La perspectiva del género

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Quiero dejar claro desde el inicio que no soy una persona muy versada en las teorías de género. Sinceramente, no es un tema que me llame mucho la atención. De vez en cuando he hablado de esto con amigos o leído algunos artículos en páginas de internet o acá en Wattpad. Aparte de eso, poco más. Entonces, ¿por qué surge esta entrada? O, ¿qué es de lo que quiero hablar aquí?

Pues es muy simple: el sábado en la noche, mientras me relajaba después de subir un capítulo de El Club, me topé con algunos comentarios que me picaron la curiosidad. En cierta reseña la autora había dicho que cierto personaje de cierto libro hablaba como chica y que no le parecía realista dado que el personaje era un hombre y se comportaba reiteradamente de manera cursi. No quiero detenerme en dicha reseña, porque no es mi intención trabarme en un debate con la autora (de haberlo querido, le hubiera dejado un comentario en la reseña misma), sino que quiero aprovechar la oportunidad para tratar un tema que me toca muy de cerca.

Sí, la mayoría de las cosas que he escrito en mi vida y todo lo que tengo subido a Wattpad está narrado desde la perspectiva de uno o varios personajes masculinos. Esto siempre ha sido muy natural para mí, lo que alguien con más conocimientos de psicoanálisis puede interpretar de maneras interesantes... Pero en fin, para mí, como decía, es algo que se dio sin que yo pudiera hacer mucho al respecto. De hecho, los personajes femeninos me cuestan sangre, sudor y lágrimas. En cambio los masculinos me salen con una facilidad que pocas veces me cuestiono. Ya lo he dicho dos veces, pero lo repito: es algo que se me da natural.

Pero, a raíz de lo que les conté más arriba, decidí ahondar un poco y meditar sobre este tema que para algunos puede ser extraño o dificultoso.

Para mí escribir es como actuar. Mientras otros escritores disfrutan más creando mundos o realidades diferentes a la nuestra, mi objetivo principal es vivir a través de otros, es decir, de mis personajes. Por lo general, o más bien hasta el momento, no me he sumergido en personajes demasiado distintos a mí. Por ejemplo, no he escrito desde la perspectiva de alguien en guerra o de un habitante de Alaska, ni de una madre de diez hijos, ni de alguien que padezca una enfermedad grave. Tal vez algún día lo haga, tal vez no; nunca se sabe. En la actualidad los personajes que rondan mi cabeza son adolescentes, niños a punto de serlo o adultos que no superan los treinta y cinco años. Sí, tengo algunos ancianos en mis libros, pero son personajes secundarios.

A pesar de ciertas similitudes que tengo con gran parte de mis personajes, a medida que estos crecen y van afirmándose en sus particularidades, se van distanciando de mí. Se van sintiendo como personas ajenas a las que, en algunos casos, conozco muy bien, pero que no soy yo. Es ahí cuando me siento más escritora que nunca, cuando puedo pensar como alguien que no se parece a mí, cuando puedo entenderlo, cuando puedo ponerme en sus zapatos.

Es como si estuviera en un escenario vestida de, digamos, Ignacio. Con Ignacio Lara, uno de los personajes principales de El Club, no tengo absolutamente nada en común. No tengo su responsabilidad, ni su inteligencia, ni su fuerza de carácter, ni su determinación. Para mí, Ignacio es alguien que admiro mucho, pero a quién solo entiendo y percibo como se percibe y se entiende a un buen amigo. A pesar de esto, o a raíz de esto, cuando escribo sus escenas sé casi de inmediato cómo va a reaccionar, qué va a decir, si se va a molestar o no, etc. Lo escribo desde la perspectiva de Frank y eso ayuda mucho, porque a Frank sí me parezco, pero esto no implica que Ignacio no tenga que mantener una línea. Frank es el foco, pero Ignacio es un personaje en sí mismo que debe ser coherente o no serlo según la situación. Me siento más bien con mi escritura cuando logro una buena escena con Ignacio que cuando logro una buena escena con Frank, porque este último es como mi gemelo.

Pero, volviendo al tema que nos convoca, ambos personajes son hombres. De hecho, en El Club hay un total de cinco personajes femeninos y de ellas solo una tiene un peso constante en la trama... y tiene diálogos recién en el capítulo treinta y tantos (creo xD). Claro, esto tiene lógica dentro del libro porque está ambientado en un internado masculino, pero perfectamente pude haber escrito sobre un internado femenino. ¿Por qué, cuando tenía diecisiete años, decidí que  los protagonistas de mi libro fueran cuatro hombres y no cuatro mujeres?

Para mí, las mujeres (entiéndase la idea de "mujeres", algo así como un concepto) son más difíciles de entender que los hombres. No, no estoy diciendo que los hombres sean simplones. Estoy diciendo que a mí me cuesta entrar más en la mente de lo que se SUPONE que es una mujer. Esto, claro está, se debe a que estoy llena de prejuicios sobre lo que es supustamente lo femenino. Ha ido cambiando con el tiempo (antes mi mente traducía "feminino" como maquillaje, salidas a comprar ropa, maquillaje, mucho rosa, charlas sobre qué chico te gusta y maquillaje), gracias a buenos y malos referentes, pero persiste en gran parte. Y siempre he sabido que mientras no me libere de esos prejuicios no podré escribir con soltura personajes femeninos, lo que es una de mis grandes limitantes actuales como autora.

En cambio tengo muy pocos prejuicios con los hombres. Si bien he conocido especímenes que parecen salidos de un panfleto anti-pene, también he conocido otros que son más que un tumor machista que habla, come y caga... y ve fútbol, no nos olvidemos del fútbol.

Cuando recién comencé a escribir El Club (la versión seria), y sabiendo que me estaba metiendo en un mundo que conocía, me puse a entrevistar hombres para tener más datos. Mi hermano fue durante muchos años a un colegio masculino, entonces le pregunté cómo se trataban entre ellos o con los profesores. A mis amigos los incomodé sobre preguntas sobre su sexualidad y cosas por el estilo. Estaba, como dije, recopilando información, pero con el tiempo me di cuenta que, a menos que fueran cosas específicas, si seguía tratando de entender cómo se supone que piensan los hombres, mis personajes se transformarían tarde o temprano en maquetas de su género. Así que desde entonces he procurado dedicarme a escribir sobre personas cuyo género es una más de sus particularidades. Me dejé de preguntar si un hombre lloraría en tal o cual situación, o si dos amigos se hablarían como se hablan Frank y Nathan, o si está bien que mis personajes casi nunca hablen de sexo.

Puede que las opiniones sobre esto varíen de lector a lector. Puede que algunos hayan percibido a mis personajes como muy "femeninos" para ser hombres. La verdad es que no sé y no me importa mucho. Cuando pienso en Frank, Nathan, Daniel e Ignacio no estoy constantemente recordándome que son hombres y que deben actuar como tales. Pienso más si cierta situación haría que Daniel lanzara un comentario sarcástico, o si Nathan está entusiasmado o triste, o si Ignacio va a insultar como un diccionario, o si Frank mentirá otra vez. Sus personalidades no están condicionadas por ser hombres, sino que son hombres condicionados por sus personalidades.

Cuando logre esto con las mujeres el mundo será perfecto y podré morirme en paz.


Pregunta: ¿Qué tipo de personaje es el que más les cuesta escribir?

PERO ESCRIBIENDO...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora