Capítulo 1 - Una Tregua

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Pesada, engreída y odiosa, eso era lo que pensaba de ella; sin saber que las cosas, darían un giro que nunca habría imaginado.

Recuerdo como si fuera ayer, el sol de mediodía estaba inclemente caía sobre los transeúntes, pasábamos frente a aquella pastelería. La única pastelería que, para ese entonces, existía en aquel pueblo; la máquina expendedora de barquillas que había adquirido el dueño del local, era la sensación del momento.

—¿Quieres Aurora? —preguntó Elizabeth, ofreciéndome un poco de aquel helado en la barquilla con sabor a vainilla que había comprado en la pastelería. Por primera vez, la oí decir mi nombre; no sé si es que no lo sabía o le daba vergüenza nombrarme porque no nos habían presentado formalmente.

—¡No!, gracias —. Negué con la cabeza, mientras fruncía el ceño. Me sentí avergonzada y expuesta. Era la primera vez que regresábamos juntas de clases y ella se atrevía a ofrecerme parte de su helado. Aquel que había saboreado con su lengua y había llenado de saliva previamente antes de preguntar si me apetecía un poco.

Seguimos caminando por la larga avenida y, mientras avanzamos a corto paso, ella hablaba sin parar de cualquier tema; parecía tan amena en su monólogo que yo solo asentía y la miraba de reojo. Me sentía incómoda y quería llegar pronto a casa. Al llegar a la esquina donde nos separaríamos, para que cada quien fuera a su casa, nos despedimos con un simple adiós.

Tuve una sensación de libertad que recorrió todo mi cuerpo, ya no me sentía tensa ni incómoda. Avancé unos metros por la calle y en un instante estaba en casa. Hogar, dulce hogar. Pero, ¿por qué esta joven me hacía sentir de esta manera?. De por sí, yo era bastante tímida e introvertida, solo con las personas con las que tenía confianza podía desenvolverme cómodamente y Elizabeth lograba ponerme peor. Ante ella, no sabía cómo comportarme.

En casa, todo transcurrió con normalidad. Hice mis deberes del hogar, mis tareas del colegio y el resto del tarde lo disfruté componiendo canciones que salían de la nada, cualquiera que oyera aquellas letras podría pensar que estaba enamorada. Pero no, aún no sabía lo que significaba esa palabra.

Decidí llamar a mi gran amiga de toda la vida, desde la mitad de vida para ser exacta; nos conocíamos desde el jardín de infancia, Yve; ella era el motivo por el que Elizabeth y yo no nos llevábamos muy bien ¿celos?, sí. Nuestra amistad había sido única, siempre íbamos y regresábamos del colegio juntas; la sentía como la hermana contemporánea que no tenía. Ella a pesar de tener baja estatura y ser blanco del bullying, siempre mostró mucha seguridad para relacionarse con otras personas. Eso me encantaba, admiraba su forma de ser, creo que en algún momento quise tener su personalidad. Yve tenía el rostro redondeado, unos ojos negros que hacían juego con su cabello ondulado, nariz recta y la piel blanca. De niña parecía una niña y siendo adolescente seguía pareciendo una niña.

—¿Sí?, ¡diga? —respondió una voz al otro lado del teléfono.

—Hola, buenas, Yve por favor —solicité en tono neutro y con mucha educación. Reconocí la voz, era uno de sus tres hermanos.

—¡Yvviii, teléfonooo! ¡¡te llama tu novia!! —Yvi, así le decían en su casa; lo oí gritar, sin hacer el menor intento de tapar la bocina del teléfono como para que pudiera oír lo que le decía. Mientras enrojecía y sentía hervir mis orejas, me quedé con la mente en blanco por unos instantes, moría de la vergüenza. Oí unos pasos acercarse al teléfono.

—¿¡Alo!? —respondió Yve.

—Ho...hola, ¿cómo te terminó de ir en la clase de Biología? —pregunté nerviosa por lo que acaba de decir su hermano. Me causaba curiosidad el hecho de que Yve había estado en clases y Elizabeth no, ellas asistían al mismo grupo. Siempre nos manteníamos al tanto de las clases aunque ella y yo ya no asistíamos a los mismos horarios, ya que fuimos asignadas a grupos diferentes. Todo por culpa de la estatura, esa fue la razón por la que me separaron de mi súper gran amiga. Ella era mucho más baja que yo, así que la asignaron al grupo A y a mí en el grupo B.

Estuvo bien, —la oí sonreír—nos pidieron llevar las respuestas del libro de laboratorio para la práctica del jueves. Y a ti, ¿cómo te fue? —De manera curiosa preguntó sutilmente.

—Todo bien, ¿adivina con quién me vine caminando hasta la esquina de mi casa?

—Ahmmm con... ¿Luis? o ¿David? —Se oía divertida.

—¡Nooo tonta! Con tu nueva amiga ¡Elizabeth!, que habla tanto como una radio encendida.

—Uhmm que extraño, ella no entró a la clase de Biología. Sus razones tendrá, pero ¿sabes? lo que más me sorprende son ustedes ¿Cómo fue que regresaron juntas? Si ustedes se detestan —afirmó Yve.

—No, corrección —le expresé con tono seco y de dureza—. No la detesto, ni siquiera siento nada, ella me detesta a mí —Era evidente que no era así, después de cómo me hizo sentir horas antes, podía percibir que algo me movía aquella roba amigas.

—¡Jajaja! no te hagas ideas dramáticas, sé a qué viene todo esto, sabes que te adoro y siempre serás mi mejor amiga —comentó dulcemente.

—¡Naaa! bien dice el dicho "cuando hay santos nuevos, los viejos no hacemos milagros" —Pongo mi boca de lado y hago una expresión con los labios como si Yve pudiera verme— Además, creo que ella no puede soportar que tú seas mi amiga desde hace mucho y la verdad tampoco entiendo cómo es que quiso regresarse conmigo —Me encogí de los hombros.

—Aurora —volvió a reír—, no seas tan radical. Tienes poco tiempo de conocerla, ella es linda persona y puedes darle el beneficio de la duda, como al parecer ella lo hizo hoy contigo.

—¿Ahm?, ¿me dio el beneficio de la duda? ¿y por qué tendría que hacer eso? ¡no entiendo!, en todo caso ella es la recién llegada a nuestras vidas —Me quedé pensando, sentía una leve molestia pues ahí estábamos de nuevo discutiendo y prestando más atención de lo debido a una chica, de la que pensaba que me iba a traer problemas en el futuro.

—Uhmm... bueno piénsalo de esta manera, quizá hoy te dio una tregua —afirmó y sentí una leve picardía en su tono, al tiempo que soltaba una pequeña sonrisa.

Me quede pensando con lo último que me dijo y como sea, decidí cambiar el tema. Seguimos conversando por unos minutos de trivialidades y tareas que había que entregar en los próximos días. Porque, aunque no pertenecíamos al mismo grupo en el liceo, nos seguíamos reuniendo para hacer las tareas y trabajos individuales asignados. Cuando éstos eran asignados en grupo, teníamos que hacerlo con los compañeros correspondientes.

Al finalizar la conversación recordé unas horas antes, cuando estaba saliendo del colegio y me quedé reflexionando ¿cuál sería la causa por la que Elizabeth no asistió a su clase de Biología?... Y dale con la pensadera en la niñita Elizabeth. Se ve que es una chica responsable a pesar de ser pretenciosa... Así me quedé, analizando, hasta que se apoderaron de mi mente aquellas imágenes del momento.

—¡Ey! ¿Ya te vas? —Oí una voz gritar desde unos asientos laterales que se encontraban en la entrada del instituto.

—Sí —respondí, mientras que asentía con la cabeza.

—Espérame, yo también me voy —Recogió su morral lleno de cuadernos y quién sabe qué otras cosas habían allí. La vi caminar en mi dirección, con su falda de pliegues perfectos, que hacía juego con su chemise colegial, su larga y lacia cabellera castaño oscura, que llegaba hasta su cintura; se agitaba con los movimientos rítmicos de sus caderas mientras descendía por las escaleras que terminaban a unos metros de la calle donde yo me había detenido a esperar tras haber sido llamada por ella. Enmudecí al verla danzar de esa forma y al darme cuenta que se iría conmigo, una extraña tensión se apoderó de mi cuerpo. Pero no podía negarme, sería de mala educación así me parezca una odiosa niña consentida, roba amigas. Como siempre negándome a lo que mi cuerpo quería expresarme a gritos, cada vez que mis sentimientos querían salir a flote.

Aunque me haya ofrecido de su barquilla me sigue pareciendo pesada. Y ¿si es cierto lo que Yve piensa?. Una tregua. ¡Vaya!.

Amando por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora