FRÍA COMO EL VIENTO |SIMBAR|

Capítulo Ocho.

"I Talk to the Rain"

Como me apena el verte llorar
Toma mi mano, siéntela
Yo te protejo de cualquier cosa.
No llores mas aquí estoy.

Simón

Me fui acercando poco a poco a la puerta, suerte tuve que Ámbar no la cerrara por completo. Me puse de espaldas y puse en alerta mis oídos para escuchar la conversación. Tenía un mal presentimiento sobre lo que se venía. Al parecer, el momento que Pedro me había comentado estaba por llegar.

El señor Smith hablaba de una forma furiosa e irritada. Escuché como Ámbar pronunciaba sus argumentos con una tristeza tan grande que sentí deseos de entrar a esa oficina y abrazarla para que supiera que estaba ahí con ella, y luego golpear a su padre por su tremenda osadía. Pero en un segundo escuché una revelación que me tomó por sorpresa, saliendo de los labios de ese hombre.

Un hombre despechado.

-"Porque no te quiero. Tú no eres mi hija, eres hija del amante de tu madre, ¿eso es lo que querías oír?, pues ahí está".

No pude más y me separé de la puerta, dispuesto a entrar a la oficina y romperle la cara a ese señor, pero él seguía sacando todo lo que tenía dentro de sí; sus palabras eran veneno, rencor, odio, resentimiento.

No entendía cómo podía guardar tanto odio hacia una persona como Ámbar. Está bien, ella a veces no era muy expresiva, y hasta más irritable que lengua de gato, pero Ámbar era Ámbar ... y él... él al menos era la persona con la que creció. ¿No le guardaba ningún tipo de aprecio? Eso no me cabía en la cabeza. ¿Por qué? yo sabía que el hecho de que la amara, no significaba que para todo el mundo fuera alguien agradable... pero...

Seguí prestando atención a la conversación, sin embargo, ahora observando a través del espacio que dejaba la puerta.

Y pude ver la escena claramente; Ámbar se tapaba los oídos para no seguir escuchando a su padre, se notaba que lloraba amargamente por todo lo que le decía, mis manos se cerraron en puños cuando Rey la tomó por las muñecas y la hizo levantarse de la silla para que él pudiera seguir insultando la memoria de la madre de Ámbar. La soltó y regresó a su lugar detrás de su escritorio. Ámbar se paró y caminó a la puerta, pero antes de eso le dijo unas últimas palabras a su padre.

No sabía que hacer. Si me quedaba en la puerta se daría cuenta que estuve espiando. En el momento en el que ella salía de la oficina, volví a mi posición original. Desde ahí aprecie el daño que causó en ella saber todo esto, la verdad yo también estaba tan sorprendido que no sabía si debía creerlo o no. Conocí muy poco a la madre de Ámbar, siempre la vi como una buena mujer. Amaba a sus hijos y a su esposo; en las comidas que compartíamos en familia se mostraba amable, cordial y cariñosa. Por eso dudaba de las palabras de Rey.

La puerta de la oficina del presidente de Automotriz Smith estaba cerrada, así que salí corriendo a tomar el elevador para buscar a Ámbar, sólo esperaba que no cometiera una locura.

El ascensor llegó y apreté el botón del estacionamiento, pero al parecer el tiempo jugaba en mi contra, el aparato iba de lo más lento y estaba empezando a perder la paciencia. Por fin se abrió en el estacionamiento y busqué con la mirada el Mercedes .blanco de Ámbar, cuando di con él, no había nadie dentro y la desesperación creció dentro de mí. Corrí a buscar mi coche y mientras le quitaba la alarma, encendía el motor y salía de ese lugar, miles de pensamientos asaltaron mi mente.

¿Dónde estaría? Era la pregunta que más resonaba en mí, y esta tormenta no ayudaba para nada, sólo esperaba que no hiciera alguna tontería... porque sino yo me encargaría de mostrarle al señor Rey que alguien estaba dispuesto a defender a su propia hija con garras y dientes.