Capítulo 12 - Entre líneas II

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"Sumergido en un mar de lágrimas, oculto... tras la montaña de un sueño, llora entristecido el poeta hundido en sus lamentos, lamentos que no terminan, lamentos que son tormentos para el corazón herido de este poeta que ya casi está muerto.

Ya no escribe poemas, ya en su inspiración es lento y aunque escudriña en sus recuerdos sabe que por amor... le está sucediendo esto.

Ya no piensa en la poesía, ya no le salen los versos y ahora le cuesta hasta crearse sus propios sueños, solo vive para el amor, vive pensando en ello, como si estuviese hechizado por la princesa de un cuento.

Entristecido duerme el poeta soñando que está perdiendo todo lo que ha cultivado en el jardín de su invento. Y se pregunta el por qué, pero no encuentra respuestas y en verdad... la sabe, pero no quiere saberla... su amor no es correspondido porque no quiere decirlo, aunque se muere por dentro y le quemen sus sentimientos.

Agobiado de tanto sufrir se atreve a decir esto:

Al enamorado le nace versar, a mí ya no me nace esto ¿Será que no es amor lo que siento?... siempre estuve enamorado de la vida y anduve escribiendo versos, hoy que tengo un amor verdadero lo que me ha provocado es tormento.

He aquí pues mi dilema, he aquí este lamento el del corazón herido de este poeta que ya casi está muerto.

Si algún día resucitara en mí la poesía, ya no existirán lamentos porque tendré ese amor a mi lado y no habrá más sufrimientos.

El poeta habrá resucitado, ya no llorará en sus sueños y por fin volverá a escribir sus bellos y hermosos versos"

Nueve y veinticinco de la noche, suena mi teléfono. Con los ojos entrecerrados y adormecidos, vi la llamada entrante, ¿Liz?

—¿Alo? ¿Te sucedió algo? —No se oía nada al otro lado del teléfono, pasaron unos segundos cuando la oí suspirar y comenzar hablar.

—¿Estabas dormida?, quería conversar contigo.

—¿Estabas llorando? —Le respondí con otra pregunta—. Se te oye la voz un poco extraña.

—No, no era eso. Es que me estaba quedando dormida debe ser por eso. Es que recordé que quería comentarte algo.

—Uhm, es algo importante entonces. Porque casi son las diez y a esta hora ya estás durmiendo —Reí por mi comentario, siempre le hacía bromas porque se acostaba muy temprano.

—Sí, es importante. Bueno es que no quiero dejarlo para mañana. Estuve leyendo tu cuaderno. Leí lo que me recomendaste, la muerte del poeta —Hizo una pausa, se quedó en silencio nuevamente y suspiró.

Una sensación de angustia me invadió, quería saber lo que pasaba por su mente en ese momento, en esas fracciones de segundos en los que guardaba silencio.

—Uhm, explícame algo—Hizo una pausa— bueno sé que me dijiste que no está dedicado a nadie, pero ¿estás segura de eso? —preguntó tajante.

La sangre se me heló, no sabía si responder lo que realmente me había inspirado, la verdad a medias o simplemente callar, como había estado haciendo durante largo tiempo. Como había hecho durante la mayor parte de mi existencia.

—Es complicado de explicar, mejor dejamos esta conversación para mañana—Le dije para ganar tiempo y reflexionar sobre lo que debía decirle.
—Aurora... por favor, no hagas eso. Siempre le das larga a las cosas, siempre logras evadir temas de los que no quieres hablar. No entiendes que, a veces, es necesario hablar las cosas. Sé que yo te cuento más cosas de las que tu me cuentas a mí, pero me gustaría que cuentes conmigo incondicionalmente como yo siento que lo hago contigo.

Amando por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora