EL PODER DE LA COMEDIA

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Podríamos decir que tengo un sentido del humor un tanto oscuro... No sé si llamarlo Humor Negro, pero me muevo constantemente entre el sarcasmo descarnado y la ironía. Casi todos mis amigos también tienen este sentido del humor, y los que no... pobres almas en desgracia, les toca ser las víctimas... Tengo mis códigos, como no burlarme de alguien por su apariencia física (lo he hecho un par de veces y después me sentido como una mierda de persona, porque eso fui), a menos que sea algo que la persona misma decidió, algo así como un corte de pelo (una vez mi hermano tuvo la genial idea de cortárselo de una manera que solo les quedaba bien a los jóvenes que iban a morir a la Primera Guerra Mundial... el resultado recordaba mucho a Morty xD). Tampoco me gustan demasiado los chistes sexuales. Sí, de vez en cuando son graciosos, pero cuando te topas con alguien que parece conocer únicamente el ser humano de la cintura para abajo (a menos que el ser humano en cuestión sea mujer, en cuyo caso subirán un poco hasta los senos), te termina por aburrir y hasta asquear. Lo digo con conocimiento de causa; he tenido que soportar ambientes donde no se habla de otra cosa. Aparte de eso, tengo pocas vacas sagradas. Por lo general no me molesta que se burlen de mi religión (me molesta cuando la persona que lo hace habla cosas que no son ciertas o cuando se confabula un grupo para echarme mierda, sabiendo que poco podré hacer para defenderme), no me molesta que se burlen de mi apariencia, no me molesta que alguien haga mofa de una tragedia, etc. 

Sé que el humor negro o el sarcasmo es un arma de doble filo. La gente se lo puede tomar súper bien... o se lo pueden tomar como la mierda. Cuando es uno quien hace la broma, tiene que estar dispuesto a que el resto o el objetivo de esta se moleste y te lo haga saber. Si eso sucede, tienes dos opciones: hacerte el hueón, como dicen en Chile, o ser valiente y pedir disculpas. La que no debería ser una opción según mi perspectiva es hacer sentir a la persona culpable por ofenderse. No puedes pedirle al otro que tenga altura de miras y te aguante si tú te la pasas dándole al pobre, quien no tiene la culpa de que escondas tu inseguridad detrás de bromas que a veces se pasan de pesadas. Porque al final el humor al que casi todos accedemos, sea family friendly o no, no es más que un escudo que ponemos entre nosotros y el mundo. La gente sarcástica es, en muchos casos, alguien que tiene tanto miedo de ser el foco de las burlas, y que por eso se adelanta y hace las burlas. O que es tímido y encuentra en el humor una vía de escape. Así como Chandler Bing, de la serie Friends. 

En El Club, aunque no es una novela humorística, sí me permití muchas escenas o diálogos de humor. El personaje que tenía un humor más similar al mío era Daniel y este muchacho tenía muchas inseguridades escondidas detrás de sus bromas, sus garabatos y su continua actitud de "me importa una mierda todo el puto universo". Esto lo tuve siempre muy claro, lo que volvía sus diálogos mucho más interesantes de escribir. No estaban ahí solo para hacer reír, sino para seguir mostrando la personalidad de Daniel. Una forma de ir profundizando su personaje. Y es que con el tiempo mi percepción del humor y la comedia fue refinándose. No es que me ría de menos cosas (lo siento, pero me sigo riendo de cosas estúpidas como alguien cayéndose o de cosas crueles como los judíos en el holocausto nazi), sino que he ido aprendiendo que el humor no solo puede servir para hacer reír, que es algo que a casi todos nos gusta hacer, sino que también sirve y es utilizado por muchos para expresar ideas. 

Si algo puedo decir de mi país es que tiene buenos humoristas. Por lo general, todos me hacen reír, aunque sé que no todos tienen la misma calidad. Hay varios que hacen chistes básicos, de esos que te encuentras por montones en internet y que solo le funcionan porque los relatan de manera graciosa (como Bombo Fica, que es un narrador genial). Pero hay algunos que de verdad, entre chiste y chiste, te hacen pensar. Tenía menos de veinte años cuando Coco Legrand fue al Festival de Viña y me hizo explotar la cabeza porque logré entender que el tipo no solo estaba haciendo el payaso en el escenario. Estaba, por sobre todo, tratando de hacernos entender cómo era nuestro país, lo cagados que estábamos como sociedad, solo que para ello no había escogido un reportaje o un ensayo: el tipo estaba transformando la sociedad en un chiste. Y uno se reía no porque no importaba, sino porque era lo único que podíamos hacer... al menos en ese momento.

