AQUELLO QUE NOS DETIENE

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Tener un sueño u objetivo implica movimiento. Dejar de estar echados todo el día viendo Netflix, por ejemplo, para comenzar a trabajar. Pero incluso cuando nos invade el entusiasmo y queremos escribir, podemos darnos de frente con obstáculos que nos dificultan ya no el terminar un libro, sino un simple capítulo. Porque claro, no somos robots, las cosas nos afectan, a veces un comentario o un mal rato nos deja sin escribir por días, semanas o meses. 

Creo que en estos casos lo más importante es saber detectar qué es lo que pasa. Tratar de entender el fenómeno para evitar que nos siga afectando en el futuro. Si lo dejamos estar y simplemente avanzamos a la ciega, lo único que hacemos es esconderlo debajo de la alfombra. Y lo que se esconde, tarde o temprano, sale a la luz. 

Acá voy a enumerar esas cosas o situaciones que han detenido mi avance o el de personas que conozco. Reitero que esto es en base a mi opinión, no es ley ni mucho menos. Lo bueno de la escritura es que no existen leyes, aunque nos hagan creer que sí. 

Allá vamos!

1.- LA FLOJERA

Comienzo con ella porque creo que es la más fácil de superar, ya que, como he dicho antes, se supone que escribimos porque nos gusta, no por obligación. A mi juicio la flojera es una respuesta a la rutina o a algo que odiamos o preferimos no hacer, como el trabajo remunerado o los estudios. Pero eso no quiere decir que no podamos sentir a veces ganas de echarnos en la cama a ver Netflix en vez de escribir un capítulo de la novela de turno o un relato. Eso pasa muchas veces y no está mal, para nada. Repito: no somos máquinas y sería muy triste transformar esto que nos gusta en algo tan mecánico que hacemos incluso no queriendo. Está bien cansarse, sobre todo cuando por razones externas no poseemos todo el día para dedicar a la escritura. 

En la actualidad, por ejemplo, yo me dedico a escribir casi a tiempo completo. No estoy trabajando, ni estudiando y, francamente, apenas lavo los platos sucios en mi casa. Puedo darme el lujo de pasar horas y horas sentadas frente al computador avanzando mi historia, sobre todo en la noche, para luego levantarme a horas indecentes al día siguiente. En resumen: estoy viviendo en una especie de paraíso más propio de los escritores del siglo XVIII, quienes lo único que hacían era escribir, ser poeticamente infelices y reunirse con amigos en tertulias y bailes. Sin embargo, esto no siempre fue así. Hace solo unos meses trabajaba nueve horas diarias, seis días a la semana. Llegaba a mi casa a las diez u once de la noche, comía y luego me largaba a escribir hasta las dos o tres de la mañana. No me quedaba de otra si quería escribir mis libros. Hasta dejé de leer tanto como siempre, porque cada momento libre lo usaba para escribir. No fue una mala época, porque aprendí mucho. Es más, ese período fue la muestra perfecta de que de verdad tenía vocación literaria, ya que nunca antes, con nada, hice tal sacrificio de tiempo y fuerza. En días así, no era raro tampoco regalarme horas de estar echada en mi cama viendo Netflix. Obvio, estaba cansada, no quería más guerra, al menos por una noche. El problema es que yo a veces lo veía como flojera, cuando en realidad solo era un merecido descanso, una pausa. 

Mi época de flojera fue anterior a mis libros, no me considero floja ahora (ojo, para escribir; para todo lo demás soy un cero a la izquierda XD). Era flojera porque no avanzaba, ni intentaba avanzar. Tenía muchas excusas para no decir que era floja, algunas tan tontas como "no tengo una libreta donde escribir mis ideas". Ahora, al menos en el 99% de las veces, la flojera es un mal que relego a los demás aspectos de mi vida.

2.- LAS CRÍTICAS DESFAVORABLES

Cuando cruzamos la difícil y siempre dolorosa barrera que separa el anonimato de la exposición, ya sea en medios que pueden atraer a muchos lectores, como Wattpad o una publicación en físico, o en escenarios más privados como mostrar nuestras obras a un amigo o asistir a un taller, nos damos de frente con un mal necesario, lo que puede ser una herida abierta de imposible cicatrización: la crítica. Digo "mal" porque duele, no lo neguemos. Todavía no conozco al autor impasible ante las opiniones negativas. Están esos que mantienen la cara de pócker, aquellos que siempre tienen una respuesta ingeniosa y demoledora, pero el que diga que no le duele está mintiendo. Y digo "necesario" porque sin ella estamos más o menos destinados al fracaso. Tal como no he conocido al autor impasible ante las malas críticas, tampoco he conocido nunca a uno que mejore solo escuchando las buenas opiniones. Así que esto es como la medicina para las enfermedades: es fea, a veces duele más, pero es lo que hay.

PERO ESCRIBIENDO...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora