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Mila se había marchado hacia unos cuantos minutos excusándose pues supuestamente había dejado a una paciente en hidroterapia mas tiempo del requerido. No quiso preguntar más, estaba pensando y calculando el peso de las palabras que hacia un segundo la hermosa doctora le había dicho.

Podía hacer justo lo que ella le había dicho.

O bien podía curar a ese tal Mikhailov.

Seguramente solo lo estaba asustando, una broma que se le hace a el personal novato. Soltó una risa forzada. Si esa mujer creía que lo iba a acobardar con aquel teatrito que se había montado estaba muy equivocada, el no era esa clase de persona.

Tenia solo cinco pacientes, eso era bueno, podía dejar a todos de lado y solo prestar atención a aquel sujeto que era tan "peligroso" ¡Por Dios! Si era cierto lo que Mila le había dicho y el lograba mejorarlo.... Eso podía catapultarlo.

¡Al diablo el doctor Gibson! ¡Podría lograr colocarse entre los médicos mas importantes! Ni siquiera tendría que trabajar para aquel sujeto. Tenia la oportunidad perfecta y no iba a desperdiciarla.

Sintió un hormigueo recorrerle de pies a cabeza, incluso sus labios se curvaron en una sonrisa torcida que revelaba sus blanquecinos dientes.

Recorrió el lugar sin poder dejar de sonreír, sin siquiera notar que de sus labios escapaban risas guturales que se asemejaban a pequeños gruñidos. Comenzó a asomarse por las ventanillas de cada puerta roja.

Buscaba al mas joven, ese por obviedad seria Mikhailov. Según el expediente tenía unos veintiún años. A Bas le daba cierto morbo el tratar a un paciente que tenía casi su edad, aunque bueno el era cinco años mas grande.

Mientras miraba por las rejillas, le llamo la atención una de ellas. El sujeto que había visto el día anterior. ¿Cómo se llamaba? Intento hacer memoria, pero solo le venia a la mente el nombre de la chica con la que lo había visto el día anterior. Entro sin pensar. Se veía diferente, el chico jovial no estaba mas ahí, ahora solo parecía una sombra de lo que había visto. Estaba acostado en el suelo acolchado. A pesar de que los cuartos suelen ser blancos podía ver manchas marrones por todo el lugar. No quiso pensar en que podía ser eso. El rostro estaba pegado al piso y los brazos estaban atado alrededor de su cuerpo gracias a la camisa de fuerza.

-No sabia que era uno de mis pacientes- Murmuro Bas para si mismo. SI contaba las puertas que había visto, en total ya eran cinco. ¿Dónde mierda estaba Mikhailov? Había visto hombres algo viejos, ninguno podía tener menos de treintaicinco. Se inclino hacia Ivankov...

¡Claro Invankov! ¿Cómo carajo lo había olvidado?

Se inclino hacia él, topándose con los ojos azules que ahora parecían dos trozos de hielo mirando hacia ningún punto en específico. Cuando los irises se posicionaron el, Bas dio un pequeño respingo.

-... Hola- Murmuro Iván.

- ¿Sabes dónde estás? - Fue lo único que dijo Bas. Iván volvió a desviar la mirada.

- ¿...Aislamiento? - Bas suspiro y se levantó de donde estaba. Seguramente estaba lleno de medicamento. Sería imposible hablar con él, las pupilas las tenía dilatadas y su voz era pesada, como si le costara trabajo el abrir la boca, era como su...

Sacudió su cabeza para evitar terminar el pensamiento. No debía pensar en una persona que llevaba mas de ocho años muerta. No de nuevo.

Fue entonces cuando lo escucho.

Un grito ahogado que resonó en todas y cada una de las paredes del lugar. Pensó que tal vez lo imagino, pero no, el grito seguía ahí, seguido de gorjeos una tos reseca.

Venía de al lado.

Salió corriendo del cuarto de Iván en dirección de aquel sonido.

No noto que dejo la puerta abierta.    

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