Mi relación con el feminismo, por ejemplo, es extraña. No soy feminista ni estoy cerca de serlo, pero las entiendo más que a los veganos. Quizás sea porque (duh!) soy mujer, pero es obvio que tienen razón. Eso sí, nunca me he informado al respecto. ¿Para qué les voy a mentir? No me interesa. Prefiero leer sobre cómo Stephen King une todo su universo. Por esta ignorancia, habían varios conceptos del feminismo que no tenía (ni tengo) muy claros. Típico discurso de: "igual siento que en esto están exagerando". Hasta que empecé a ver tipas que hacían stand up comedy y... wow... Al fin estaba entendiendo la base del problema. Y entendiendo la base del problema todo el movimiento tuvo mucho más sentido para mí. Les daré un ejemplo: uno de los temas con los que tenía una opinión más controvertida era con lo de los piropos. Entendía que hay piropos y piropos, que las mujeres tienen todo el derecho a molestarse y que es incómodo. Ese no era mi problema. Mi problema es que sentía que no todas las situaciones eran iguales y que, por ende, habían ocasiones en que las feministas exageraban con el tema. Hasta que un día, viendo a una comediante gringa en Netflix, ella me hizo entender: el problema base es que una mujer que va por la calle y recibe un piropo (que puede ser lo más "inofensivo" del mundo) sabe que si el hombre que la piropea quisiera ir más allá, podría hacerlo. Si quisiera, por ejemplo, darle una nalgada, el tipo se sentiría en todo el derecho de hacerlo y probablemente ni siquiera se le pasaría por la cabeza que lo que está haciendo es una mierda. Y si lo hiciera en la calle, quizás la gente no defendería a la mujer. Y si ella se defendiera gritándole o incluso golpeándolo, puede que esa gente crea que la agredida está exagerando. Ese es el problema y por eso las mujeres nos sentimos indefensas en la calle. Pues eso no me lo explicó un libro ni un documental, sino una comediante entre una carcajada y otra. 

Por cierto, esta comediante se llama Iliza Shlesinger, pero también recomiendo a Jani Dueñas, Natalia Valdebenito y, para qué decir, a Hannah Gadsby. Y si quiero entender un poco mejor lo que es ser negro en Estados Unidos, veré a W. Kamau Bell. Un comediante me hizo entender que de todo se puede hacer humor y que sentirse ofendido por los chistes oscuros es otra forma de demostrar que somos narcisistas, porque habitualmente nos ofendemos solo por aquellos que nos tocan en lo personal, pero no nos ponemos en el lugar de todos los (por ejemplo) calvos que salen en los chistes, o los gordos, o los homosexuales, o los negros, o las suegras o cualquiera de esas cartas seguras que tienen los comediantes. Nos reímos a carcajadas cuando se burlan de otros, pero cuando nos toca a nosotros, nos ofendemos y mucho. Como dice Daniel Sloss: "si van a sentirse ofendidos por este chiste, tengan la decencia de sentirse ofendidos por todos mis chistes". 

Hace algún tiempo me di cuenta que ante la tragedia prefiero tener una postura humorística. No digo que todos deban tenerla; fue mi decisión personal. Cuando mi papá estaba enfermo y la gente me preguntaba constantemente por su estado de salud, prefería responder con un "con un pie en la tumba, pero bien dentro de todo" o con un "tiene programada otra descompensación para dentro de tres meses" que  mentir para que la otra persona no se sintiera incómoda ante mi dolor o, peor aún, enrostrarle mi tragedia a alguien que no tenía la culpa ni se lo merecía. El humor es para mí, primero, lo que nos ayuda muchas veces a ver las cosas en perspectiva, y segundo, una de mis maneras favoritas de entender cómo está el mundo. No digo que haya que reírse de todo, digo que quizás deberíamos estar dispuestos a hacerlo. 

PERO ESCRIBIENDO...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora