¿Cómo era posible que todo eso le estuviese pasando a él? Simplemente quiso tener un pequeño cambio para su vida, ¡nunca se imaginó algo así! ¿Qué debía hacer ahora...? ¿Renunciar a su vida normal o aceptar los riesgos que implicaba estar cerca de él?
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¿Qué era lo que tenía que hacer para poder cambiar su vida? Nada era como él lo esperaba desde un principio, siempre quiso ser dueño se sus propias decisiones; desde niño, sus familiares, y hasta se puede decir que amigos, fueron lo que crearon su propio camino, nunca tuvo la libertad de escoger lo que quería o no.
El único lugar en el que podía vivir su vida como le plazca, era en sus propios sueños. Podía ser capaz de decir todo lo que siempre ha querido, poder liberar todos los sentimientos comprimidos en su pecho durante casi toda su vida. Aunque esa felicidad acababa en tanto la alarma empezaba a sonar en cada rincón de su habitación, sus ojos se abrían con total pereza mientras estiraba su brazo tocando en distintas zonas de su mesita de noche hasta lograr dar con aquel aparato tan detestable. Aquello solo le era la señal de que debía de iniciar otro día lleno de decepciones únicamente para él.
Aún sentado en la cama, estiró sus brazos en dirección al techo escuchando crujir los huesos de su espalda, la noche había sido bastante larga con tanto papeleo que atender. Aún llevaba puesta su ropa del día anterior, ni siquiera había tenido la energía suficiente como para ponerse la pijama; también se encontraban los papeles regados en distintas partes de la colcha, algunos un poco arrugados, mientas que otros, gracias a los cielos, estaban intactos.
Lo primero sería recoger todo para luego darse una ducha, debía de anotar en su agenda mental el ordenar sus cosas y cambiarse de ropa antes de querer dormir, así se evitaría trabajo de más en las mañanas. Con apenas una toalla cubriendo sus partes íntimas, y su cabello mojado, se dispuso a abrir las cortinas de su habitación para que pudiese entrar la luz; su departamento no era de los típicos que tenían a un vecino que conectaba su habitación con la suya, así que no tenía que tener la preocupación de que alguien lo viese casi desnudo. El día estaba bastante soleado, sin duda pronto empezaría a sentir calor.
Ni siquiera se esforzaba por seleccionar un buen atuendo para ir a trabajar, todos eran casi iguales, a diferencia del color. Algunos eran negros, otros un azul oscuro, etc. Hoy, se iría con el negro. A la hora del desayuno tomaba lo que sus azules ojos viesen primero, la gran mayoría de los días se le hacía tarde, por lo que no podía tomarse el tiempo para prepararse algo. Se aseguraba antes de irse que llevaba todo en orden, no quería volver a pasar por el fastidio de tener que regresar por algunos papeles para al final llegar tarde y recibir reclamos por parte del vicepresidente de la empresa. Su casa siempre quedaba algo desordenada, aunque eso no le importaba, de todas formas pasaba más tiempo afuera que allí adentro.
Pero la pregunta era, ¿cómo es que había llegado a ese punto en su vida? Pues es simple, desde niño sus padres siempre intentaron convencerlo de algún día tomara el mando de la empresa Namikaze, a pesar de que siempre se negó, al final no pudo hacer nada más que aceptarlo. Y no por obligación impuesta, sino más bien que la empresa iba a quedar a nombre de alguno de sus primos o quien fuese, pero antes de lograrlo, su padre tuvo un trágico accidente en uno de sus tantos vuelos a otros países. No quedando más remedio, él ahora era el dueño del famoso lugar, su énfasis era el comercio internacional. A sus 17 años estudiaba arte en una de las mejores universidades, pero luego de la muerte de su padre, tuvo que cambiar su carrera repentinamente para poder desenvolverse exitosamente y llevar las riendas de la empresa como todo buen jefe. Así ha vivido hasta la actualidad, a sus 24 años.
Naruto siempre acostumbró a ser un niño alegre, además de las bromas que siempre le gastaba a sus maestros en la escuela y colegio. No había poder humano que fuese capaz de borrar aquella felicidad, hasta en los peores momentos sabía como actuar con la mejor de las actitudes. Nunca se dejó derrotar por la gente. Todo se esfumó de su camino en tanto su plan de vida se vio pisoteado por todos. Su madre, Kushina, sabía que nada de eso hacía feliz a su adorado niño, pero a pesar de sus insistencias por abandonar la empresa y entregarla al vicepresidente, Naruto se negaba en todo momento. Siempre pensaba que si hacía algo así, todo el esfuerzo de años de su padre se iría al caño por un capricho suyo. A veces hay que hacer sacrificios, ¿no?
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Mis Siete Vidas Contigo [NS]
Fanfiction¿Por qué, entre tantas personas en el mundo, tenía que vivir todo aquello justamente él? ¿Por qué su gato se transformó? ¿Por qué tuvo que enamorarse de él? Esas, y más, eran las preguntan que rondaban por la cabeza de Naruto Namikaze. Nunca se hubi...