Capítulo 2 - De vuelta a la realidad

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—¡Eyyyy Aurora despiertaaa, vuelveee! —Oí el chasquido de unos dedos frente a mi cara, mi hermana. Cinco años mayor que yo, pero siempre pendiente de mi, trayéndome a la realidad —. ¿En dónde estabas? ¡ya sé! no me digas, cuando tienes los ojos como platos es porque estás volando con tu imaginación —Tenía razón, parecía raro como lograba abstraerme de la realidad y cuando me metía en mis pensamientos, podía verlos pasar frente a mis ojos tal como una pantalla de cine.

—Uhmm ¡deja de ser fastidiosa! ¿qué? ¿para qué me buscas? —dije en un tono de molestia.

—Te está llamando mi Mamá —Me mira con expresión de enfado.

—Ok, ya voy —Me levanté, puse mi mejor ánimo y fui a la cocina. Mi mami me pidió que le hiciera unas compras en el supermercado.

Aún era temprano así que tomé mi vehículo, una bicicleta de la cual no me despegaba ni para ir a la esquina. Creo que podría escribir una historia llamada "la chica de la bicicleta". Cuando llegué a la esquina de la casa, donde horas antes, había visto por última vez a Elizabeth, sentí un escalofrío en el estómago. Me sorprendí y reprendí mis sentimientos (¡aaah pues estás loca! menos importancia y más acción), aceleré pedaleando más fuerte mientras la brisa de la tarde me golpeaba las mejillas. Llegué al supermercado e hice el pedido que me encargó mi Mamá y regresé de nuevo a casa, pero está vez tomé una ruta diferente. Me di cuenta que aquello, lo había hecho inconscientemente.

El resto del día estuvo tranquilo hasta llegar la noche.

—¿Aurora, tienes todo listo para ir a clases mañana?, es hora de dormir —dice mi mamá. Ella era un amor conmigo, incondicional, podría decir que era la mejor amiga de todas mis mejores amigas.

—Sí, todo está listo. Ya me iré a dormir —Le di un abrazo y me despedí. Ella sonrió dulcemente.

A mi mamá le confiaba todo, bueno casi todo; sabía que había cosas que debía callar, no podía revelar toda la información que mi mente me bombardeaba; sobre sentimientos y emociones que apenas estaba descubriendo. No, no podía hacer eso al menos no hasta que estuviera segura de lo que estaba comenzando a padecer. Y para no sentirme culpable de no decirle todo lo que me ocurría, como esos cambios "no visibles" por los que pasábamos algunos adolescentes, siempre me repetía una frase, que no recuerdo donde la leí o si se me ocurrió a mí: "Callar no es mentir, es simplemente no dar información que no te han pedido". Cruzaba los dedos para que mi mamá no me hiciera preguntas que no quisiera contestar y así, no verme obligada a tener que responderle con una mentira.

Jueves, clases de laboratorio de Biología a primera hora de la mañana. Había llevado listas las preguntas en mi libro de prácticas y demás tareas. La entrada del colegio estaba repleta de estudiantes. Cada quien estaba con sus grupos de estudio-amistad. Yo miraba a los lados buscando a Carmen, otra de mis mejores amigas, aparte de Yve.

A Carmen la conocí en el quinto grado de primaria y desde ese entonces fuimos inseparables; ella era muy parecida a mi respecto a su forma de ser. Introvertida, tímida, risueña, entre otras tantos valores que le inculcaron en su familia. Físicamente, casi de mi estatura, diría unos centímetros menos que yo. Delgada, con el cabello negro, ondulado y que le daba a los hombros, ojos café y pestañas abundantes, nariz alargada que hacía juego con su pequeña boca.

—¡Holis! Buenos días ¿cómo andas? ¿hiciste la tarea? —preguntó.

—Pues ando en los pies jajaja —bromeé mientras le daba una palmada por el hombro—. Todo bien ¿y tú? Si, la hice ¿por?

—Gracias por preguntar, bueno... es que me faltó responder la pregunta siete. No la entiendo —susurró, en un tono entre decepción y preocupación.

Amando por primera vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora