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Capítulo Once: “Un beso con sabor a peces, mocos y mucho cariño”

Tres jóvenes se encontraban en una habitación casi vacía, con tan sólo una mesa en el centro de ella. Estarían a oscuras si no fuera por el pequeño foco que ya estaba en lo último de su vida iluminando el cuarto. No había palabras que hicieran el ambiente más agradable, sólo miradas serias, cuerpos tensos y respiraciones que resonaban en todo el lugar. Hasta en un funeral habría menos incomodidad que acá y eso que me estoy arriesgando a hacer dicha comparación, pues todo aquí tenía un aire sepulcral. Los sujetos estaban preparados para lo que podría ser una mala noticia, en especial aquel tipo de mirada fría y calculadora. ¿Dónde quedó la calidez que sus ojos emanaban hace tan sólo unas horas?

—Aquí está lo que me pediste.— el de ascendencia china dejó una pila de papeles sobre la mesa. El contrario le veía expectante.

—¿Hay algún reporte de su ubicación?

—Negativo. No lo hemos podido localizar. Ha estado muy bien oculto.— el de mayor altura golpeó la mesa haciendo un ruido estridente que acaparó la atención de los otros dos.

—¡Necesito que consigan la ubicación de ese bastardo ahorita mismo!— estaban a punto de interrumpirlo, pero prosiguió— Si mi padre no hace nada por su cuenta tendré que matarlo con mis propias manos.— sentenció.

—Esa no es la forma de solucionar las cosas.— declaró el único coreano ahí con todo el valor del mundo, jugándosela con lo que dijo.

—¿Tú cómo puedes estar tan tranquilo a sabiendas de que pueden matarte a ti y a tu familia?— preguntó mostrando una actitud intimidante.

—¿Crees que no tengo miedo de que te puedan hacer algo a ti, a él o a mí? Sabes con el terror que vivo cada día, con la preocupación y la ansiedad al ver que Lau está más cerca de nosotros, pero, ¿tú matando a alguien? ¿Dónde quedó aquel chico puro y gentil de mañas extrañas del que me enamoré? Y... ¿Crees que eso a Jun le gustaría?...— al mencionar su nombre el chino se derrumbó. Aquella coraza que había creado para ocultar su débil ser se rompió.

—Y-Yo no quiero que les pasé algo a u-ustedes por mi culpa.— los hipidos le impedían hablar con claridad. La voz rota y sus ojos llenándose de lágrimas le partían el alma al coreano.

—Y no nos pasará nada, eso te lo aseguro.— dijo seguro de sus palabras acercándose para consolarlo— MingMing, guarda los papeles en mi mochila y avísale a ZiTao que siga buscando por favor. Yo me encargaré de MingHao.— asintió y se fue dejándolos solos.

—SoonYoung...

—Tranquilo HaoHao, yo estoy aquí contigo.— y nuevamente retomó su llanto como única forma de transmitir todo el pesar que sentía.

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MingHao ya no era el mismo de antes.

Lo estaba perdiendo. Estaba muy seguro de que lo estaba perdiendo. Los recientes acontecimientos me estaban robando la alegría que le pertenecía a ese chico de hermoso mirar y sonrisa comprensiva que tengo por novio.

Se estaba quebrando.

A él no le gustaba mostrar su preocupación frente a los demás, creía que ya tenía suficiente con el miedo de la gente como para ser otra carga más. Prefería tomar la batuta y actuar como todo el líder nato que es. Alentaba a las personas a que no se rindieran, justo como él lo hace en estos momentos, pero… Sólo yo sabía lo quebrado que estaba por dentro. Para él era imperdonable mostrarse débil frente al enemigo. Oh mi amor, ¿cómo te hago saber que eso no es de perdedores ni te hace menos fuerte?

-'̗❀ Lilili Yabbay ❀ ̖'- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora