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La policía y varios abogados de Dominic obligaron al banco a habilitar la casa de Sophia, al menos por un día. Sin embargo, seguía siendo muy duro entrar a su hogar después de lo ocurrido. Amanda estaba con ella, recogiendo las pertenencias de la habitación de su amiga, mientras Eric y él revisaban la habitación principal.

—¿Ya tienes una idea quién pudo haberlo hecho? —le preguntó al comisario.

Eric pasó una mano por su cabello azabache, levantándose del suelo cuando no encontró nada debajo de la cama. Observó a Dominic, y negó con fervor.

—Tengo una buena lista de sospechosos, gracias a ti —admitió el hombre, limpiándose las rodillas de su pantalón—. Apenas voy por la mitad, pero he tachado a la mayoría... ¿Qué no hay nadie entre ellos que te parezca peligroso?

Dominic se acercó al armario frente a la cama, Eric hizo lo mismo. Este empezó a revisar las cajas sobre el estante superior, mientras Dom se fijaba si había algo entre la ropa de Constancia.

—Hay como tres tipos que no me dan buena espina. Uno de ellos presta fuertes sumas de efectivo, así que puede ser él si es que Ernesto debía dinero. Pero... si lo ha apostado con los bolsillos vacíos, y ha perdido más de lo que llevaba con él, entonces podría ser otro... —murmuró, concentrado en las tablas flojas del suelo del armario.

Él se agachó, mientras Eric sacaba un par de cajas de la parte superior, encontrándose con adornos navideños. Dom no le prestó atención, estaba demasiado ocupado removiendo una vieja tabla, más descolorida que el resto y encontrando una caja de zapatos escondida. Él frunció el ceño. "Qué raro", pensó curioso.

—Es posible que la segunda opción sea la correcta... ¿Sabes si Ernesto ya había jugado así antes, sin dinero físico? —siguió interrogándolo.

—¡Ja! ¿Cómo crees que se endeudó la primera vez? —bufó con amargura— Fue así como lo conocí. Estábamos en la misma mesa, él jamás se retiraba, incluso si tenía malas cartas. Cuando se quedó sin fichas, resultó que no tenía dinero para pagarlas. Casi lo castran vivo...

—Y tu interviniste, ¿cierto?

—Pues sí. Pagué su deuda porque me dio pena. Le dije que yo le cobraría, pero no con amenazas de muerte ni intereses. Él sabía cómo jugar, solo necesitaba alguien que lo aconsejase. Apostó con otras personas, gente adinerada que yo le presenté, a las que él pudo ganarles limpiamente, y pagarme lo que me debía... bueno —bufó amargado—, hasta que lo mataron y me quedó en deuda a mí también.

Entonces sacó la caja de su interior, empezó a abrirla, y revisar las fotografías. Se quedó sin aliento al ver el nombre completo de Fernando en la primera foto de un bebé recién nacido.

—¿Papá te debe dinero? —inquirió Sophia, parada bajo el umbral de la entrada.

Dom alzó el rostro, con cara de asombro. Ella se percató de la caja que sostenía, y entró furiosa, se la arrebató de las manos, mientras seguía viéndolo con enojo.

—¡Contéstame, Dominic! ¿Papá te debe dinero?

Estaban en desventaja, él de rodillas en el suelo y ella alzándose en su estatura. No era una niña pequeña, pero si Dominic se ponía en pie, entonces los papeles se invertirían.

—Fue hace tiempo, Sophia...

No le importaba cobrarse nada, ahora su cabeza se hallaba en esa caja. Porque estaba seguro de conocer al imbécil de las fotografías. No lo notó hasta que reparó en los ojos ambarinos de Sophia.

No era el mismo color dorado que Fernando, pero definitivamente ahí había algo de semejanza. Los ojos de Constancia lucían un poco más similares que los de su hijo. Pero... ¿acaso lo era?

SEBASTIAN [serie amantes 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora