Capítulo 11 - Entre líneas I

78 13 7
                                    

Al día siguiente, del paseo al campo y de haber oído la canción que me regaló, me comuniqué con Liz para avisarle que pasaría por su casa. Quedamos de acuerdo en que nos veríamos a las tres de la tarde y yo le llevaría mi cuaderno de anotaciones; en el, escribí mis anotaciones, pensamientos, uno que otro poema, en el expresaba mi sentir del momento. Era la primera vez que alguien, diferente de mi, leería sus página, pues era tan celosa con mi cuaderno que no permitía que alguien más lo leyera.

A la hora acordada, llegué a la casa de Elizabeth. Toqué a su puerta y me esperaba con una tierna sonrisa y esos ojos chiquititos que hacía cuando nos veíamos, era inevitable que mi corazón se derritiera solo de verla. Se notaba que recién se había bañado, tenía el rostro fresco, el cabello un poco húmedo y aquel olor particular a flores de limón que emanaba y que fácilmente me envolvía.

—¡Hola! Como siempre tú tan puntual Aurora, pasa adelante —Sonreí al oír aquellas palabras.

—¡Hola Liz! Gracias.

—¡Oooh.. Trajiste el cuaderno! —Su sonrisa se hizo amplia.

—Claro, te dije que lo traería hasta acá —Le comenté, mientras sentía un torbellino de sensaciones internas. Todas esos cosquilleos por los que atravesaba antes y durante los primeros minutos de verla.

—Ven, vamos a sentarnos en el patio y me lo prestas para leerlo.

—¡No por favor! —Exclamé de inmediato—. Prefiero que lo leas cuando estés sola en tu habitación.

—¡Pero Aurora! ¿Por qué? Me gustaría leer un poco junto a ti, así si tengo alguna duda me la aclaras ¿Te parece?

—No quiero, me da vergüenza. Prefiero que lo leas cuando estés sola, por favor.

—Está bien, pero sólo permíteme leer una en tu presencia ¿sí? —sonrió tierno y no me pude negar.

—Está bien, solo una nada más.

—¡Es más! Para que veas que lo soy mala: vayamos a mi habitación y que no nos interrumpan. Ven —Me invitó a seguirla.

Subimos a su habitación, me hizo pasar y me acercó una silla, ella se sentó en la orilla de su cama y se colocó en posición de loto, con el cuaderno en las manos para luego apoyarlo en sus piernas. Se quedó pensativa, solo miraba el cuaderno sobre sus piernas, con la mano izquierda lo sostenía por un borde y con los dedos de la mano derecha acariciaba la portada del mismo. Como si estuviera haciéndole cariño. No era un cuaderno del otro mundo, era uno de los más normal, en lo que respecta al diseño exterior.

—¿Qué pasó? —pregunté, sacándola de sus pensamientos y robándole un suspiro.

—Nada, solo pensaba en lo increíble que ha sido todo este tiempo y como nos hemos vuelto amigas —Dejó de mirar el cuaderno para dirigir sus ojos a los míos; le brillaban y podía ver el reflejo de mi silueta en ellos. La piel se me erizó y tuve que hacer un esfuerzo por disimular.

—Eh si claro, es increíble —titubeé al hablar, luego reaccioné— ¿Por qué lo crees increíble?

—No sé, las cosas que hemos vivido juntas en el instituto y en nuestro día a día. Y hoy, miranos, estamos aquí; tú abriéndote a mostrarme parte de ti, porque eso es este cuaderno, parte de ti —Dibujó una hermosa sonrisa en sus labios.

—Es cierto, no había visto lo del cuaderno desde ese punto de vista, esas hojas son parte de mi. ¿Sabes que creo? Que aún nos faltan muchas cosas por compartir y por comentar. Por cierto, oí la canción que me grabaste, gracias por eso —Después de decirle lo de la canción, me arrepentí creí que no era el momento adecuado.

Amando por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora