5|❝Cuando quieras❞

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- ... y como venganza, Fred, de alguna forma, convirtió el oso de peluche del pequeño Ron en una tarántula. - Contó Percy casi riendo, con una mirada nostálgica. - Desde entonces el pobre sufre de una fuerte aversión a las arañas.

- ¡Pobrecillo! - Exclamó Audrey sorprendida. - Las cosas que un niño puede hacer son increíbles.

- ¿Cuando fue la primera vez que hiciste magia? - Tuvo la curiosidad.

- Creo que fue a los 3 años... - Su mirada se ensombreció, tomó un trago de agua y dejó el vaso nuevamente en la mesa, miró atentamente al frío cristal entre sus dedos, y se decidió a contarle lo que nunca le contó a nadie. - Luego de que mi madre se fuera, yo no dejaba que mi padre se alejara de mí, temía que también desapareciera. Un día él tenía que salir un rato al ministerio por su trabajo y, sin importar cuanto girará la llave, la puerta de salida no se abría, no tardó mucho en notar que era yo quien lo hacía. Algo muy egoísta de mi parte.

- No seas boba, esa fue una reacción muy normal para una niña en esa situación.

- Finalmente, terminó pidiendo vacaciones - Dijo victoriosa. - Por supuesto, yo no lo recuerdo bien, mi padre me contó esa historia.

- ¿Cómo era tu padre? - Preguntó sintiendo empatía al ver el brillo en sus ojos.

- Era un hombre muy justo, valiente, con un fuerte sentido de la justicia, y cierto desprecio por el cuidado de su propia integridad física. Con esas cualidades no podía ser nada menos que un aurora. - Sonrió amargamente - Cuando era niña, él viajaba mucho y al volver traía nuevas cicatrices como suvenil.

- Es un trabajo peligroso. - Comentó antes de darle un trago a su bebida, Percy era el tipo de persona de la que jamás se esperaría que hiciera algo heroico o sumamente peligroso.

- Por eso mi abuelo se opuso tanto a que hiciera el examen. - La sorpresa casi hiso que Percy escupiera el jugo de manzana - Ya sé lo que vas a decir...- Dijo Audrey algo molesta. - "¿Cómo podría una chica tan tierna y delicada como tú, trabajar en algo tan peligroso?" Esas fueron las palabras mi abuelo.

- ¿Qué? No, no. - Dijo con honestidad - Jamás pensaría eso, yo creo que eres muy fuerte... Aunque también eres tierna... Pero eso no te quita mérito, te suma una virtud, y... - Estaba nervioso, no sabía cómo expresarse para no ofenderla. - ...Y ya no sé lo que digo ¿Podrías decir algo?

- ¿Por qué? Si lo estás haciendo muy bien. - Audrey reía con ternura, mientras las orejas del pelirrojo se tornaban rojas. - Gracias por decir eso, no sabía que tenías tan buena impresión sobre mi.

- Obviamente. Eres increíble, no sé por qué no me dí cuenta de eso en la escuela.

- Tal vez porque me ponías tan nerviosa que solo podía balbucear tonterías.

-¿De verdad? - Preguntó incrédulo ¿Cómo podría él poner nerviosa a esta persona tan fuerte? - Pero ¿Qué pasó con lo de ser auror.

- La verdad es que, una vez que pasé el primer examen, me dí cuenta de que sólo veía el trabajo como una forma de acercarme a mi padre. Y pensé en mi abuelo, su salud ya no es tan buena, y no me gustaría que pasara por lo que yo pasaba cuando mi padre no estaba en casa.

- Por supuesto. - Percy se encontró mirando con admiración a la mujer que tenía delante, ella era lo suficientemente sensata como para tener sus prioridades bien establecida. Tenían la misma edad, pero comparado con ella, él no era más que un niñato terco.

Fue Audrey la que rompió con el silencio que se había formado. - Vaya, el ambiente se ha puesto algo deprimente ¿No crees? - Dijo con una sonrisa que claramente intentaba ocultar su incomodidad, Percy le respondió asintiendo con un gesto idéntico. - ¿Por qué no vamos a caminar un rato antes de regresar?

- Buena idea.

Originalmente, ellos habían llegado al restaurante a través de la red Flu, así que al atravesar la puerta principal, por primera vez, se sorprendieron al descubrir que este se encontraba en una zona comercial muggle. Al cerrarse la doble puerta de cristal se unían como rompecabezas las dos mitades de un viejo aviso de "Clausurado", y através del gran ventanal se observaba una habitación desierta de un edificio en ruinas, donde hace un segundo estaba repleto de mesas y personas.

- El camuflaje de este lugar me recuerda a San Mungo. - Comentó el pelirrojo mientras tomaba su mano con naturalidad y emprendían su caminata por la iluminada avenida.

- Es cierto. - Ella había tenido la misma idea, aunque ahora en lo único que pensaba era en sus manos unidas. - ¿Has estado allí antes?

- Sí... Hace unos meses, fui a visitar a mi padre.

- Me hubiera gustado ir contigo.

- A mí también. - Respondió y apretó un poco más su mano, Audrey no podía ver bien su expresión debido a que caminaba ligeramente más adelantado que ella. - Tal vez entonces hubiese tenido el valor de entrar a la habitación.

- Así que no lo viste. - Concluyó sin sorprenderse. Audrey también puso algo de presión en su agarre y se acercó más a él. Le dolía saber que sufría y que, por más que ella quisiera, no podía hacer nada más que acompañarlo. Percy estaba asumiendo el resultado de sus propias decisiones, y solamente de él dependía remediarlo.

- Gracias por ser tan linda conmigo.

- Cuando quieras.

Sus dedos estaban entrelazados y en sus hombros sentían el calor del otro, mientras caminaban lentamente sin ningún rumbo. Aunque, nuevamente, se encontraban en silencio, ninguno lo sentía molesto o con necesidad de romperlo. Esa noche ambos se habían aceptado tal y como eran, con sus virtudes, sus defectos, y sus problemas familiares.


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Espero que les haya gustado
aunque sea corto.

Gracias por leer!

Audrey    [Percy Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora