La familia Murasakibara.

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En la casa de los Murasakibara, dos niñas aún no habían podido dormir, no por el hecho de estar ansiosas o algo parecido, ambas se habían despertado por dulces y ahora estaban cargadas de energía. Su madre debía guardar mejor los dulces. Pensaban las dos mientras comían una bolsa de papas.

Un suave toque de escuchó en la puerta de las menores, asustadas apagaron la luz y se metieron debajo de sus mantas, como pudieron escondieron la bolsa de papas.

—Nee, Atsu-chin, Ai-chin, sé que están despiertas. —Ambas niñas soltaron un pequeño suspiro al escuchar quién era la persona detrás de la puerta, la mayor fue hacia la puerta y la abrió. Su padre se encontraba ahí.

—¿Y mami? —Preguntó a su padre, este negó y se adentró a la habitación de sus pequeñas.

—Yo también quiero comer dulces. —Dijo con su particular tono de voz, las pequeñas se miraron y asintieron, sacaron la bolsa de papas y se la entregaron, el gigante sacó algunas y comenzó a comerlas. Su dotación de dulces había sido reducida por su salud y si no obedecía aquello, Himuro no lo dejaba tocarlo por semanas.

—Nee, papi-chin. ¿Hoy también irán los hijos del tío Aomine? Quiero jugar con Ryû-chin. —La mayor adoraba a los hermanos Aomine.

—Mine-chin debe ir y dudo mucho que vaya solo, así que ahí estarán. —Respondió, los ojos de Atsuya se iluminaron y comenzó a saltar sobre la cama.

—Nee, ¿también irá Tora-kun? —Preguntó la menor de sus hijas. Pudo ver a Himuro reflejado en su hija por un momento y le sonrió.

—Kuro-chin también irá. —Dijo el pelimorado mientras acariciaba la cabeza de la pequeña.

Sus dos hijas eran la razón más grande de su felicidad, aquellas dos niñas eran su legado y las amaba.

Siguió comiendo sus papás mientras veía a sus dos hijas ponerse de acuerdo de que podrían jugar cuando todos estuvieran reunidos. Sus dos hijas tenían características compartidas, necesariamente no eran la réplica de ninguno de los dos, sino que era una muy buena combinación genética. Atsuya, la mayor de 7 años, tenía el cabello morado como él, pero sus ojos eran iguales a los de su esposo mientras que Ai era lo contrario, la pequeña que tan solo tenía seis años, tenía el color de cabello de su madre y los ojos de su padre, ambas comían tantos dulces como podían cuando Himuro no las observaba, él lo sabía, pero no las iba a delatar hasta que fueran al dentista.

—Nee, papi-chin. ¿Nos cuentas esa historia una vez más? —Preguntó su hija menor trayéndolo a la realidad, se había perdido en el país de los pensamientos por un momento. 

—¿La de aquella princesa que vino desde muy lejos? —Preguntó mientas lamía sus dedos, se habían acabado las papas. Vio a sus hijas asentir y se acomodaron cerca de él. —Pues, hace mucho tiempo había una princesa tan bella que podía enamorar a cualquiera con tan solo sonreírle. —Sus hijas sonrieron en aquel instante, aquello hizo que su corazón saltara y se acomodó, como pudo, para abrazar a sus dos hijas. "Necesitamos camas más grandes." pensó. —Bueno, la princesa no estaba enamorada de alguien en particular, pero había conocido a alguien que quiso como familia y por algunos inconvenientes de la vida, él se fue muy lejos. —Carraspeo, por alguna razón le molestaba esa parte. —Entonces pasó un tiempo y la princesa fue en busca de aquella persona que quería como familia, mas su enojo hizo que ella le declarara la guerra y se perdiera un poco. —Paró y vio a sus hijas, ellas ya sabían la historia completa, la habían escuchado millones de veces, pero aun así estaban totalmente fascinadas por el relato. —Entonces un apuesto príncipe, quien no buscaba nada en particular más que comer algo delicioso, se encontró con la princesa y se hicieron amigos, la princesa le daba dulces al príncipe y el príncipe cuidaba de la princesa.

—¿Y después? —Preguntó Ai emocionada.

—Entonces una vez, la princesa aún estaba molesta con aquella persona antes mencionada y quería, de alguna manera, cortar lazos con esa persona. Pero el príncipe vio que aquellos no eran los verdaderos sentimientos de la princesa hasta después, él ayudó a la princesa después de verla llorar mas no pudo con aquella persona. —"Debería inventar mejores cuentos." pensó. —Bueno, la princesa entonces comprendió sus sentimientos y siguió con el príncipe por mucho tiempo, era una relación donde habían muchos dulces y apoyo emocional. —Había cambiado un poco la trama original, pero aun así sus hijas parecían disfrutarlo. —Luego, la princesa le confesó sus sentimientos al príncipe y comenzaron a salir oficialmente, se casaron y tuvieron dos hermosas princesas y un príncipe. —Las niñas parecían muy felices y comenzaron a murmurar entre ellas.

Atsushi se levantó de la cama de su hija y camino hacia la puerta, las niñas aún murmuraban y reían. Abrió la puerta y ras decir un "buenas noches" se fue, aunque para esa hora ya eran las 5 de la mañana. Debía prohibirle a sus hijas trasnocharse de esa manera.

Se acercó a su habitación y ahí estaba él, durmiendo abrazado al edredón. Se rió y se acercó a la cama, se acomodó a su lado y llevó sus manos a la notoria panza de su esposo, el pequeño pareció notarlo y se movió levemente, aquella sensación era la mejor del mundo.

—Muro-chin, muchas gracias por esto. —Dijo mientras acariciaba el vientre de su pareja, aquello era cosa de todos los días y ¿cómo no hacerlo? Murasakibara era muy feliz gracias a su adorada "princesa."

Una vez más. ~ Kuroko no basket.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora