Capítulo 1: Hermanos

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Narrador omnisciente

Momentos antes de la destrucción del planeta Vegeta, en el año 737, los padres de dos jóvenes saiyajins tomaron una difícil decisión. Sabían que su mundo estaba condenado a ser destruido por el emperador Freezer y, con un dolor inmenso, enviaron a sus hijos lejos del caos que se avecinaba. El mayor, un niño de nueve años, y su hermano pequeño, de tan solo tres, fueron enviados hacia un planeta desconocido para ellos, un lugar llamado "Tierra" por sus habitantes, escapando de la aniquilación de su hogar.

Al llegar a este nuevo mundo, fueron encontrados por un anciano llamado Son Gohan, considerado uno de los luchadores más fuertes de la Tierra en ese tiempo. Decidió adoptarlos y les dio nombres terrícolas, cuidando de ellos a pesar de la naturaleza rebelde del mayor. Los jóvenes saiyajins vivieron junto al anciano hasta su muerte por causas naturales, años después de su llegada al planeta.

El más joven de los hermanos sufrió un golpe en la cabeza tras una caída desde un precipicio, que ocurrió poco tiempo después de su llegada a la Tierra. Aunque su hermano mayor constantemente le recordaba quién era en realidad, algo dentro de él había cambiado de manera irrevocable. Sus impulsos agresivos se habían calmado, y su espíritu parecía más suave, más terrícola.

Los nombres de estos dos niños eran Raditz y Kakarotto. El anciano Son Gohan rebautizó al menor como Son Gokú.

Planeta Tierra, año 742

(Estos eventos ocurren después de la primera búsqueda de las esferas del dragón y el primer encuentro con Bulma.)

Narra Gokú

Voy sobre la nube voladora, observando el paisaje bajo mis pies. Siento el viento en mi rostro mientras mis ojos se enfocan en el radar que sostiene mi mano.

—Veamos... según Bulma, la esfera tiene que estar en estas montañas —murmuro, escudriñando las cimas y las laderas cubiertas de nieve, mientras el radar parpadea con un brillo verde—. Espero que Raditz haya encontrado las demás —pienso en mi hermano, en lo que podría estar deseando si logramos reunirlas todas.

Veo un destello en el radar, una señal clara.

—¡Ahí está! —exclamo con una sonrisa de emoción.

—¡Kakarotto! —escucho la voz grave y dominante de mi hermano mayor. Giro la cabeza y lo veo acercarse rápidamente, volando con esa habilidad que yo aún no he dominado del todo.

—¡Hasta que te encuentro, enano! —dice, con su típico tono burlón. No puedo evitar sonreír; aunque me llame así, sé que en el fondo se preocupa por mí.

—¿Cuántas esferas encontraste? —le pregunto, tratando de ocultar mi entusiasmo.

—Solamente dos —responde, sacando de su bolso las esferas de 1 y 3 estrellas, mostrándomelas con una expresión de leve orgullo.

—¡Yo tengo dos también! —replico con alegría, mostrándole las esferas de 4 y 5 estrellas—. ¡El radar dice que hay una más en esas montañas de allá!

Nos dirigimos hacia las montañas, avanzando rápidamente al lugar señalado. Pero mi estómago empieza a rugir, recordándome que hace tiempo que no comemos.

Narra Raditz

Kakarotto tiene hambre... No puedo culparlo, yo también. Diviso una aldea cercana y pienso que tal vez podamos conseguir algo de comer. Descendemos lentamente, y noto que las calles están casi desiertas, con apenas algunas personas caminando por la plaza principal.

—Kakarotto, no te separes de... —empiezo a decirle, pero, como siempre, ya es demasiado tarde. Ya no lo veo más—. ¡Kakarotto! —lo llamo, mi voz resonando con una mezcla de frustración y preocupación.

Lo encuentro en una pequeña granja cercana, hablando con una señora mayor, pidiéndole algo de comer con una mirada inocente. Es un idiota... ¿por qué no simplemente toma la comida? Nadie aquí podría detenerlo. Pero desde que se golpeó la cabeza, su instinto saiyajin se ha suavizado; se comporta más como un terrícola que como un guerrero.

A veces me avergüenzo de él. Pero recuerdo las palabras de nuestra madre, que me pidió que cuidara de mi hermano menor, y que lo protegiera siempre. Incluso si nunca volvemos a ver a nuestros padres, tengo que respetar esa última voluntad.

—¡Kakarotto! —lo llamo con firmeza. Él voltea, su expresión iluminada por una estúpida sonrisa que no puedo comprender—. ¡No te separes de mí otra vez! ¿Está claro? —Le digo con voz autoritaria. Asiente con entusiasmo, sonriendo como un niño.

—Jóvenes —nos llama la señora—, parece que han viajado mucho. Pasen a mi casa, les daré algo de comer.

Kakarotto entra corriendo a la casa, y yo lo sigo con cautela, todavía no del todo seguro de confiar en la amabilidad de esta humana.

Nos sirve comida, y aunque los saiyajins solemos devorar cantidades enormes, intento mantener un mínimo de discreción. Kakarotto, en cambio, no tiene ni una pizca de modales y come como si fuera su última comida en la Tierra.

—¡Veo que sí tenían hambre! —dice la señora, sonriendo ante nuestra voracidad—. ¿Cómo se llaman?

—Yo soy Raditz, y él es mi hermano menor, Kakarotto —respondo con seriedad.

—Mhim nombde ezz Ghokhu —responde Kakarotto, con la boca llena.

—¡No hables con la boca llena! —le reprendo, dándole un golpe ligero en la nuca. Él traga con dificultad y sonríe de nuevo, esta vez un poco más avergonzado.

—Mi nombre es Gokú —dice, sonriendo a la señora—. Me lo puso mi abuelito.

Sigo mirando a mi hermano menor. Cada vez que menciona al anciano Son Gohan, parece olvidar un poco más nuestras raíces saiyajins. Pero sé que es mi deber hacerle recordar quiénes somos y de dónde venimos.

—Y... ¿a dónde se dirigen, jóvenes? —pregunta la señora con curiosidad.

—¡Estamos buscando las esferas del dragón! —responde Gokú con una sonrisa amplia—. La esfera más cercana se encuentra en estas montañas.

La expresión de la señora cambia súbitamente, su rostro palidece al escuchar nuestras palabras.

—¿Ocurre algo? —le pregunto, viendo su reacción.

—Es que... hay una leyenda —dice en voz baja—. Dicen que en esa región vive un monstruo temido por todos. Un ser con la fuerza de veinte hombres, que puede destruir pueblos enteros.

—No se preocupe, señora —responde Gokú con una sonrisa confiada—. ¡Nosotros somos más fuertes!

—¡No pueden ir! —exclama la mujer, horrorizada—. Si los adultos no pudieron vencerlo, ¿cómo creen que ustedes podrán?

—Nosotros sí podremos vencerlo —dice Gokú con una determinación feroz.

Me levanto de la mesa y lo miro.

—Nos tenemos que retirar —digo en tono firme—. ¡Vámonos, Kakarotto!

—¡Gracias por la comida! —agradece Gokú con una sonrisa sincera.

Salimos de la casa mientras la señora nos observa con una mezcla de preocupación y miedo. Me elevo en el aire, sabiendo que su incredulidad solo es una muestra más de lo poco que entienden los terrícolas de nuestra verdadera fuerza. Kakarotto llama a su nube voladora y nos dirigimos hacia las montañas, hacia el lugar donde, según la leyenda, se encuentra el monstruo que tanto temen.

Pero para nosotros, es solo otro desafío en el camino hacia nuestro verdadero objetivo.

Voten y comenten... no sean tímidos.

Bye, Sayonara, Adieu, Aufwiedersehen, Chau!

(Revisado y Reescrito 20/10/2024)


Yo, el Demonio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora