. Con lo único que me encontré fue con un adolescente que no sabe qué hacer con su vida. Y me imagino que casos como este deben haber por montones.

A mi juicio, todo lector (y me incluyo) es un potencial Quijote: alguien que de tanto leer va querer ser lo que sale en los libros. Tal vez esto sea un mago, una adolescente amada por un vampiro, un niño que visita un bosque de manera clandestina, el hijo de un dios griego... o un asesino. ¿Tenemos la culpa de ello los autores? No, no la tenemos. Ningún artista o creador tiene responsabilidad directa de lo que la gente haga con sus creaciones. Pero creo que eso no es lo verdaderamente importante. No importa si somos o no culpables; lo que importa es si nos sentimos o no culpables. William Powell sabe que no es culpable de los atentados y las matanzas, pero sabe que podría haber hecho más para que su libro saliera, en la medida de lo posible, de circulación. Sabe que pudo no haberlo escrito. ¿Eso hubiera cambiado las cosas? Tal vez sí, tal vez no. ¿Quién sabe?

Entonces, ¿cuál es la solución para esto? ¿La censura? ¿Dejar de escribir? ¿Dejar de leer? No, ninguna de esas. Creo que no existe solución, solo estos espacios para tratar el tema. Como autora, nunca olvido la regla número 7 de "7 simples reglas para vivir una vida oculta", recitadas por Ben Whishaw en la película "I'm not there": "Nunca crees nada. Será malinterpretado. Te encadenará y perseguirá por el resto de tu vida. Nunca va a cambiar". No, no dejaré de crear, pero tampoco voy a olvidar los riesgos. 

Para terminar, dejo una cita del propio Powell que, pienso, es la mejor justificación que pronuncia en todo el documental:

Hay una especie de embriaguez que se produce al escribir, y escribes cada vez con más contingencia. El mundo se vuelve más y más simple. Llegas a conclusiones que te resultan poderosas. Y se te suben a la cabeza. Y terminas creyéndote lo que escribes. Y es como el efecto de una bola de nieve. 


GRACIAS POR LEER. 

K. T. Lean


P. D.: ahora que lo pienso, sí puede haber una solución para esto: no publicar a los 19 años. 

PERO ESCRIBIENDO...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora